miércoles, 21 de marzo de 2007

diarios de la urgencia

Estas crónicas aparecen como una manera posible de trocar en escritura algo que posee una dimension inenarrable: el constituirme en padre. La mía es la historia de un nosotros, que se tornó en la conformación de una familia adoptiva.
Reencontrame hace pocos años con la mujer que habitó mi pasado y revoloteó en mis sensaciones mucho tiempo, fue un regalo que la vida, un día que estuvo mimosa conmigo, quiso hacerme. A la hora de querer hacer del espíritu del amor una materia vital (algo deseado de inmediato), debimos recorrer un camino de espera que nos llevó hasta la decisión de adoptar un hijo, de constituírnos entonces, en una familia adoptiva.

En nuestro país, la República Argentina, el sistema de adopciones está colapsado. El Estado se ha retirado casi por completo como instancia de mediación entre quienes no pueden criar y quienes no pueden concebir. Otros actores institucionales empezaron a ocupar ese lugar: los organismos no gubernamentales, los hogares de guarda, los estudios jurídicos, las asistentes sociales de los hospitales públicos y muchos más etcéteras. La adopción atraviesa una franja desde la legalidad jurídica, pasando por la debilidad jurídica y la dudosa, hasta llegar al mercado de compra-venta. Esta dramática realidad parece hasta estar presente en las páginas del diccionario: el témino adoptar está rodeado, a pocas palabras, de otras significativas en esta difícil coyuntura: adolescencia, adquisición, adueñarse, adulteración, pero también admirar, adomiciliar, adoración, adrenalina, advenimiento...

Quiero contar de este ahijamiento, de este abrazo que emprendimos desde que encontramos a Mora, quiero escribir acerca de este deseo arrollador, enigmático, inédito. Por eso estos Diarios de la urgencia. De la urgencia por nacer, de la urgencia por crecer, de la urgencia por seguir creciendo...

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