Sábado 1
Llega a Buenos Aires Daniel, el hermano de Débora de Israel y trae consigo a sus hijas, es decir, llegan a Mora su tío y dos sobrinas: Gali y Shani. El encuentro funda la expansión de la familia, desde ahora y para siempre. Dany toma en sus brazos a mi hija, como tantas veces Débora aupó a la hijas de su hermano. Tíos con sobrinas. Los hermanos se hermanan aún más, y también Débora se entía... Comprendo que hacer upa es el nacimiento y la continuidad del amor.

Domingo 2
Fiesta familiar en nuestro hogar. El cumpleaños de nuestra sobrina Gali y la llegada de Mora a este mundo inefable provocan el encuentro: llegan sus bisabuelos maternos, sus abuelas, abuelo y tíos maternos y la abuela paterna, la reincidencia de tío y sobrinas mediorientales, y todo cobra una nueva dimensión: la familia extendida. Es la vida que se renueva, el amor de mi Débora y yo, que logramos alcanzar aquella promesa que nos hiciéramos en un bar cuando novios: amémonos, y convirtamos este amor en una familia. Hoy, cuatro generaciones son testigos de lo que produjo nuestra boda.
Lunes 3
Luego de someternos a informes psicológico y socio-ambiental, le enviamos por correo a la Honorable Señoría del Juzgado de Pequeñines de Posadas, nuestros galardones que acreditan que no sólo somos padres sanos, bienpensantes y responsables, sino personas honestas y dotadas de un notable civismo. El mes entrante nos conocerá en persona, y seguramente quedará impresionada por nuestra adultez, e inmediatamente nos otorgará la guarda de nuestra hijita. Si así no fuera, cortaremos mano y cortaremos fierro.
Jueves 6
Mi hija cumple un mes. Pero ha pasado tanto tiempo... Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, dijo el poeta, y lo confirmo yo ahora. ¿Cómo llamar al mes que pasó? ¿Qué revolución, bajo qué nombre, es ésta? Como familia, estamos constituyéndonos cada uno de nosotros tres, nada sabemos de prioridades, de importancias, de correcciones, todas nuestras potencialidades están presentes al mismo tiempo: ¿se convertirán en acto, serán excesivas, serán faltantes? ¿Qué de nuestros resguardos, qué de nuestros desamparos, nos evoca, nos convoca Morita? Hijita, no esperes un padre justo, sólo existe padre en defecto, padre en exceso y padre en búsqueda infructuosa de inestable equilibrio. Pi-pío mío: Débora y yo, tus papás, hemos optado por el fenotipo antes que por el genotipo. Hacia allá vamos, hijita: dentro de la cultura todo, fuera de la cultura, nada.

Viernes 7
Se quedan a dormir nuestras sobrinitas llegadas de medio-oriente. Nos contamos las cosas vividas, nos acordamos cuando con Débora fuimos a visitarlas hace un par de años, y nos dedicamos a nuestras actividades ya clásicas: cantar, bailar, tirarnos almohadones y ver los dibujitos. Somos tan felices, que brindamos todos con dulce de leche.
Sábado 8
Compramos el cochecito para Mora con nuestros amigos Daniel y Virginia. Comienzo con mi primera lección de manejo con un primer accidente: embisto a una moto estacionada de reparto de empanadas que cae al piso, haciendo caer en cascada a otras dos. A una de ellas le salta la tapa del tanque de nafta, que riega generosamente la avenida Cabildo. Frente al peligro, Débora ofrece una rápida respuesta: se descostilla de risa. Los empanaderos me miran con ojos asesinos. Yo, altivo, inmutable e impune, les hecho la culpa a ellos: “¡qué mal estacionadas estas motos, caramba!
Domingo 9
Primera salida con la nueva carrocería, y una coincidencia: cochecito y ocupante se encuentran en ablande. Mora manifiesta escasa tolerancia al nuevo habitáculo. Un ratito y ya berrea, corcovea, como potrillita salvaje. Nos preguntamos si ese rechazo mermará alguna vez, ya que a cientos de bebés se los ve tan satisfechos en sus pequeños carromatos...
