Septiembre 2006
Sábado 2
Salimos los tres Amaya-Nakache a imprimir fotos de Mora con nosotros y con la familia extendida, para enviarle a su Señoría la Jueza misionera, junto con los papeles solicitados para la renovación de la guarda. La selección de fotos nos confronta con el pasadito de nuestra hija, que nos llegó siendo un pichoncito-renacuajito de morondanga y hoy ya es toda una señorita. Este nuevo envío a Su Señoría nos acerca cada vez más a la adopción plena. Es que los tres cada día somos más familia en el amor y lo queremos ser también para las leyes jurídicas humanas.
Domingo 3
Visita a la casa de nuestros amigos Ele, Mario, Zoe y Quico. Se trata de reunirnos y comer, es decir, reproducir la argentinidad también en el encuentro de amigos. Brindamos con rico vino por la reunida, ocasión donde le agradezco a Mario (quien se hace el desentendido) todo lo que nos ayudó para que pudiésemos encontrarnos Débora y yo con nuestra bella hijita.
Lunes 4
Consulta de control al pediatra de la obra social. Nos indica que el miércoles, cuando cumpla seis meses, Mora ya podrá empezar a comer sólido, aconsejándonos para tal efecto, papillas varias. La madre de la niña llora diciendo “¡cómo crece mi hija! La niña de la madre sonríe y piensa: “¡por fin se avivaron, loco, quiero morfi de verdad!
Martes 5
Llega la abuela paterna y Jonathan, el tío materno. Al susodicho le agarra un ataque de amor, que expande hablándole al oído a Mora, y abrazándola de tal manera, que mi hija encuentra un placer inesperado, quedándose pancha, recibiendo los mimos de su tío. Debo confesar que este truhán me hizo experimentar por vez primera los celos de padre, al contemplar a mi hija con otro hombre que la mima.
Miércoles 6
Bruno, nuestro amigo radicado en Barcelona, nos escribe: “leo las noticias sobre el imparable crecimiento de Morita. ¡Seis meses, criatura, no sabe en manos de quienes ha caído!” Anhelo el momento en que pueda tomarla en sus brazos y convertirse materialmente en el tío que vive en el extranjero.
Llega finalmente el día D (desembarco del alimento sólido). Los seis meses de Mora los inauguramos dándole su primera papilla. El menú del día de la fecha consta de: primer plato banana pisada, segundo plato: manzana rallada. Mientras su mamá le prepara la comidita, llora de emoción diciendo: “¡cómo crece mi hijita!” La casa se reserva el derecho de admisión.
Las miro, a mi hija y a mi esposa, atribulada una, por los extraños sólidos que introducimos en su boquita y emocionada la otra, frente a semejante acontecimiento y pienso que los tres somos una creación de aquello que una vez le propuse a mi otrora chica-que-me-gusta, hoy mi amada esposa: “formemos una familia”. Me siento superpoderoso, modestia aparte.
Jueves 8
Luego del día D, la emocionada madre de Mora inundó el éter electrónico con las fotos de nuestra hija y su carita de asombro y posterior entusiasmamiento, ya que con sus manitos agarraba el babero y chupaba la comida que allí había caído, en clara intención de recuperar el tiempo perdido en la ingesta de escuálidos biberones. La carta anunciando la buena nueva fue, claro, enfática: “para que lo sepan y lo vean con sus propios ojos, ¡ayer Morita empezó a comer! Esta es nuestra fiesta cotidiana, sus seis meses recién estrenados y la sorpresa por este hecho inédito que inaugura una nueva era Moriana. Tal como pensábamos, la escena del comer le pareció rarísima pero le gustó o por lo menos intentó tragar, chupetear, sorber, lo que sea. Finalmente le quedó bastante más dentro de la panza que en el delantalcito plástico que le pusimos (aunque allí quedó bastante). Por supuesto (antes que lo diga el padre) yo lloré como loca preparando el purecito de manzana y el de banana”. En fin, diatribas e improperios que arroja irresponsablemente mi señora esposa, como si yo la tildara de lacrimógena... ¡Habráse visto insolencia, barbarie y alevosía!
Viernes 9
Llega carta electrónica de Gaby, la tía paterna, desde su residencia santafesina: “la semana pasada soñé que le daba besos a Morita en la espalda, a la tarde cuando llegué a casa había un nenito de dos años al que le levanté el buzo y le di los besitos destinados a Mora... es que ya se me inflaban los cachetes de tenerlos guardados”. Es evidente que ha alcanzado una dedicación full-time para llevar a cabo su tiazgo.
Mora ya come con cierta maestría. Comienza a estirar su cuellito para recibir la cuchara con el sólido maná que su emocionada madre le ofrece. La nena le come ¿qué más puede pedir una madre judía?
Sábado 10
Visitan a Mora sus tíos maternos Judith y Jonathan con regalitos inéditos para ella: ¡zapatitos! Almuerzo familiar donde comentamos el crecimiento y la belleza sin precedecentes de mi hija. Sus tíos, contentos con su título ganado en buena ley, la ley del amor.
