Julio 2006
Sábado 1
Mi hija asiste por tercera vez a escucharme cantar, esta vez en la Florida de la provincia bonaerense. Decide traer a su abnegada madre, quien estoica, escucha nuevamente el repertorio que sale de mi garguero. Mora me mira cantar con la boca abierta. La miro mirarme mientras abro la boca y canto. Los dos somos canales de expresión para darnos a entender lo que nos pasa. Mi cumpa Fernando, del Grupo Vocal, generosamente nos viene a buscar y luego nos trae a casa. Mora fue mimada, una vez más, por todos los cantores bucales y sus familias.
Llegada la medianoche, y cenada Mora, la familia ya descansábamos de la jornada vivida. De repente, a las 03.00 de la madrugada, Débora escucha llorar a nuestra hija y cuando va a su cuarto exclama: ¡Esta nena tiene fiebre! El padre, es decir yo mismo propiamente, habituado a las exageraciones que propina su esposa, hace caso omiso tratando de conciliar el sueño. La madre, en estado exaltado, trae a su hija, que abandonada de sí misma, no tiene fuerzas para succionar el biberón. La cabecita de Morita se encuentra caliente. Sus ojitos parecen presos de conjuntivitis y nosotros, presos del susto. Llamamos al pediatra cuando comprobamos que Mora pela 39.3 de fiebre. ¡Zafarrancho! Nos dice que prestos, recurramos al nosocomio propicio. Salimos expelidos hacia la clínica Bazterrica. Débora, presa de suma aflicción, padece y padece el viaje en taxi. Mi corazón en tanto, viaja adelante del auto traccionándolo con sus pulsaciones. Cuando llegamos, la pediatra de guardia la observa con tranquilidad. Nuestra hija ya no tiene fiebre, pero preventivamente nos hace regresar a casa con antifebril y gotas oftalmológicas. Es así, ser padres también es estar con un ¡ay! en la boca. Un padre que padece por su hijita es un padrecimiento.
Lunes 3
Debido al acto febril, vistamos al Dr. Cacho. Débora aprovecha para efectuar consultas diversas: que la dermatitis en colita, que los granitos en cuello, que el reflujo, etc., etc., etc. Le comento al galeno que Mora es protestona. El Dr. hace un denso silencio que se derrama en el aire y me espeta: “¿es protestona o se hace entender?”. Rápidamente le digo al Obudsman de los Niños que claro, que va de suyo, que desde ya, que lo que ocurre es que la niña se hace entender, faltaba más.
Miércoles 5
Realiza su aparición el tío materno menor: Jonathan, dispuesto a suministrarle la mamadera a su sobrina. Hete aquí que la tipa, cuando su tío le acerca el biberón a la boca, con un brazo lo aparta, despreciativa. Herida narcisista para su tío, quien promete conquistar su corazón de aquí en más. A todo esto, el acto cotidiano del bañarse comienza a ofrecer dificultades producto del paso del tiempo: la bañadera en el mármol de la cocina resulta poco contenedora, ya que Mora patalea, salta, puñetea el agua y la cocina queda inundada de agua con jabón. ¡Recórcholis! ¿Qué hacer? Todo indica que nuestra hija sigue creciendo y reclamando espacio concomitante a tal evento vital.
Jueves 6
Mora cumple cuatro meses, todos juntos. Otra puerta que en el tiempo se abre y que mi hija atraviesa lo más campante. Sigue fiel a la máxima de Groucho: nada que no pueda hacerse en la cama, vale realmente la pena.
De madrugada, me levanto para ir al baño. Entre sueños, Débora me pide que mire si Morita duerme. Cuando le voy a responder, mi bella esposa ya duerme otra vez, como si no hubiese hablado. Comprendo que se ha constituído en profundamente madre: ninguna que se precie de tal piensa en su hijo sólo en el momento en que siente estar pensando en él. La vida de mi hija crece pausadamente, ajena a lo febril de la vida urbana. Mi vida se detiene junto a la de ella, y la contempla, la escucha. De esta manera siento que entrega sus matices para que yo la reciba. La vida de Mora quiere decirse, contarse, pero con sus pulsaciones, con esos soplos de vida que lentamente, en la luz y en la penumbra, crecen.
Sábado 8
Salida nocturna a casa de amigos: vamos los tres a lo de Mariana, la novia de Pablo, quienes nos reciben con una cena que habla de afecto y anfitrionidad. Le devolvemos agradecidos ropita que ella nos prestara en marzo para Morita, de cuando su hijo tenía menos de un año de vida. ¡Resulta que a nuestra hija ya hay atuenditos que le quedan chicos! Hipótesis confirmada repetidamente: Mora crece, señores.
