Mayo 2006
Martes 2
Mora se ha especializado decididamente en desarrollar clases de lloros, y en contra a lo que a priori podría suponerse, de su cuerpecito salen expelidos profundos, portentosos y desgarradores gritos que rajan pisos, paredes y cielorrasos, para manifestar que tiene hambre o gasesitos. Toda roja se pone la minita cuando se crispa: su pechito, pancita y piernitas se llenan de sangre y cada vez que aspira aire lo hace hasta con los dedos de los pies. Una vez que el tsunami neonatal amaina, recobra una calma sorprendente, como cuando en El exorcista Linda Blair logra expulsar a Belcebú gracias a Max Von Sydow. Si al rato la sacamos a pasear, ya comida, ella en su cochecito contempla al mundo suceder o dormita, y la gente que pasa a nuestro lado nos comenta: “¡Que paz que tiene esta bebé! Se nota que es muy tranquila...”
Miércoles 3
Mora reclama mi voluntad, que pueda sobreponerme a mi mismo, poniendo en tela de juicio a mi propio narcisismo. Es el despertar a la certeza de mis propios límites, en escenas que me golpean con fuerza inusitada. Ya no podré dormir, tal vez no importa, hay tantas otras cosas en el mundo... Mi hijita, ese ser tan pequeñito, me coloca en el centro de mi no-saber: no sabía lo que podía darle, no sabía qué podía pedirme, no sabía de mi voluntad y mi cansancio entremezclados. ¿Seré capaz de estar a la altura de los acontecimientos? Ser padre hoy ¿es una forma de aquel heroísmo romántico o una forma del otrora estoicismo ateniense?
Jueves 4
Visita de nuestra amiga Alejandra, quien desea ser mamá. Imaginamos a nuestras criaturas jugar y yendo al mismo jardín. A Ale le brillan los ojitos de sólo pensarlo, se entusiasma y comienza a planificar la educación general básica, la escuela secundaria y los estudios superiores. No logramos calmarla. Le pedimos que antes de darle el diploma a nuestra hija, primero le cambie los pañales, cosa que hace con mucha cautela como si estuviera en plena cirugía a pañal abierto.

Viernes 5
Mora se detiene a mirar cuanto rostro nuevo se posa en su campo visual. Me impresiona su voluntad de atrapar esos instantes que mi mirada sabe fugaces, de lo insignificante que es el movimiento que se percibe. Sin embargo, ella me enseña que el detalle adviene con fuerza, que la volatilidad de un gesto puede modificar el espíritu o que un sibilante sonido puede romper un estado del alma e inaugurar otro estar en el mundo. Está comprendiendo que la luz es una ofrenda que puede recibirse, alcanzando ese raro equilibrio entre una actitud vigilante y otra desatenta. Parece mostrarme que lo que vive, vive en nosotros, parece decirme que ella no se detiene en la diferencia adentro-afuera, me invita a ver todo como si fuera la primera vez... Es como si su mirada, al encontrarme, me transmitiera que lo que aparece va a desaparecer, pero antes... ¡aparece! Y es este advenimiento lo que hay que saludar como una maravilla. Comprendo con el cuerpo lo que una vez comprendí con la cabeza: que la permanencia de lo efímero, de eso que tiene lugar una sola vez, hace posible que el tiempo que pasa y el tiempo que no pasa, puedan ser sólo uno.
Sábado 6
¡Mi hija cumple dos meses! ¿Mi hija cumple dos meses? Mi hija cumple dos meses...
Esta noche con mi esposa salimos solos a reventar la noche por primera vez desde que somos padres. ¡Qué extraña sensación! Somos una familia de tres, y al mismo tiempo seguimos siendo una pareja de dos... padres, pero también esposos... Números rotundos. ¿Cuántas veces entra dos en tres? ¿Y tres en dos? ¿Sabremos conjugar ambas identidades? Mora, hijita, pi-pío mío, llegaste a mi vida, como una extranjera que trae noticias de otro mundo, que viene a revulsionar este mundo. Sí, lo nuevo tiene la furia de los huracanes, y conmueve todo en su derredor. Tus soniditos dirigidos a nosotros son inequívocos: nos estás reconociendo y nos recibís con alegría. Morita, llegaste y me susurraste que yo también soy un extranjero para mí mismo: no sabía que iba a ser tu papá, no imaginaba a Oscar papá, no imaginaba que iba a sentir lo que siento cuando veo a tu mamá tan dichosa y resplandeciente. Me miro, me estoy reconociendo... No sé si estoy llegando o si estoy llegándome, si estoy yendo o yéndome de mí para llegar a un mí-con-vos, hijita. ¿Dónde estaba ese yo-yo antes de ser este yo-nosotros?