En horas de la tarde, nos visita Nuri, la amiga de infancia de Débora, su esposo y su bonita hijita. Como Mora ya es toda una mujer, les devolvemos el moisés que nos hubieron de prestar con amor, y que cobijara a nuestra hija en sus primeros tres meses de vida. Aprovechamos para mostrarles los progresos que Mora estaba haciendo con el canchero auto-sport montable que nos regalaran en su visita anterior: mi hija se toma del volante y pasea por la casa, empujada por una nafta especial con bajo contenido en plomo: yo mismo.
Ya ensanchada la noche, nos procuramos una salida de marido y mujer a un cumpleaños de una compañera de cátedra de Débora con dancing, donde mi desenfadada consorte cantó cual Tormenta ante el desafío que le espetó el animador del evento. Mora se reserva el derecho de quedarse en su casa, acompañada responsablemente por un tutor o encargado.
Domingo 11
Nos escribe Dani, el tío materno desde su kibutz: “¡Que linda esa sobri... Ya la veo con las manos embarradas con puré de calabaza, limpiándose en los sillones blancos! Ya lo empiezan a ver: esta etapa de cambios en los hábitos alimentarios, trae consigo nuevos lugares que no conocíamos antes en el cuerpo de los peques, donde ellos nos dejan recuerditos de sus comidas, así como lugares que tampoco conocíamos en la casa, donde hasta allí llegan simpáticamente restos de sus alimentos. Otro casi imperceptible cambio lo podemos encontrar en lo novedoso de sus defecaciones, que ya son casi como los de una personita grande... casi el mismo olor. ¡Que lindo! Y lo mejor de todo es cuando se sientan un buen rato y todo pasa a ser parte del revestimiento culífero... Después de todas estas pruebas de amor que les damos (al no escaparnos), que no nos vengan con psicólogos culpógenos!” La voz de la experiencia (padre de dos bellas niñas) hace que tomemos nota del porvenir que nos aguarda, tan heterogéneo en percepciones sensitivas.
Salida vespertina a casa de nuestros amigos Sandra y Oscar, donde nos esperan junto a sus hijas Laurita y Victoria. Nos dedicamos a ser felices y ver a nuestras hijas crecer, mirándolas y mirándonos emocionados por nuestra condición de cautivos del amor.
Martes 13
Visita de Chiche, el abuelo materno, que a pesar de su cansancio por el trabajo, se llega hasta nuestro domicilio para ver a su nieta. Mora se muestra confundida, se pregunta si es un abuelo o un juguete. Le comento que los sobrenombres son juguetes del lenguaje, chichecitos del pensamiento, a los que les damos cuerda con la mente. Las palabras hijita, juguetes del viento son.
Jueves 14
Llevo a Mora nuevamente de visita a mi estudio. Continúo escribiendo el Diario de la urgencia, cuando en un determinado momento decido leérselo. Mi hija mira alternativamente la pantalla y mi boca. Me detengo y le pregunto si acaso le resulto un coleccionista sin gusto, que conserva a ciegas preciosas insignificancias cotidianas, dramas triviales, distracciones fútiles, incidentes fatuos, en fin, cosas que le resulten acaso naderías escriturarias. Me dice: “dejámelo pensar para cuando tenga pensamiento. Por ahora papito, como dice el tango, primero sufrí, después lloré y ahora como la papa y ando sin pensamiento”.
Salgo de paseo con mi hija. En la vía pública, un señor me comenta que es muy hermosa. Luego, una señora me dice que tiene unos cachetes que son dos manzanas para comérselas. Otra señora, extraña ella, me dice que mi hija posee una nariz tan hermosa, que parece un enchufe. No hay nada que hacer, se paraban pa’ mirarla...
Sábado 16
Débora lleva a Mora a su trabajo de la facultad, para una mesa examinadora. Nuestra hija es profundamente admirada (en acto examinador) por todo un plantel docente especialista en psicología educacional. El diagnóstico psicotécnico es unánime y altamente científico: “¡es una gordita divina!”
Nueva salida musical de mi hija, que vuelve a escucharme cantar con el grupo vocal, ahora en una peña. La gente la saluda, le habla y la llama por su nombre. Mora se asombra por tanta coincidencia en los sonidos que salen de sus bocas, como si empezara a relacionar el lenguaje con el mundo. Ya tendrá tiempo para saber que ambos son dos extranjeros el uno para con el otro, que la palabra y la cosa, cuando se encuentran, cantan como el tango: “y ahora que estoy frente a ti, parecemos, ya ves, dos extraños”.
Miércoles 20
Nos escribe nuestra amiga Stella, emocionada por las fotos que le enviamos de Mora engullendo sus primeras papas: “es emocionante compartir este vértigo. Sentir la vida crecer y arrojarse a este mar sin prevenciones”.
Visita de los bisabuelos, quienes se asombran que “la bichita” ya esté comiendo. Concluyen que Mora “es una bandida” porque ahora se va a comer toda la comida que haya en la casa. Por un momento me asusto, y pienso en comprar raciones de comida y guardarla bajo las baldosas.