Lunes 10
Resulta que a mi hija le molesta que el sol le dé en su rostro cuando salimos a pasear. Cuando se despierta, lo mira a través de las ventanas de la casa, y cuando está por oscurecer, se detiene a observar los cambios de luz que deja cuando se retira. Resuelvo que ha llegado la hora de contarle algo acerca de ello. Hija, pi-pío mío: dicen que al principio de los principios, todos los habitantes de nuestro planeta, una casa llamada Tierra, dormían de día y se despertaban a la tarde para ver el atardecer primero, luego la noche, y después la madrugada. Y cuando aparecía el sol, entonces todos aplaudían como si hubiesen visto una gran función. Yo creo también como ellos, que se trataba de una bella representación. Pero después, pi-pío, se acostumbraron como nosotros. Qué se le va a hacer.

Jueves 13
Llego, ya noche, cansado de mis trabajos, ofuscado por extrañar a mis chicas, hastiado del transporte público y sus conglomeraciones y con ganas de comer. En ese estado lamentable entro a nuestro hogar, y me encuentro a Débora y a Mora que salen a recibirme chochas porque estoy llegando. Las miro y siento que ellas aquietan mi herida, que todo, todo se olvida...
Sábado 15
Paseamos por el barrio y sentimos que somos felices, sobretodo porque efectivamente así es. Vamos ya noche, mi esposa y yo, a la muy bella casa de nuestro amigo Jorge Luis, porque su media naranja cumple años. Disfrutamos la velada y todos sentimos que la vida nos da alegría porque nos ama. La miro a mi mujer y me encanta estar solos, aunque sabiendo que somos tres. En esta época tenebrosa de sufrimientos colectivos, la felicidad parece un exceso. Brindo y danzo por nuestra dicha, pido felicidad para todos. Mora, en casa, se queda al cuidado de su abuela paterna, en pleno de acuerdo con que los padres de su nieta se vayan y la dejen con ella.
Lunes 17
Comienzo a sistematizar las visitas de Mora a mi estudio, para que vaya conociendo mis libros, mi hemeroteca, mis fotocopias, mi archivo. Se detiene en este último, observando las cajas y sus nombres. Aprovecho para contarle que lo que archivo sé dónde está, pero rara vez lo necesito y que lo que no archivo lo necesito a menudo, pero no sé dónde está. Mi hija me mira como diciendo “que vas a hacer, papi, la neurosis obsesiva es así”. Llega nuevamente la tía litoraleña empujada por su amor, su llegada es otro encuentro de risas, abrazos y canciones que construyen cada vez un lazo más profundo, trascendente, definitivo.
Viernes 21
Comienza el esperado fin de semana. Le contamos a Mora todo lo que vamos a hacer los tres juntitos. Pero Mora mas que escucharnos, nos mira hablar. Mira nuestro hablar, ese hecho existente que la rodea cada día. Resuelvo que también le contaré acerca de ello. Le digo que el lenguaje está hecho de vientitos sonoros que salen de las bocas de las gentes y que se llaman palabras, que navegan por el aire alejándose, en un viaje que busca acercarse a todos los oídos que andan cerca y que intentarán comprender esos vientitos. Mora me responde con un vientito, pero que no sale de su boca.
Ya noche, salimos los tres a la casa de Marcelo, un compañero del Grupo Vocal, para llevar a cabo un ágape fiestil de carnes y vinos. Mora, dormida, sigue su tarea narcótica ajena a charlas, risas, manducaciones, fotos y demás desvaríos. Nos divertimos mucho y ya en la hora de irnos, Mora hubo de despertarse y todos pudieron apreciar su crecimiento, salud, belleza, concentración y tonicidad muscular. Nos vamos más felices de lo que llegamos, seguimos viviendo en exceso.
Sábado 22
Nuestra amiga Yamila presenta su libro “Anticristos antifashion”. Pretendemos primero visitar con Mora a la abuela paterna y luego ir los tres de vernissage al citado evento. Resultado: los tiempos, una vez más, se nos desbocaron e hicieron lo que quisieron. Es por ello que Mora se queda con su abuela -chocha frente los cambios- y nosotros armamos una imprevisible salida de novios, contentos por la fama de nuestra amiga. Para corolar la noche, nos proveímos de una cena íntima en bistró a media luz. Secretamente, entre la comida y las copas de vino, sospechamos que la felicidad no radica en alegrar el corazón por medio de las cosas, sino todo lo opuesto: esa noche fuimos felices porque alegramos las cosas que nos rodearon por medio del corazón.
