SON TAN ELLAS
Mujeres que me aman exhultantes
Y me apoderan, plenas, sinceras.
Mujeres que me conviven y me encuentran
y después se paran y me miran, algo atentas.
Mujeres que me observan y se buscan
en los espejos de la casa, algo inquietas...
Mujeres que luego se asustan, violentas
que me gritan deshonradas, maltrechas.
Mujeres que me arrojan y me olvidan
llorosas, virulentas...
Sólo un rato sin ellas.
Y luego, otras llegan y se acercan
ignorantes de pasadas afrentas
hechas a otras ellas.
Estas, que me recuerdan a aquellas
cuando eran mujeres hechas y derechas
repletas de caricias, risas y promesas
que ya estarán algo viejas y maltrechas,
quizás buscando otras querellas.
Pero éstas, ajenas a las primeras,
ajenas a las imágenes que de mí esas
se armaban en sus cabezas,
estas ellas, santas, insensatas, me miran
y sus rostros brillan sin pena.
¿Serán éstas hoy, como aquellas, que se fueron, obsoletas?
¿serán éstas, otras nuevas ellas,
que mañana suspiren desechas
y ya no se vean en sus rostros
las ansias que tenían como las otroras esas
y se busquen en los espejos y lloren sobre las mesas?
Estas y aquellas, las viejas y las nuevas, todas bellas
anheladas, sedientas, putrefactas y viajeras
inmaculeadas y siniestras, todas ellas
pasajeras que llegan, me miran y no se quedan,
sino que patitiesas comprueban que yo sólo era
imágenes y palabras de espuma rellena...
Y entonces, prestas o lentas, despojadas de buenas nuevas,
agarren y partan en busca de otros que les confirmen
que no ya será vana su nueva espera...
Mujeres, con las mismas manos que las toco y las abro
que con sus ojos hundidos entonces se van y luego a mí otras llegan,
mujeres, que mis caricias empiezan a ya no conmoverlas
y veo como un día se apartan, vociferan y se asquean
con estas mismas manos de caricias hechas,
mis dedos abro, a las mujeres suelto y las saludo
cuando de mí se van sin darse vuelta.
Mujeres, las miro y ya sé que son ellas:
las que llegan, me miran, me anhelan y luego no se quedan.
miércoles, 29 de agosto de 2007
domingo, 26 de agosto de 2007
Del amor ( II )
ROMANCE DEL GITANO AL AMOR ENCADENADO
Bella es su nuca
bella su frente
y bello su perfil
aguantó lo que su boca pudo
pero tuvo que sucumbir.
Mil remansos eran sus labios
sus manos pétalos de alelí
le miró sus ojos sinceros
y tuvo que sucumbir.
Nocturnas aguas sus cabellos
su cintura, cadencia y fuego carmesí,
dejaba tenues estelas
con aroma de jazmín.
La rodeó sin aliento
y tuvo que sucumbir.
Zarza ardiente su corazón
su alma la tormenta por venir
hembra valiente y temerosa
hembra del comienzo al fin.
Por hombre, no pronunciaré
el sonido de su nombre,
pero si la han visto venir
comprenderán entonces
cuando un gitano
debe sucumbir.
Bella es su nuca
bella su frente
y bello su perfil
aguantó lo que su boca pudo
pero tuvo que sucumbir.
Mil remansos eran sus labios
sus manos pétalos de alelí
le miró sus ojos sinceros
y tuvo que sucumbir.
Nocturnas aguas sus cabellos
su cintura, cadencia y fuego carmesí,
dejaba tenues estelas
con aroma de jazmín.
La rodeó sin aliento
y tuvo que sucumbir.
Zarza ardiente su corazón
su alma la tormenta por venir
hembra valiente y temerosa
hembra del comienzo al fin.
Por hombre, no pronunciaré
el sonido de su nombre,
pero si la han visto venir
comprenderán entonces
cuando un gitano
debe sucumbir.
