sábado, 30 de junio de 2007

El subrayado como gènero ( III )

DAMAGE
(una vez en la vida)
Josephine Hart
Leído en 2003

Existe un paisaje interior, una geografía del alma; nos pasamos la vida intentando descubrir sus contornos. Los que tienen la fortuna de lograrlo, fluyen como el agua sobre las aristas de una piedra y están a salvo.
(…) He vivido con ellos como un complaciente extraño en un entorno de belleza insatisfecha. Como un eficiente simulador, limaba pausada y silenciosamente las asperezas de mi ser.
(…) ¿No podría ser, por el contrario, que una infancia feliz fuera el peor preparativo para la vida?
(…) el romántico de niega a ver cambios en la persona que ama, o en la ciudad de la que conserva recuerdos sentimentales. En el fondo “romántico” viene a significar lo mismo que “falso”. ¿No te parece?
(…) En aquella época tú no me conocías, partiendo de esta ignorancia, las vidas de otra gente no pueden ser más que relatos. Las imágenes que te di hacían las veces de ilustraciones. Si mañana yo desapareciera de tu vida, eso es todo lo que tendrías. Las imágenes de un relato, gestos congelados en un marco.
(…) Siempre he creído que cuando la gente pregunta es que está dispuesta a oír las respuestas. Antes de eso sólo hacen conjeturas o intuyen la verdad. Pero no saben con seguridad. Cuando quieren saber, preguntan. En cualquier caso es peligroso.
(…) Conmigo llegas a tu límite. No podrías ir más lejos. (…) Lo que existe entre nosotros existe sólo en una dimensión. Intentar atraparlo entre los márgenes de una vida común nos destruiría a ambos. Tú nunca me perderás. Mientras viva. Nunca me perderás.
(…) La mención a mi padre me hizo evocar de golpe los días de la infancia hacía tanto tiempo olvidados. Los días en los que yo era tanto el hijo de mi padre como el padre de mi hijo.
(…) Estábamos en nuestro dormitorio. En el fondo nunca pensaba en él como nuestro. Y menos aún como mío. Era el dormitorio en que Ingrid y yo pasábamos esos momentos concretos de nuestro matrimonio, la habitación que narra la auténtica historia de un hombre y una mujer en ese extraño arreglo. Pero la historia no tiene otros testigos que los propios participantes.
(…) Nuestras miradas se cruzaron. Nos las arreglamos para desviarlas antes de que uno de los dos pudiera leer la verdad. La intimidad elíptica es la promesa matrimonial de los buenos compañeros. Promesas que ellos honran detrás de las puertas cerradas de dormitorios donde, atrapados en las tortuosas sábanas del deseo muerto, hacen uso del placer que les corresponde por derecho. Se convencen a sí mismos de que no han sido timados en esta ruleta de pasión desapasionada. Es un legado que pasa de generación en generación. El vínculo del buen matrimonio.
(…) me hablaban de una vida de la que yo había partido para siempre.
(…) ¿quién sabe adónde te puede llevar una conversación?
(…) Ingrid, escúchame. Martín está muerto. Se ha ido para siempre. Para siempre. Su vida se ha acabado. Escúchame Ingrid. Escúchame. Yo hice realidad su muerte. Déjame acarrearla. La llevaré siempre conmigo, nunca me desentenderé de ella. Deja que caiga sobre mí, Ingrid. Empújala hacia mí, empuja su muerte hacia mí. Respira hondo, Ingrid, respira hondo. Sobrevivirás a esto. Empuja la muerte de Martín hacia mí. Vivirás. Pásamelo. Pásame su muerte.
