lunes, 11 de junio de 2007

El subrayado como género ( II )

Música para olvidar una isla
Victoria Slavuski

Leído por vez primera en 1994

(...) Al avistar desde las montañas del centro del mar y los acantilados del otrolado de la isla (...) desaparecí –o reaparecí-(...) nos sentimos seres microscópicos atrapados en otra escala, como si la isla y el mundo en general fueran sitios hechos a la medida de titanes monumentales, enormes como templos (...) la sensación de ser un punto, en realidad mucho menos que un punto en la inmensidad; el enorme alivio o libertad de volver a ser nada.
(...) decidió creer que las islas son parecidas a las personas, se unió a los pocos pero infinitamente fieles que decidimos alguna vez creer lo mismo, los que sabemos de esas cosas que Eladio llama “cosas de islas”. Creyó como nosotros que es verdad que las islas, como las personas, tienen tesoros escondidos, que como las personas las islas fueron asoladas en su infancia por piratas, como las personas provocan pasiones indomables, igual que la personas son un mundo completo con plantas y pájaros singulares que allí crecieron por condiciones precisas y que no pueden encontrarse en ninguna otra parte, isla o persona.
(...) usted sabe que en los otros tenemos un doble, especialmente cuando hay amor. Los gestos y acciones de una persona son percibidos por la otra como una danza y se van depositando en ella. Las imágenes de la persona, sus palabras, los movimientos de su cuerpo, se van grabando en la otra como un doble. Todo lo que pasa en el camino que se hace entre dos personas, como un pájaro, anida a la otra. En la separación muchas veces ese doble del otro no se va. No muere con la muerte de la relación. El pájaro, por diversos motivos, no se vuela, permanece, con su plumaje extendido. Por eso hay gente que mata o se mata por amor: lo que intentan, en realidad, es matar a ese doble.
(...) Nada es más valioso para el enfermo de amor que hablar de su enfermedad, que es como hablar del amado. Hablar de él es estar con él, a decir verdad, la única manera de estar con él, puesto que él no está. Así se crea ese círculo vicioso en que hablar de un amor que no existe, le da existencia. Verdadero hipocondríaco de las emociones, toda su parquedad es puras ganas de hablar, hablar, hablar hasta desaparecer en palabras. Desaparecer, su otro objetivo: estar enamorado de algo que casi no existe revela una intención obstinada de no querer existir. Yo pensaba que había que huir como de la peste del papel de confidente de los que sufren por amor, por ellos y por uno mismo, pero esa vez, por propia voluntad, iba a ponerme largamente en el cepo.
(...) ¿A qué llama haberse enamorado? A que la imagen de él empieza a extenderse por su vida como un halo de velocidad vertiginosa, superponiendo jirones de brillo en todo (...) ¿Cómo se ha enamorado? Perdidamente. ¿Cuándo? Demasiado tarde, ¿Por qué? Porque es imposible volverse atrás ¿Cuándo? Demasiado pronto. ¿Por qué? Porque es imposible volverse atrás. ¿Por qué volverse atrás? Porque la actitud de él ha sido y es ambigua, de miradas tangenciales, de mi vida misteriosa y es mejor callar que preguntar.
(...) del vértigo del amor que no es nada más que un movimiento que lleva lo que soy hacia lo que no soy, en torrente, en correntada.
(...) El Amante, regido por las leyes del corazón, que es como un pulpo, absorbe al Doble como un bordado tridimensional tejido en sus propios nervios y de su propia sangre, una red inextricable que vive en él, venas y arterias. Cuando el amado se va, a veces no se lleva a su Doble: la red que los unía se rompe, y el Doble queda en el Amante. Ahora, sin el alimento del Amado, gracias a los espejismos de la memoria, es un gólem, un muerto vivo que habita dentro del abandonado y que para subsistir lo consume, devorándolo.
(...) Cuando se despidieron en el aeropuerto, él encendió un fósforo y le dijo que el amor era así: cuando se encendía, nos e podía detener la combustión sin usar agentes extraños, y una vez que se apagaba, no se podía continuar la combustión ni aun usando agentes extraños.
(...) el riesgo es elevado. Decir la verdad es pone leña al fuego, acelerar el proceso tal vez cercenando posibilidades. Es acercarse al punto de cocción definitivo en el que ya no se podrá agregar o quitar nada que pueda cambiar el sabor final.
(...) Lo que más me intriga en este mundo es entender el amor erróneo, demoníaco porque es una difracción de lo sagrado (...) entenderlo era entender una serie de errores, uno de los cuales es “la inútil clarividencia del amor”, una clarividencia retroactiva y terriblemente inútil, por la cual se ve en el amado lo que es, ni lo que podría llegar a ser, sino lo que podría haber sido.

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