Del amor ( I )
EL ABANDONADITO
No me brindaste lo que te pedí
no me miraste aquella vez
no nació de vos acompañarme
no me dijiste que me querías antes
no te importó que me hicieras llorar
te dije que no lo dijeras adelante de la gente
(y lo dijiste)
no te costaba nada haberme llamado
no me hacías partícipe
te hacías el tonto
querías ver televisión cada vez más seguido
tenías miedo que te pidiera que te animaras
iba a la peluquería y no te dabas cuenta
no me dijiste que me querías después
no sabía donde estabas
nunca arreglabas el botón del baño
me prometiste que ibas a llevarme al cielo
nunca toleraste a mi hermana
(ella te apreciaba)
te dije que te hicieras cargo
antes nunca me hubieses contestado así
gastabas toda el agua caliente
cortabas el diario y yo todavía no lo había leído
nunca estabas cuando te necesitaba
criticabas a las chicas de la facultad
siempre dejabas salpicado el inodoro
(nunca bajabas la tapa)
antes eras caballero
nunca me preguntaste por qué me levantaba a la madrugada
(te hacías el dormido)
tenías miedo que te pidiera que fueras un hombre
me cansé de decirte que me avisaras si se acababa el café
me fuiste dejando sola
tenía que poner pasacalles pidiendo que me hicieras el amor
no fuiste mi cómplice
no me escuchabas
así que ahora no me rompas
con tus mi amorcito en el contestador.
No me brindaste lo que te pedí
no me miraste aquella vez
no nació de vos acompañarme
no me dijiste que me querías antes
no te importó que me hicieras llorar
te dije que no lo dijeras adelante de la gente
(y lo dijiste)
no te costaba nada haberme llamado
no me hacías partícipe
te hacías el tonto
querías ver televisión cada vez más seguido
tenías miedo que te pidiera que te animaras
iba a la peluquería y no te dabas cuenta
no me dijiste que me querías después
no sabía donde estabas
nunca arreglabas el botón del baño
me prometiste que ibas a llevarme al cielo
nunca toleraste a mi hermana
(ella te apreciaba)
te dije que te hicieras cargo
antes nunca me hubieses contestado así
gastabas toda el agua caliente
cortabas el diario y yo todavía no lo había leído
nunca estabas cuando te necesitaba
criticabas a las chicas de la facultad
siempre dejabas salpicado el inodoro
(nunca bajabas la tapa)
antes eras caballero
nunca me preguntaste por qué me levantaba a la madrugada
(te hacías el dormido)
tenías miedo que te pidiera que fueras un hombre
me cansé de decirte que me avisaras si se acababa el café
me fuiste dejando sola
tenía que poner pasacalles pidiendo que me hicieras el amor
no fuiste mi cómplice
no me escuchabas
así que ahora no me rompas
con tus mi amorcito en el contestador.
jueves, 23 de agosto de 2007
Del amor y otras creencias paganas
¿Qué estado es ése que nos resulta tan alevoso e inaccesible, que nos hace buscar llaves para abrir inciertas puertas iniciáticas? Estado bello, misterioso y perturbador, estado de un más allá de este mundo en este mundo, escena violentamente distinta e inalcanzable, que se retacea, se entrega, se niega y se insinúa, en fragmentos, en haces de luz. ¿Qué estado es éste, de fragmentos grandiosos, estúpidos, tiernos, siniestros, cómicos, sísmicos, pleno de malentendidos, ataduras, ridiculez, de materia inolvidable y de ironía?
El amor nos completa y al mismo tiempo no nos consuela, tanto lo anhelamos... Es lo desconocido, lo que no se deja ver, y sin embargo habita los cuerpos de los amantes, contorneándolos, confundiéndolos. Y si el amor se muestra es aquello que como la brevedad de un relámpago, de un rayo de luz, se revela por un instante ante las miradas de los amantes, perturbadas por los destellos y resplandores que desprende su presencia. El amor, una posición, unos labios, un secreto, una epifanía.
