ACERCA DE LO INEFABLE COMO HISTORIA DE AMOR,
HACEDOR DE LO QUE SUCEDE, QUE HACE HISTORIA
Aquel que va a la cita, no es el mismo que la ha concertado.
Andre Gide
Fuimos con máscaras, pero aparecimos en resplandeciente desnudez. En ese acto sexual, pleno de opacidad, algo quedó despojado, imprevisto: era el sexo que alumbraba al enamoramiento, pariendo una dialéctica que nunca habríamos de interrumpir. Eso que iba a suceder, advino. No sabíamos ni una cosa, ni la otra. Fuimos privados de esa revelación hasta que advino como acontecimiento. De la cima hacia la brusca caída, de la humedad y la erección a la mirada y la melodía que atestiguaron que algo estaba adviniendo. Nos encontramos en otro suelo, es decir, en otra identidad que nos estaba albergando. Fuimos a olvidarnos de algo de lo que éramos, a ser abandonados por aquello que nos apesadumbraba, ignorando que el fracaso de todo plan daría lugar a la creación de un nuevo mundo. ¡Qué tan otra cosa se mal-acomodó al terreno sexual que había sido planificado! Fue, sabemos, el amor: el lugar de una rendición, el lugar donde uno se rinde, descubierto, sorprendido, impelido hacia lo insospechado. Fue la cancelación de toda pretensión. Lo anhelado llegó, más otra fue su luz, otra su forma. Tuvimos que concebir otros ojos, para dar lugar a la mirada de lo nuevo, lo ignorado entonces como nuevo. Lo que queríamos encontrar, nos encontró, pero para descubrirnos, para develarnos. Quien crea, será engañado. Quien busque, será encontrado.
lunes, 12 de noviembre de 2007
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