Jueves 21
Consulta con el pediatra Dr. Cacho. Mora pela 8,000 kgs. en la balanza y trepa hasta los 65 cms. de altura. Decidida a ocupar su lugar en el mundo, se muestra creciente. Su madre se emociona por la presencia de su hija y ensaya un puchero. Mora no comprende la metáfora y le pide comer.
Viernes 22
Año nuevo judío con los Nakache en casa de Sala, uno de los tíos maternos de Mora. La tierra natal del judío, dice el filósofo, es el texto. Yo también habito en la letra, y la letra me habita desde que fui niño. Lo nuevo este año es la llegada de mi hija, que me permite establecer un lugar para escribir acerca de su vida, de nuestra existencia juntos a partir de ahora. Me pregunto si poseeremos libre albedrío, capacidades de comprensión, discernimiento y creación a partir de lo existente, como se afirma que nos han sido otorgadas. Mi hija me mira como si me preguntara cómo preservar el monoteísmo en una cultura como la contemporánea, cada vez más politeísta y pagana. Le digo que tanto en la antigüedad como en nuestra Era, la resistencia siempre fue ante el Imperio.
Sábado 23
Visita de Cecilia, la tía abuela entrerriana y la abuela paternas. Se sorprenden por ver a su sobrina-nieta y nieta cómo crece y se comunica con toda forma viviente. Me comentan que crece día a día, quizás creyendo que ignoro semejante cosa. Me muestro sorprendido, entre otras cosas, porque lo estoy.
Se casa nuestra amiga Yamila y vamos a la fiesta que brinda. Cuando sea madre, su hija será amiguita de Mora, así como su madre lo es de quien conoció cuando tenía la edad de Mora y hoy celebra su matrimonio. Comentándole a Mora semejante historia de amor, le digo que todo converge lentamente en el universo, que es como un fuelle: está vacío pero es inagotable. Mi hija me pregunta de dónde saqué semejante cosa. Le estoy por decir que del Tao Te King, pero me sale Aníbal Troilo.
Lunes 25
Sonamos: Leticia, la señora que bien cuida a mi hija, no viene. Zafarrancho de combate. Débora tiene que ir a trabajar, así que me quedo al cuidado de la princesita del hogar, le preparo su sustancioso alimento y procedo a realizar diversos divertimentos para que mi hija comprenda que la vida es un carnaval. En un momento de descanso del jolgorio, la pachanga y el piripipí, le cuento que estamos haciendo historia y presente, que somos hija y padre en un encuentro inédito, aunque, como dice el poeta, las cosas acontezcan en nosotros mucho antes de que sucedan.
Día de reincidencias: aprovechando su estadía capitalina, la tía abuela paterna de Mora se apersona nuevamente, acompañada de su cuñada, quien pretende conocer a mi hija, seducida por los comentarios de Cecilia. También se presenta enarbolando sus derechos la abuela paterna, hermana de la primera. “¡Pero qué de cruces parenteriles!” me comenta mi hija mientras busca su chupete.
Jueves 28
Me escribe nuestra entrañable amiga Soledad desde su lar en Barcelona, apesadumbrada mientras lee un Diario de la urgencia: “mientras te leía, pensaba qué lejanitud, qué abismamiento, qué hondo océano nos separa, ya no apareceremos en su diario, ni siquiera la vimos todavía! Querida Sole: tenemos toda una vida por vivir, nuestras hijas van a jugar juntas en las muchas visitas que cada uno nos hagamos, cruzando los mares para encontrarnos y querernos sin fin.
Viernes 29
Salida nocturna con mi señora esposa: Mora queda al cuidado de su abuela paterna. Nos vamos al casamiento de Amalia, compañera de mi grupo vocal, con el explícito propósito de reír, beber y bailar, en honor a quien deja de ser doncella para ser desposada. En su homenaje, alguien le regala una bella canción, con bella voz: es su hija de 18 años. También, por supuesto, con mi esposa en cada brindis (oficial o inventado por nosotros) festejamos por la familia Amaya-Nakache, anunciada en plenitud por la llegada de Mora, el pequeño ser de luz que todo lo ilumina.
Sábado 30
Mora acrecienta su patrimonio gastronómico: primera vez de vitina. Su paleta gustativa se suma enriquecida a la visual, la táctil (con manos y boca) y la auditiva. Su existencia se complejiza junto con el mundo que conoce. Me mira como queriendo compartir la aventura del vivir. Le digo que para entender el mundo exterior habría que pensar en que es un elástico que se estira lentamente, en expansión sin pausa. Pero resulta que no podemos mantenerlo estirado, porque se nos cansan los dedos. De manera que, o lo desestiramos igual de lento, o dejamos el elástico bruscamente y entonces ¡se produce la explosión! ¡Patapúfete! Es que vivir es un big-bang, igual que conocer. Y empezar a vivir, un requete-big-bang.
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