Visita de nuestros amigos Mario, Eleonora y Zoe, quien con sus cinco años, luego de auscultar a Mora, concluye: “todavía es muy chiquita para que hagamos ‘choque los cinco’”. Nuestro buen amigo nos ayuda a reconstruir la cuna funcional, un generoso préstamo para Mora, que cuando sea grande y tenga su habitación, dormirá en ella. El armado se torna dificultoso. Los acontecimientos se precipitan. Mario, en tren de nerviosidad comenta: “es complicado con estas varillas de mierda”. Zoe, atenta, lo recrimina: “papá, se dice ‘con estas varillas’ solamente. ¿o tengo que educarte yo, ahora?”

Lunes 10
Tercer visita al Dr. Cacho. Mora se encuentra en perfecto estado de salud, su longitud se alarga, su peso se sopesa en aumento, y su perímetro craneal se ensancha. Concluimos luego de reflexionar con cuidado, que Mora está creciendo. Débora nuevamente, pela su lista de las mil y una preguntas. ¿Cuál es su postura doctor: boca arriba, boca abajo, de costado? Al verlo azorado, le aclaro que no queremos saber de sus intimidades. Sigue embistiendo la madre: ¿Está bien que el papá le ponga el meñique en la boca a Mora para que se duerma? ¿No que NO está bien, doctor? ¿No es problema que duerma con nosotros en la cama después de la mamadera de la 5.00 de la mañana hasta que salga el sol? ¿No que NO es problema?
El Dr. Cacho nos recomienda realizarle a Mora unos estudios preventivos, y que sean analizados por una docta eminencia. ¿Habremos de temer acerca de algo más?
Miércoles 12
Presentación en sociedad de Mora a la familia materna en su totalidad, es decir, más de treinta seres humanos, con motivo de la Cena de Pesaj, la pascua judía, con los innumerables Nakache: tíos, tías, hermanos, sobrinos, primos, primas, sobrinas, nietos, nietas, novios, novias, esposas, esposos, se acercan, la rodean y le hablan en lenguas. Mora los mira como quien mira al monstruo de mil cabezas. Se reserva todo comentario. A mí me sorprende la emoción de presentarles a mi hija, de presentarme como padre. Luego, la lectura de la Hagadá, el relato de la salida a la libertad, que pretende transmitir lo inefable, lo no dicho. ¿Y por qué esta noche es diferente a las demás? Ley, enseñanza, guía... palabras nunca tan significativas para mí, para mi paternidad que crece junto con mi hija. ¿Acaso estaremos, sin saberlo, escribiendo un texto familiar? A veces contemplamos el mundo y se nos ocurre que no tiene argamasa que una los acontecimientos del azar, sino que hay que hacer un esfuerzo para descubrir su melodía. Débora, amor, Mora, amorcito: ¡cantemos!
Jueves 13
Peligro uno: conato de conjuntivitis amenaza a Mora. Zafarrancho de combate: algodón, tecito, aplicaciones curativas. Peligro dos: cada vez más debo asumir el retorno a mis trabajos universitarios. Eso me angustia: separarme de mi hogar, dejar a mi hija y a mi esposa. El trabajo pertenece al principio de realidad establecido, y la crianza de Mora al principio del placer. Toda aproximación entre ambos será en pie de guerra. ¡La sociedad me está escamoteado el derecho a ser padre y esposo! Le digo a Mora que el trabajo es intrínsecamente doloroso, pertenece al reino de lo impuesto sobre el ser humano y que por lo tanto debe ser abolido. Mi hija asiente en silencio. Me levanto, me paro sobre la mesa y con los brazos en alto le digo: ¡Hija mía! ¡Pi-pío mío! ¡Debemos haraganear en todo, salvo en amar, y en beber, salvo en haraganear, como ya lo ha dicho Lessing! ¡Salud!
Sorpresa uno: desde Pesaj, nuestra hija está pegando un estirón horario en cuanto a sus horas de sueño. Está creciendo, y nosotros nos aprovechamos de eso para dormir más. Mora se está apiadando de nosotros...
Sábado 15
Salida de compras a la Feria Municipal de la calle Moldes. Elegimos quesos, carnes blancas y rosas, verduras y frutas. Sorpresa dos: nuestra hija ya se reconoce habitando el cochecito y ve personas y nubes pasar. Paseo por la plaza: le presento las palomas a mi hija, quien las mira extrañada, hasta que estira su brazo como queriendo establecer un encuentro cercano del tercer tipo.
Nosotros vamos por el barrio orgullosos, y le enseñamos al mundo cómo crece nuestra bella hijita. Extrañados, notamos que no toda la gente se maravilla ante ella. No hay nada que hacer, la gente está mal, está mal...