(…) Me senté junto a la ventana y contemplé la noche. Había luna llena en un cielo son estrellas. Me dije que casi nunca había prestado atención a ese tipo de cosas. Tal vez por una especie de falla espiritual. Una vaciedad heredada. Una nada transmitida de generación en generación. Un desperfecto de la psique que sólo descubren aquellos que lo sufren.
(…) Supe que algo se había resquebrajado. Que se había abierto una brecha. Supe que a partir de ahora contemplaría el mundo real desde una perspectiva nueva y vivida. La parte de mi vida que se había separado automáticamente era aquella con la que tendría que operar. En los próximos días debería habitar por completo esa pare de mí. La otra parte tendría que permanecer anestesiada para ser vivida más adelante, y posiblemente para siempre.
(…) En el fondo siempre hay una sola persona.
(…) Aunque pueda presentarse con espantosa brusquedad, el horror devora a su presa con lentitud. A lo largo de horas y días y años, extiende sus plomizas tinieblas por las cuatro esquinas del ser que ha conquistado. Mientras la esperanza se agota como la sangre de una herida mortal, una pesada debilidad se apodera de nosotros. La víctima se desliza en el inframundo, donde deberá buscar nuevas sendas en lo que ahora sabe serán tinieblas perpetuas. El horror me reclamaba. Ingrid y Rally tendrían que soportar terribles tristezas y dolor. Pero yo debía apartarlas del horror. Sólo así podría tener una oportunidad.
(…) Mantener unido un cuerpo y preservar un rostro son los primeros pasos para sobrevivir. La pena atrapada en la celda de acero de un cuerpo sigue siendo pena atrapada. Debatiéndose desesperadamente con músculos y huesoso, e incapaz de liberarse, inflige sus heridas de forma retardada. Las heridas internas que uno se lleva a la tumba no las revela autopsia alguna. Despaciosamente, la pena reposa y duerme, pero nunca muere. Con el paso del tiempo, acaba por acostumbrarse a su prisión entre el prisionero y su carcelero se establece una relación de respeto. Esto lo sé ahora y sólo ahora. Ingrid me había entregado a Martín. Y la noche pasada yo había arropado su muerte apartándolo de ella. La atesoraría. Y ella quedaría libre de ira y rabia., y de la culpa de los inculpados. La batalla que Ingrid mantenía ahora era con la pena. Y aunque la pena acabaría por triunfar, como mínimo la dejaría vivir. Lo que no es desdeñable.
(…) Es necesario que me aparte de ti. Yo fui un regalo envenenado. El regalo de dolor que buscabas con tanta ansiedad, la mayor recompensa del placer. Aunque enlazados en un frenético minué, seamos quienes realmente seamos o pretendamos ser, volamos libres. Como alienígenas en la Tierra, encontrábamos en todos y cada uno de nuestros pasos el lenguaje perdido de nuestro planeta. Tú necesitabas sufrir. Y ansiabas mi sufrimiento. Pero aunque no puedas creerlo, tu ansia de mí ha sido completamente satisfecha. Recuerda que ahora te resta tu propio sufrimiento. Será “todo, siempre”. Incluso si me encuentras yo ya no estaré allí. No pretendas algo que ya tienes. Los días y las horas que nos fueron adjudicados, y que ahora han desaparecido para siempre, son asimismo “Todo. Siempre”.

