agosto 2006
Martes 1
Impactados por haber ido al cine el mes anterior (en realidad ayer), decidimos incursionar en la versión empobrecida de la percepción de la obra-imagen-en-movimiento: alquilamos un VHS en nuestro videoclub amigo. Elegimos “Perdidos en Tokio” y la disfrutamos mientras Mora reposa en sus habitaciones (en realidad una).
Miércoles 2
Nuestra hija descubre sus manos y se dedica a observarlas. Las abre, gira y cierra, especialmente su mano derecha. La rota y la observa en anverso y reverso, extiende sus dedos y trata de decirle cosas, como si sus extremidades superiores fueran extraños pájaros y ella una experimentada ornitóloga que sabe cómo comunicarse con formas de vida aladas. Le pregunto qué esta haciendo, y luego de pensar un rato me dice: “es que papi, resulta que lo permanente no significa lo inmóvil, sino simplemente lo que no cesa, mis manos son móviles, me parece que son permanentes y entonces no cesan”.
Viernes 4
Mora avanza en el descubrimiento de su cuerpo: se va anoticiando que tiene una pierna al final de su cadera y que probablemente también tenga otra, procediendo a experimentar los movimientos que estas extrañas partes corporales desarrollan. Nuevamente le pregunto que está haciendo, y con carta de “es evidente” me dice: “es que papi, más allá de mí misma, en algún lado aguardo mi llegada. Me doy cuenta que estaba en otras partes más allá de mí, esperándome”.
El atardecer anuncia el pase al fin de semana, razón por la cual salimos todos a merendar mamaderas, cafeses con leches y demás. A cada cual lo suyo.
Sábado 5
Ha llegado el momento de la vacunación pentavalente para la niña creciente. Vamos los tres hacia la aguja asesina. Mora, altiva, mira a la enfermera como diciendo “¿tú también, Bruto?” Finalmente, demasiado humana, llora a boca abierta. Débora sufre: otra vez, no puede, no sabe, no quiere tolerar la escena.
Despaciosamente, convalecientes los tres, nos dirigimos hacia otra escena, que pronto llegaría: la del almuerzo. Nos encontramos con nuestros amigos Ele, Mario y su hija Zoe, quien realiza en la sobremesa un retrato de Mora a mano alzada, que pasará a integrar la pinacoteca expuesta en la habitación de mi hija, titulada con coherencia “Retratos de Mora”.
Ya anocheciendo, llega Gaby, la tía paterna, quien se queda a cuidar a Mora producto de una programación otrora acordada, consistente en que los padres de la pequeña saldrían exorbitados a disfrutar de la alocada vida nocturna de Ciudad Autónoma, tan abandonada por ellos, desde que asumieron responsabilidades paternales y maternales de crianza. Hete aquí que desde un par horas después de almorzar, un dolor abdominal comenzó a gobernarme cual dictadura latinoamericana, hasta un punto de tal de insoportabilidad que terminamos por la noche mi fiel esposa y yo en el sanatorio Güemes, entre análisis clínicos, placas y muestras de agüita amarilla. A todo esto, ya iban casi 12 horas de cólicos y yo seguía retorciéndome en la camilla de la guardia. Débora, ya sin otros recursos para consolarme, comenzó a leerme ¡un libro que hablaba sobre el placer de veranear en los balnearios! En la oscura madrugada me dieron el alta con un diagnóstico abierto: apendicitis o infección, por lo que había que aguardar hasta mañana si cedían el dolor y la inflamación. No, si nosotros sí que sabemos vivir la vida.
Domingo 6
Comienzo el día en mi forma más lamentable: el dolor apenas había bajado y la inflamación intacta, y tenía indicación médica de no acercarme a mi hija, debido a la presunción de infección. Paralelamente a este cuadro –que podría ser tranquilamente el Güernica de Picasso- mi hija se despacha cumpliendo cinco meses. No puedo decirle en mi estado que ella es mi reciente morada, que por ella me demoro en cada paso, mirándola, pensándola. (¡cómo me duele la panza!) Quiero morar en cada instante, en cada escena que compartimos en familia, viviendo esta intensidad, este presente. Creo que la vida, como toda obra de arte, necesita que nos detengamos frente a ella, que abjuremos del fragor de las batallas cotidianas y citadinas, y que la escuchemos: (¿hasta cuando tendré que soportar este dolor?) ella tiene algo para decirnos, algo íntimo, reservado para quien que la escuche latir. Es un regalo para el que la quiera recibir: es un presente.