Domingo 16
Visita de los primos paternos Juan Mauricio y Rafael. Mora recibe un solcito musical para su futura habitación. Mis primos treintañeros miden entre 1,90 y 2,00 m. pero frente a Mora se empequeñecen y temen tenerla entre sus brazos. Los miro cómo la miran con ternura y en silencio. Los recuerdo niños, mirando el mundo, tan grande frente a ellos. Los miro hoy, hombres, aniñándose para acercarse a mi hija.
Lunes 17
Llama nuestro amigo Bruno desde su casa en Barcelona. Nos contamos las buenas nuevas, tratando de matar la distancia, de construir imágenes a través del hilo del teléfono, con la ilusión de hacernos visibles: es el amor y el extrañarse hecho de lingüística y silencio.
Visita al Dr. Stamboulian, una docta eminencia, para que nos hable de los estudios realizados a Mora de toxoplasmosis y citomegalovirus, y así saber de la salud profunda de nuestra hija. Nos dice que no hay riesgos en un 99%. Le comento que es un porcentaje algo tranquilizador. La eminencia, en un todo de acuerdo conmigo, nos dice que si fuera su nieta, con estos resultados, él dormiría tranquilo. Nos vamos para casita entonces, para proceder a dormir tranquilos y seguir celebrando, una vez más, el estar juntos, sanos y salvos.
Martes 18
Otro zafarrancho campamentil: se quedan a comer y dormir Gali y Shaní. Preparamos la cena y cada uno se deleita con sus preferencias. Mora, ajena a la bacanal, sigue prefiriendo su biberón. Jugamos, correteamos, gritamos, todo porque sí, porque así es jugar. Preparación de las camas, las sábanas van y vienen, nadie se quiere bañar, todos quieren golosinas... Hogar, dulce hogar.
Miércoles 19
Hemos descubierto en estos dos meses, que Mora, a través de ese instrumento originario que es la laringe, llora. Y llora. Y llora. Es un ser llorante. Por hambre. Por sueño. Por sus gasesitos. Por dolor de estómago, fruto de las primeras digestiones. Por estar aquí. Por no estar allí, por la plenitud perdida. Llora porque sí, sin más, llora porque no, ¿por qué no? Por el mejor de los motivos. Sin motivo alguno. No demanda nuestra presencia, porque no nos conoce. No sabe de presencias ni ausencias. Es un llorar sin nombre propio. No sabe que es ella quien llora. No llora su desamparo. No llora por angustia. ¿O sí? Su llorar es un significante sonoro difícil de sostener. Cuando sucede en la madrugada, cuando corta el silencio de la noche, ese grito es un desafío para su madre y para mí. Es un interrogante que nos interpela y que coloca en reto a nuestra paciencia, que provoca a nuestra impaciencia. Mora y su llanto-cólera, su llanto-ahogo, sonido exasperado que no se calma frente a nuestra asistencia. ¿Le duele vivir? ¿Ya? En su llorar rechaza aquello mismo que reclama. Nos coloca en una paradoja. ¿La de ser padres? Queremos reparar, sanar, aquello mismo que provocamos. Quizás este llanto originario sea el instrumento a través del cual mi hija ejecute el testimonio dramático de eso, innominado, que la sacude. Se trata de estar, nada menos. La familia también empieza cuando hay dolor compartido.

Sábado 22
Llegan la tía y la prima santafesinas paternas. Se produce el encuentro entre Daniela, mi sobrina y mi hija. Contemplo la escena y comprendo que mi sobrina, con 17 años, fue lo más cercano a la paternidad que experimenté: la esperé nacer, la acuné y la vi como crecía en distintos momentos de nuestras vidas, separadas por varias provincias argentinas. Fui, soy y seré su padrino. Esa bebita que tuve en brazos, es hoy esta mujer que le habla a mi hija como yo la aupé y le hablé a ella alguna vez. Son primas, desde hoy y para siempre.
Domingo 23
Nos vamos a la fiesta que fuera preparada por Débora y Dani para nuestra sobrina Shani, con toda la familia paterna y materna de mi señora esposa. Se trata de un pre bat-mitzvá, pensado por su papá como un bautismo laico. Dejamos a Mora en casa al cuidado de su abuela, tía y prima paternas. Vamos con nuestras sobrinas Gali y Shani al salón, cantando y riendo. El sol dominguero festeja con nosotros. Estamos juntos, pudimos encontrarnos las familias, a pesar de la gran distancia geográfica. Débora brilla de felicidad, con su ser madre y tía, con sus chiquitas del corazón todas juntas.