lunes, 11 de junio de 2007

El subrayado como género ( II )

Música para olvidar una isla
Victoria Slavuski

Leído por vez primera en 1994

(...) Al avistar desde las montañas del centro del mar y los acantilados del otrolado de la isla (...) desaparecí –o reaparecí-(...) nos sentimos seres microscópicos atrapados en otra escala, como si la isla y el mundo en general fueran sitios hechos a la medida de titanes monumentales, enormes como templos (...) la sensación de ser un punto, en realidad mucho menos que un punto en la inmensidad; el enorme alivio o libertad de volver a ser nada.
(...) decidió creer que las islas son parecidas a las personas, se unió a los pocos pero infinitamente fieles que decidimos alguna vez creer lo mismo, los que sabemos de esas cosas que Eladio llama “cosas de islas”. Creyó como nosotros que es verdad que las islas, como las personas, tienen tesoros escondidos, que como las personas las islas fueron asoladas en su infancia por piratas, como las personas provocan pasiones indomables, igual que la personas son un mundo completo con plantas y pájaros singulares que allí crecieron por condiciones precisas y que no pueden encontrarse en ninguna otra parte, isla o persona.
(...) usted sabe que en los otros tenemos un doble, especialmente cuando hay amor. Los gestos y acciones de una persona son percibidos por la otra como una danza y se van depositando en ella. Las imágenes de la persona, sus palabras, los movimientos de su cuerpo, se van grabando en la otra como un doble. Todo lo que pasa en el camino que se hace entre dos personas, como un pájaro, anida a la otra. En la separación muchas veces ese doble del otro no se va. No muere con la muerte de la relación. El pájaro, por diversos motivos, no se vuela, permanece, con su plumaje extendido. Por eso hay gente que mata o se mata por amor: lo que intentan, en realidad, es matar a ese doble.
(...) Nada es más valioso para el enfermo de amor que hablar de su enfermedad, que es como hablar del amado. Hablar de él es estar con él, a decir verdad, la única manera de estar con él, puesto que él no está. Así se crea ese círculo vicioso en que hablar de un amor que no existe, le da existencia. Verdadero hipocondríaco de las emociones, toda su parquedad es puras ganas de hablar, hablar, hablar hasta desaparecer en palabras. Desaparecer, su otro objetivo: estar enamorado de algo que casi no existe revela una intención obstinada de no querer existir. Yo pensaba que había que huir como de la peste del papel de confidente de los que sufren por amor, por ellos y por uno mismo, pero esa vez, por propia voluntad, iba a ponerme largamente en el cepo.
(...) ¿A qué llama haberse enamorado? A que la imagen de él empieza a extenderse por su vida como un halo de velocidad vertiginosa, superponiendo jirones de brillo en todo (...) ¿Cómo se ha enamorado? Perdidamente. ¿Cuándo? Demasiado tarde, ¿Por qué? Porque es imposible volverse atrás ¿Cuándo? Demasiado pronto. ¿Por qué? Porque es imposible volverse atrás. ¿Por qué volverse atrás? Porque la actitud de él ha sido y es ambigua, de miradas tangenciales, de mi vida misteriosa y es mejor callar que preguntar.
(...) del vértigo del amor que no es nada más que un movimiento que lleva lo que soy hacia lo que no soy, en torrente, en correntada.
(...) El Amante, regido por las leyes del corazón, que es como un pulpo, absorbe al Doble como un bordado tridimensional tejido en sus propios nervios y de su propia sangre, una red inextricable que vive en él, venas y arterias. Cuando el amado se va, a veces no se lleva a su Doble: la red que los unía se rompe, y el Doble queda en el Amante. Ahora, sin el alimento del Amado, gracias a los espejismos de la memoria, es un gólem, un muerto vivo que habita dentro del abandonado y que para subsistir lo consume, devorándolo.
(...) Cuando se despidieron en el aeropuerto, él encendió un fósforo y le dijo que el amor era así: cuando se encendía, nos e podía detener la combustión sin usar agentes extraños, y una vez que se apagaba, no se podía continuar la combustión ni aun usando agentes extraños.
(...) el riesgo es elevado. Decir la verdad es pone leña al fuego, acelerar el proceso tal vez cercenando posibilidades. Es acercarse al punto de cocción definitivo en el que ya no se podrá agregar o quitar nada que pueda cambiar el sabor final.
(...) Lo que más me intriga en este mundo es entender el amor erróneo, demoníaco porque es una difracción de lo sagrado (...) entenderlo era entender una serie de errores, uno de los cuales es “la inútil clarividencia del amor”, una clarividencia retroactiva y terriblemente inútil, por la cual se ve en el amado lo que es, ni lo que podría llegar a ser, sino lo que podría haber sido.