Tierra virgen, territorio de inseguridades y no de definiciones. Quien la explora no sabe qué comienza a explorar-se, el amor nos incita a hacer algo, a intentar vivir de otro modo, a entrar en suspenso. Empezar a pensar a ser salvajes, a ser ese otro extraño, extranjero en su tierra. Cuerpo en pena, cuerpo de andar dificultoso y exultante. No se puede mostrar el amor, podemos mostrarnos en el amor, pero es él quien nos muestra a los otros y a nosotros. Y sin embargo insistimos, queremos rodearlo, lo citamos, lo aguardamos agazapados, hasta no saber quién es el que asedia, quién el asediado.
Codiciosos están los amantes de poseer las herramientas para llevar a cabo la más prestigiosa y reconocida técnica de la felicidad... y del desconsuelo... y del dolor. Técnica frankesteniana, que se desboca y desobedece a su creador, el amor se nos subleva y nos domina, torsionando su rostro de dicha y esplendor en desasosiego y espera. Gozo y laceración, el amar desata creencias y certezas, preguntas y sospechas, alturas y desbarrancamientos. Todo eso y nada de eso es el amor, renuente a las definiciones encorsetadoras y dominantes. El amor cuando se lo quiere definir, no acude a la cita y nos deja plantados, hablando y pensando solos, hasta extenuarnos de nosotros mismos.
Amamos, hacemos del otro nuestro objeto amoroso y nos entregamos en ofrenda al mismo tiempo: un pedido para ser el objeto del otro, para instituirnos en el otro, en intenso anhelo de que nunca nos destituya y por nada nos sustituya, esa escena temida, esa herida narcisista que no cierra, que supura de sí misma.
El amor nos completa y al mismo tiempo no nos consuela, tanto lo anhelamos... Es lo desconocido, lo que no se deja ver, y sin embargo habita los cuerpos de los amantes, contorneándolos, confundiéndolos. Y si el amor se muestra es aquello que como la brevedad de un relámpago, de un rayo de luz, se revela por un instante ante las miradas de los amantes, perturbadas por los destellos y resplandores que desprende su presencia. El amor, una posición, unos labios, un secreto, una epifanía.
Tierra virgen, territorio de inseguridades y no de definiciones. Quien la explora no sabe qué comienza a explorar-se, el amor nos incita a hacer algo, a intentar vivir de otro modo, a entrar en suspenso. Empezar a pensar a ser salvajes, a ser ese otro extraño, extranjero en su tierra. Cuerpo en pena, cuerpo de andar dificultoso y exultante. No se puede mostrar el amor, podemos mostrarnos en el amor, pero es él quien nos muestra a los otros y a nosotros. Y sin embargo insistimos, queremos rodearlo, lo citamos, lo aguardamos agazapados, hasta no saber quién es el que asedia, quién el asediado.
Codiciosos están los amantes de poseer las herramientas para llevar a cabo la más prestigiosa y reconocida técnica de la felicidad... y del desconsuelo... y del dolor. Técnica frankesteniana, que se desboca y desobedece a su creador, el amor se nos subleva y nos domina, torsionando su rostro de dicha y esplendor en desasosiego y espera. Gozo y laceración, el amar desata creencias y certezas, preguntas y sospechas, alturas y desbarrancamientos. Todo eso y nada de eso es el amor, renuente a las definiciones encorsetadoras y dominantes. El amor cuando se lo quiere definir, no acude a la cita y nos deja plantados, hablando y pensando solos, hasta extenuarnos de nosotros mismos.
Amamos, hacemos del otro nuestro objeto amoroso y nos entregamos en ofrenda al mismo tiempo: un pedido para ser el objeto del otro, para instituirnos en el otro, en intenso anhelo de que nunca nos destituya y por nada nos sustituya, esa escena temida, esa herida narcisista que no cierra, que supura de sí misma.
El subrayado como género ( V )
La última mujer y el próximo combate
Manuel Cofiño
Primera lectura en 1980
(subrayado en construcción linguística)
Manuel Cofiño
Primera lectura en 1980
(subrayado en construcción linguística)
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