Lunes 24
Salida familiar: cumpleaños de Lautaro, nuestro sobrino, en un pelotero, en horas del mediodía. Insisto en viajar en subte, quiero que Mora explore el submundo de los transportes. Es un día de sol, la vida nos sonríe, somos padres felices. Está Dani con sus hijas, los primos y amigos de Lautaro que saltan, gritan, comen panchos y transpiran. Mora, indiferente al libre albedrío, se dedica a observar los colores a los que están adheridos los objetos circundantes.
Miércoles 26
Morita comienza a responder a nuestro buen día con una sonrisa y con pequeñas carcajadas. Ya no son sonrisas reflejas. Mora está advieniendo persona, a través de su mirada. Reconoce algo que le llega a través de sus sentidos: en un tiempo sabrá que es el mundo, ese desconocido que se le presenta. Pronto seremos para ella sus padres, cuando dejemos de ser luces y sombras. Mora me mira. Me sorprende su seriedad cuando su mirada trabaja sobre el objeto observado: mi rostro. Me conmueve, me inquieta su presencia, este comenzar a estar aquí. Mora, pi-pío, te espero, te estoy esperando... Yo te protejo de la muerte, vos protejeme del olvido...
Compartimos su crecimiento con el tío y las primas maternas, quienes se quedan a dormir por ser su última noche en Argentina. Jugamos, bailamos, nos reímos, para ahuyentar el dolorcito que se avecina por su partida.

Jueves 27
Un día de tristeza, ya que Dany, Gali y Shaní regresan a su hogar en el kibbutz al sur de Israel. Mi amada esposa y mi pequeño pi-pío los acompañan a Aeroparque para despedirlos, mientras que yo debo presentarme en mis obligaciones académicas. Los despido en casa, prometiéndonos cruzar medio mundo para seguir con el encuentro inter-familiar.
Viernes 28
Llego cansado, malhumorado por haber estado ausente tantas horas de mis chicas. Débora disfruta de su licencia. Está todos los días, todas las horas con Mora. La envidio profundamente. Estoy pensando en eso, cuando me dice: “estuve hablando todo el día con Mora, y cuando la saqué a pasear, hablé de Mora con otras personas... ¡háblame de algún tema teórico!”. La abrazo y le propongo que discurramos acerca del falso debate Piaget-Vigotsky. Discutimos acaloradamente.
Sábado 29
Día con amigos queridos: salida a restaurant con Mario, Ele y Zoe. Los cinco comemos, nos reímos y charlamos con Mora y Zoe de mamaderas y dibujos. La alegría de la salida en familia la acompañamos con ricos postres. Ya por la noche, nos visitan Sandra y Oscar con sus hijas Laura (quien hace un tiempo nos nombró sus tíos postizos) y la pequeña Victoria. Se alegran mucho de ver a Morita sana y creciendo. Laura la mira, mira las fotos de Mora neonata y sentencia: “¡es que nació re-chiquita!”.
Cada día
Llegada la caída del sol, Mora despliega su escena lloril asociada al ocaso. La bañamos, en una bañaderita celeste que nos prestaron Mario y Ele. Mora suele entrar al agua con los puños apretados, sus ojitos cerrados, tensa, quizás preguntándose si estará segura en manos de estos dos insensatos. Al verse aún con vida, comienza a relajarse y dejarse mecer. Siempre que la bañamos, le ofrecemos un repertorio de canciones de baño a dos voces, que tolera con estoicismo.
Nuestra hija duerme en su moisés ubicado en el dormitorio de sus padres a un costado de la cama matrimonial. Cada noche emprendemos un viaje onírico que se constituyen de ratos de sueño en este dispositivo montado, cual motoneta con sidecar. La noche y el silencio nos acunan a los tres, hasta que el sistemita digestivo de Morita enciende su alarma. ¡Todos a sus puestos! Leche, mamadera, pava eléctrica, babita, chupete, en una ceremonia que se repite hasta siete veces cada día, convirtiéndonos en eficaces y veloces dadores del líquido elemento. Es la ceremonia de ser familia, es decir, de ser felices.