Domingo 23
Rotamos 180° el cochecito de Mora: nuestra hija ya no nos mira más a nosotros, mira el mundo que le va llegando. Su madre llora emocionada por el crecimiento rotatorio de su hija. Ahora, de cara a lo que le va llegando, cada vez más Mora comprende que sombra y luz son dos modos de describir el mundo que se conoce, que nos atrapa sin anuncio previo. Le digo que según la luz, hay cosas que pueden aparecer, que una canción nos dice que la oscuridad encierra secretos de tiempo atrás, que es sombra hoy, lo que cierto día la luz será. Mi hija enfrenta las oleadas de estímulos como quien tiene toda la vida por delante.
Ya salidos al mundo, nos dirigimos al encuentro almorzadil de padres, en casa de nuestros amigos Fabián y Laura, junto a Sandra y Oscar. Total de hijos: 5 (cinco). Brindamos por todos nosotros, por la vida esperada, por el encuentro sostenido.
Martes 25
Primera visita al pediatra de la obra social. Le consultamos por las regurgitaciones de Mora y nos indica que pidamos a la obra social que nos otorgue leche antirreflujo. A lo largo de este mes, fuimos notando que la leche que Morita ingiere, cada vez más retorna de su interior en pequeñas cantidades, y a veces no tan pequeñas. Jugando, cuando la tenemos a upa, en su sillita, aparecen lenguas de leche que bañan su ropita, nuestros hombros y ropas materna y paterna en general. Hete aquí que cuando culmina el día, los tres terminamos con baranda a leche, a leche cortada y a queso. ¿Así que éste era el famoso aire de familia?

Miércoles 26
Problemas en puerta: Sofía, la abuela materna de Mora, cae en combate debido a una úlcera y debe ser hospitalizada. Mi señora esposa, que no deja de ser su hija, acude al hospital en su asistencia, ya que el cuadro no es sencillo. Por suerte, en nuestro hogar habíamos recibido al visita de Betty, la otra abuela, que se queda cuidando de su nieta, mientras yo parto al no citado nosocomio para acompañar a mi abnegada esposa. Llamamos a casa para saber de Mora en varias ocasiones. Es que la extrañamos y añoramos nuestro nidito.
Jueves 27
Acompaño a mi hija en horas de la mañana. Le pregunto cómo anda en su comprensión del mundo, si ha emergido de ese estado de desorden primitivo de los elementos del universo, previo a cualquier comprensión racional. Me dice si me refiero al caos. Le respondo que si. Entonces me indica que no hable con tantas vueltas. Le digo que no evada el tema. Me responde que lentamente transita del caos al cosmos, que lleva tiempo, que no quiere apresurarse a darle nombre a lo que percibe, porque eso cierra las vías de llegada de los sentidos hacia su mundo interior, que está empezando a crear. “Ahá”, le comento. Me dice que se enteró que hay humanos que se les va la vida en ese tránsito, si es así la cosa. Le digo que pasemos a jugar con los ositos.
Sábado 29
La abuela materna es dada de alta y acompañada por Débora, se dirige a su casa en el barrio de Flores. Hete aquí que en dicha zona residencial se ha cortado la luz y no hay agua, algo comprensible, ya que apenas entramos en el siglo XXI. Ambas se dirigen, entonces, a nuestro hogar. Mora recibe la noticia como diciendo ¡será posible, qué país!
Domingo 30
Luego de cuatro días de harto frío, decidimos salir a pasear bien abrigaditos, munidos de sobretodos, gorros, guantes, mantas, camperas, bufandas, mamaderas y etcéteras. Le pregunto, semioculto entre las lanas, si está contenta de salir. Me mira como si fuera un desconocido. Entonces me presento como tal y le digo: “mano abierta con los hombres, querendón con las mujeres, tengo dos pasiones bravas, el tapete y el champán”. Me escucha y luego se ríe como diciendo: “¡daaale, si sos vos, papi!”.
Lunes 31
Después de más de cinco meses... ¡volvimos al cinematógrafo! ¡Qué oscuridad! ¡Qué miedo, no veo nada! Quedamos admirados por el avance de la reproducción técnica de la obra de arte, que teníamos olvidado. Le digo preocupado a Débora que Mora aún no conoce a Walter Benjamin, el filósofo que escribió al respecto. Elegimos del cine francés “La comedia del poder”. Estamos a la espera del estreno de “La comedia del poder ser padres”. Mientras eso se produce, a la salida del cinematógrafo compramos diversas ropitas de encendidos colores para nuestra hija.

Y bueno pues, un mes más, que se va colando de contrabando...
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