Con motivo del cumplemes, Mora recibe un llamado desde Entre Ríos de Cecilia, su tía-abuela paterna, deseosa de saber de la evolución de su sobrina-nieta. Entretanto, la tía Gaby retorna, no escarmentando del día anterior y con continuados anhelos de sacarle el jugo a cada viaje que hace desde Santa Fe, desplegando públicos deseos de tiazgo. Aprovecho para hacer usufructo de mi hermana, y con rostro y voz de enfermo le solicito que me cuide, ya que merced a convencerla, mi esposa marchóse con Mora al cumpleaños número uno de Valentino, el hijito de nuestra prima Brenda.
A eso de las 17.00 y después de UN DIA de cólicos, la inflamación comenzó a bajar y las puntadas a ceder. Mi bella esposa, hubo de atendernos todo el día a Mora y a mí, por muy diversas razones. Le estamos agradecidos por ello.
Martes 8
Visita al pediatra Cacho. Mora acusa en la balanza 7,000 kgs. y atropella con 64 cm. de altura. Ante nuestra consulta por sus crecientes reflujos post-mamadera, nos recomienda que le administremos leche antirreflujo. Nos comunica que comencemos a sentarla y nos explica la posición trípode para que la niña comience a reconocerse en esa posición. El galeno así la posiciona para enseñarnos. Mora lo mira como preguntándole: “¿se puede saber qué está haciendo doctor? ¿se encuentra usted mamado?” Luego Débora, perpetuando su costumbre, despliega su listado de preguntas, dudas, consultas y demás yerbas y palitos. Escena de madre entusiasta y pediatra resignado a lo inevitable. Finalmente, el facultativo encuentra a nuestra hija sana y salva. Nos lo comunica y procede a felicitarnos por como estamos criando a Mora. ¡Albricias, enhorabuena, recórcholis, por tutatis!
Jueves 10
Periplo por la obra social para que nos otorguen las latas de leche pediátrica para Mora. Papeles, explicaciones, sellos, autorizaciones, me permiten que siga aborreciendo a la burocracia, ese invento del sociólogo Max Weber que cobró vida propia cual monstruo frankesteniano: el burocratismo, otorgando a los servicios administrativos un poder que a todos nos atenaza con sus tentáculos. ¡Lucharé contra el monstruo para que no devore a mi hija!
Sábado 12
Fiesta de cumpleaños de nuestra amigas Gabriela y Soledad, las tías borrachas de Mora. Nos mandan una invitación que dice: “como los ríos, los amigos abrazan, contienen, acercan, comunican, conmueven, como cauces de un destino inagotable. Como los ríos, somos las coordenadas del cauce”. Contentos y con flores, vamos a su encuentro, a pasar lo que fue una noche llena de dicha, mientras Mora queda bajo resguardo de su tía Sara, la amiga de infancia de la otrora infanta Débora.
Domingo 13
Hoy la sociedad de consumo ordena que es el Día del niño. Le regalamos a nuestra hija la Gata Murrungata para su cuna, quien entra a convivir con el Oso Sinforoso y la Jirafita Ita. Luego de un período de adaptación, resultan amigos, y agigantan la Barra de Gomías de Mora, que la ayudan todas las noches a dormirse cantándole unos arrorrós, algunos negros spirituals y ciertas canciones de música progresiva.
Lunes 14
Problemas diurnos: Mora se viene negando sistemáticamente a quedarse sentada. Basta que la pongamos en posición trípode para que la tipa abra los brazos en cruz y se arquee para atrás, cual nadadora en trampolín de piscina olímpica. Una y otra vez corcovea y sólo se calma cuando recupera su posición horizontal. ¿Habremos de contratar a un domador de circo?
Miércoles 16
Después de tanto y tanto dar vueltas, constatamos que en el mercado de la ingesta infantil no existe la leche antirreflujo (AR) líquida. Volvemos como en marzo, a la vaca rallada: leche AR en polvo, agua hervida, revolvida cucharil de ambos ingredientes en la lucha contra los grumos, y otros menesteres necesarios para la alquimia. El dispositivo alcanza tal complejidad, que decidimos que las mamaderas de la madrugada y el amanecer sean de leche pediátrica líquida. Es la vida que nos alcanza.
Nos escriben desde Barcelona nuestros amigos Bruno: “Me alegra que estés siendo feliz en familia, viendo crecer a Morita” y Soledad, quien leyendo los Diarios de la urgencia dice: ¡ansío el próximo capítulo... me siento tan cerca de ustedes, cuando los leo me lo imagino todito!” Le cuento a Mora que aunque ellos estén tan lejos, el amor construye puentes de luz que todo lo alcanzan.