Domingo 7
Hoy es el día antes: mañana lunes, su excelencia señoría la Jueza misionera va a conocer a la Familia Amaya-Nakache y a su pretendida descendencia. Luego del interminable regreso que emprendimos en marzo cuando llegamos desde Posadas a casa con Mora, decidimos otro medio de transporte que evite las 12 horas de viaje. Volaremos por los aires para llegar a la capital de Misiones. Partimos desde aeroparque los tres cuando el sol ya partía también, con el suspenso del caso: ¿cómo reaccionaría Mora en su primer viaje aéreo? Pues bien, empleando sus dotes lagrimales, claro, protestando casi la totalidad del viaje por esa situación inusitada. Por suerte Débora, mamá previsora, había reservado la fila delantera, donde había más espacio para maniobrar y apoyar su asiento-huevito. Además recurrimos desesperadamente a tratar de apaciguarla con la ingesta de una serie de mamaderas. Quedó pipona y dormida y sólo cuando estábamos por descender hacia Posadas la tipa se empezó a calmar. Finalmente, todo terminó con la cena en el apart-hotel posadeño. Como escena previa, ante la falta de bañaderita para el pi-pío, decidí meterme en la bañadera y asumir el papel de hombre-tina. Sin montura, mi hija embatía desde mi panza las olas que yo iba formando, con la decisión y la presteza de quien creció submarinamente, mientras su madre la enjabonaba de lo lindo.
Lunes 8
Lunes otra vez, sobre la ciudad. Partimos rumbo al juzgado asistidos por Pedro, nuestro abogado chamigo, quien nos compenetra en la realidad jurídica y sus vicisitudes. Nos toma la declaración inicial una letrada asistente, a quien le contamos vida y obra de quienes siendo novios, decidieron esposarse para ahijar. Luego, la entrevista con la jueza, representante de la Ley. Momento inicial de hondo dramatismo, en el que nuestra hija fingía ignorancia o desinterés, según lo que iba sucediendo. Su señoría, circunspecta, procede a leer la declaración constituida en acta, nos instruye acerca de la responsabilidad que hemos asumido, y procede a otorgarnos la guarda de la señorita Mora por seis meses. Es en ese momento que una sonrisa asoma en su rostro jurisprudente: su excelencia nos ha transformado en guardadores. Nosotros procedemos a maximizar esa legalidad declarándonos padres absolutos. La historia no nos absolverá. Nos vamos a festejar desayunando en el centro de Posadas, y a pasear sin rumbo, felices de ser una familia contemplada por la Ley. Vuelta aérea por la noche. En este nuevo vuelo, la niñita ya experta, apoliya sin cesar desde Posadas hasta el Río de la Plata. Nos esperan en aeroparque la abuela, tía y tío paternos. Este último conoce a Mora por vez primera, y debuta en su tiazgo dándole una gran mamadera mientras se pasea con ella por todo el predio aéreotransportil.
Martes 9
Quien desde hace ya casi dos meses se comunica telefónicamente para saber cómo está Mora, es su bisabuela. Nos sorprende la manera en que la Baba se asumió como tal, y cómo se preocupa por saber qué es de la vida de su bisnieta, con su clásico “¿cómo se despertó hoy la bichita, cómo se está portando, eh?”.