Viernes 18
Termina la semana laboral. Llega el tiempo de la holgazanería, la molicie del espíritu. Exultante, le digo a Mora que se vienen dos días sin trabajar. Me pregunta qué es “sin trabajar”, olvidando que fue un tema que ya hubimos de abordar. Resuelvo ser más enfático al respecto. Me paro sobre la mesa y vocifero: “¡A quienes sostienen que el trabajo hace más viril a los hombres y constituye una obligación especial para los que son padres, yo les digo: es más viril rechazar todo yugo y depositar cualquier esperanza de progreso en el descanso! ¡Oigan todos: trabajo deriva del latín tripaliare, que significa torturar ¡torturar!, que a su vez deriva de tripalium, un aparato de tortura formado por tres palos cruzados! ¡Horror! ¡Vayamos todos a abolir el trabajo ahora!” Mora me mira y piensa: “éste no sabe la que le espera cuando venga mi mamá”.
Sábado 19
Salida de almuerzo en familia. Paseo de sobremesa y luego de visita a la casa de nuestros amigos Sandra, Oscar, y sus hijas Laurita y Victoria, puesto que Sandra cumple años. Comemos, reímos y sacamos fotos, actividades que estructuran todo buen lazo de amistad. Laurita nos regala un retrato de Mora con chupete incluido, por lo que la Galería “Retratos de Mora” aumenta su pinacoteca.
Problemas nocturnos: Mora se viene atragantando y derramando la leche líquida, por lo que decidimos volver a la vaca rallada. Guiada por el sentido común que la caracteriza, Débora procede a auscultar las tetinas y descubre que los orificios están agrandados. Sucede que la leche en polvo tiene una densidad que hacía difícil la ingesta, y habitualmente se producían grumos en el paso de la leche, lo que implicaba que Mora protestara por considerarse estafada en su buena fe. Frente a esto, Leticia, la señora que cuida a nuestra hija, decidió hacer mayor diámetro en los agujeros. Resultado: a comprar otro set de tetinas. ¡Qué país, qué país!
Domingo 20
Salimos con Lidia, la tía de Débora, su marido el Negro y sus hijos Nayla y Lautaro.
Vamos en cuatrimotor hacia Plaza Francia y aledaños, intentando ser indiferentes ante el frío del persistente invierno. Mora lo enfrenta con su arma más poderosa: el ceño fruncido. Los varones jugamos a la pelota, las mujeres preparan el mate y todos juntos disfrutamos del paseo dominguero.
Lunes 21
Me escribe nuestro amigo Jorge a propósito de los Diarios de la Urgencia: “la fascinación y la catarata de descubrimientos a los que Mora te induce” y me sugiere titularlos "acerca de la paternidad (y de la esposidad),(y de la unomismidad)”. Le agradezco y tomo nota de su sensata idea.
Invitamos a bisabuelos y abuela materna a nuestro hogar para que vean cuán crecida ya está Mora. El evento consiste en un almuerzo donde entre pollos y fideos-resorte, la agasajada observa con seriedad a sus familiares locales y visitantes: tiene la secreta sospecha de que lo llevado a nuestras bocas puede llegar a ser interesante. Mora se muestra resfriada, con mocos y con la consecuente respiración bucal. No obstante, se muestra anfitriona y sonríe ante los halagos recibidos.
Martes 22
Llega a seguir reafirmando su abuelidad paterna (como si hiciera falta) justamente la abuela paterna, todo un acto de coherencia, nuevamente. Con ella, nueva visita de la tía paterna, en otro periplo Santa Fe-Baires.
La familia materna y paterna de Mora se reúnen una y otra vez, y estos encuentros parece desmentir el interés, el egoísmo y la sed de lucro con que las sociedades modernas fundaron a esta institución: todos nos queremos, y lo demás no importa nada. Quizás Mora nos transforme a todos en post-feudales y pre-capitalistas al mismo tiempo.
Miércoles 23
Sonamos: nuestra hija descubre en forma definitiva que el alimento en el mundo no se compone sólo de leche en biberones. Cada vez que nos observa almorzar, su mirada denota creciente ambición. Nuestros desayunos y meriendas ya no le resultan indiferentes: observa qué es lo que nos llevamos a la boca cada vez y nos mira como diciendo: ¡basta de farsa! ¡exijo algo más copado para mis comidas!
Su necesidad de ingesta, que atraviesa varias fases, a veces la agarra muerta de hambre en medio del proceso mamaderil, y la única manera de calmarla es que vea cómo preparamos su biberón, introduciendo las medidas de leche en polvo y agua, más el agite y enfríe pertinente bajo la canilla de agua fría. Es tanta la atención que pone en la operación, que deja de llorar y observa con ojo de relojero cada movimiento. Cuando la mamadera está lista y enfriándose en la pileta de la cocina, ella en posición de upa, se agita hacia donde se encuentra la mamadera, se inclina y trata de tirarse de cabeza hacia la bacha, con brazos extendidos y manos abiertas, en franca intención apoderadora. La comida, se confirma, entra por los ojos.
Viernes 25
Mora no cesa de apropiarse del mundo. El nombre de lo que mira y toca se convierte en una parte de su experiencia con los objetos, ya que su madre se los dice en cada exploración que nuestra hija realiza. Imagino que la “realidad” para Morita es como un tapiz en proceso de fabricación, cuyo diseño sólo se hace inteligible a medida que ella, tejedora, añade toques de color, de gestos, de voces, a lo que va conociendo. Creación, revelación o descubrimiento...energía de los sentidos, actividad vital generadora de sentido, de radiantes imágenes y de sensaciones de vida, constituyen los luminosos índices de su existencia.
La observo expresarse y pienso que empieza a ser en el mismo acto de expresarse: su búsqueda de reconocimiento de los signos personales en las imágenes del mundo exterior, y la exteriorización de sus imágenes en el mundo de todos, afirma el reconocimiento de sí y de lo real que mi hija construye día a día. Le pregunto si es así como le están pasando las cosas. Me mira como diciendo: “¡nada que ver, papi!”
Domingo 27
Salida de paseo, que nuevamente se convierte en almuerzo. La manducación la llevamos a cabo en un lugar cerca de los bosques de Palermo.
Somos una familia, algo que pone contenta a la antropología, ya que la nuestra es una familia hecha a base de gentes no consanguíneas, lo que permite una descendencia más fuerte en lo físico y en lo moral. Somos dos tribus avanzadas que se han mezclado: nuestros cráneos han crecido, como era de esperar, y hemos alcanzado la cultura. Es decir, luz, civilización y libertad. Le comento todo esto a Mora. Nos mira como pensando: “reflexionen, todavía están a tiempo ¿en las cuevas de Altamira no se estaba mejor?”
Lunes 28
¡Finalmente! Mi hija acepta sentarse en posición trípode en un estado de equilibrio muy inestable, por lo que se mantiene ayudada con almohadones a sus costados (4 costados = 4 almohadones). El cambio de punto de vista la sorprende: el mundo, junto con ella, comienza a descender de las alturas y empieza a mostrarse sentado. Este giro con aire copernicano, claro, la marea: paulatinamente va adoptando la posición “Torre de Pisa” hasta un estado creciente de derribación plena. Todo vuelve al punto cero. A reconstruir el mundo nuevamente Mora, te prometo que te va a llevar algo más que seis días con un séptimo de descanso.
Miércoles 30
Resulta que la cuna de nuestra hija tiene dos niveles, y desde un principio, la señorita reposó en el primer piso. Hete aquí que la tipita ya quiere hincarse y asomarse para balconear, con el consabido riesgo de quedar prisionera de la Ley de Newton, y caer al piso, un tema grave (o de gravedad). Es preciso descender a Mora hasta la planta baja de la cuna, lo que implica que su madre y su padre deberemos tener un juego de cintura para levantarla y acostarla, ya que las paredes ahora han quedado altísimas. ¿Es que entonces ahora será necesario un personal trainning? ¡cáspita, zambomba, santa elongación!
Jueves 31
Tiempo de hechura de papeles para renovar la guarda de Morita: le escribimos una carta a Su Señoría la Jueza para comunicarle lo vivido en familia y le enviamos lo solicitado por su juzgado: certificación de buena salud por parte del pediatra, fotocopia certificada de la libreta de vacunación, junto con algunas fotos de estos meses para que -según Débora le escribe- “pueda ver lo hermosa que está y cuanto la quiere su familia”, tratando de ser objetiva, pero fracasando en lo absoluto, sin dudamente. En un nuevo intento de presentar cierta neutralidad en la narración de los hechos, mi joven esposa escribe: “está en un momento de crecimiento muy acelerado, donde todos los días aprende algo nuevo (...) es una bebita muy activa y ansiosa, le gusta emitir sonidos y es muy mimosa. La verdad es que todos los que la conocen, se sorprenden por la manera de expresarse y relacionarse con los demás”. Nuevo y estrepitoso fracaso de mesura. Es una carta que me conmueve, de una madre felicísima que se despide diciendo: “cada día su presencia en nuestras vidas es un milagro de amor y luz”.
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