Miércoles 10
Comenzamos a intentar conseguir una señora que nos parezca adecuada para cuidar a Mora, una vez que a Débora le expire la licencia por maternidad. Para ello, luego de haber entrevistado a una candidata llamada Blanca, la convocamos para conocerla en funciones. Me había comentado mi señora esposa que la veía un poco melanco, pero que podíamos probar. Hete aquí que la susodicha, azotada por la crisis, otrora una mujer de clase media que supo ser secretaria, se vio obligada a asumir otra tareas, como la limpieza y el cuidado de infantes. Débora le cuenta de su tareas, que la prioritaria es el cuidado de Mora, y las complementarias el aseo y mantenimiento del hogar. Cuando comienza a planchar la ropa de Morita, sucede lo inesperado: ¡Blanca se pone a llorar cuando observa los saquitos, las mediecitas, los enteritos, porque le hacen acordar a su hijo cuando era chico! La escena es contemplada por mi señora esposa y por la tía paterna, la santafesina, quienes con cierto estupor comienzan a razonar e inferir acerca de las conveniencias de alguien con responsabilidades de crianza, que irrumpe en llanto frente a ésta como a otras escenas posibles...
Jueves 11
La guacha de mi mujer sigue con su licencia por maternidad, y yo estoy a full con mis horas cátedra, supervisión e investigación. Si fuera danés o noruego, el Estado me hubiese dado una licencia similar a la que goza la madre. ¡Mecacho en la geografía!
Las chicas se van al pediatra mientras yo trabajo. Me cuenta Débora que Mora “se portó muy bien, no lloró nada” y que la encontró sana y salva. Lamenté no poder ir, porque siempre tengo preguntas cruciales para hacerle. El mes pasado por ejemplo, quise saber si mi hija ya tenía útero. Azorado, el pediatra me dijo que sí. Yo le repregunté asombrado desde cuándo, y él, perplejo, me dijo que desde el tercer mes de gestación. Mucho no le creí lo que me dijo.
Comenzamos con la etapa definitiva de la conformación de la habitación de nuestra hija. Para eso llevamos a cabo varios procedimientos: contratamos a un pintor para que le otorgue a la futura casita de Mora una tonalidad de verde que nos gusta mucho, redistribuímos muebles y bibliotecas, le dimos el olivo a un sofá-cama Gicovate de la época de Nelly Beltrán, sacamos la computadora de Débora y la llevamos a nuestro dormitorio, y así fuimos mutando el otrora estudio de Débora en habitación infantil.

Sábado 13
Día de visitas amistosas. Por la tarde temprano vienen a conocer a Mora nuestros amigos Adriana y Pancho con su hijo, quienes le regalan un bonito animal de peluche, a medio camino entre perrito y cerdito. Todos estamos muy contentos por el encuentro. Inmediatamente decidimos que el mamiferito ocupará un lugar en la futura cuna de nuestra hija. Cerca del crepúsculo, llegan nuestras amigas autonombradas “tías borrachas”: Gabriela y Soledad. En el primer intento de visita se encontraban en plena resaca producto de una vida festiva y amoral. Nos trajeron bellos regalos, entre los que se encuentra una música llena de paz y bienestar, para cuando querramos el biberón o ir al moisés. Ellas me conocieron cuando era un muchacho soltero y desquiciado, y hoy me miran emocionadas ser un padre y esposo feliz. Le agradezco a Mora haberme permitido ir a una región de mí en la que yo no estaba. Brindamos por ello, y por lo que la vida, regalona, nos embellece.
Domingo 14
Nos visita Estela, que es de Débora su “mamá postiza” que conoció siendo su vecinita, allá por sus cinco años, cuando Estela era una piba sin hijos. Pocas como ella saben del anhelo de Débora por ser mamá, de nuestro deseo por formar una familia. Llega con su hija Yamila, hoy también nuestra entrañable amiga, una mujer que pronto sabría que un hijo le estaba llegando. Cenamos y brindamos por la vida vivida y por la nueva vida. ¡Copas en alto, corazones en danza!
Martes 16
Cumplo 45 años: me encuentro urdido por acontecimientos superadores de mi presente, de mi memoria, de mi saber teórico acumulado para ser padre. Mi cumpleaños no me pasa de un modo u otro, me pasa de todas las maneras posibles que puede pasarme, a la vez... mi vida toda se concita en este vivir presente, junto a mi mujer, junto a mi hijita...

La celebración se continúa con nuestra segunda salida solos como esposos, y para que ello hubiera de suceder, quien hubo de quedarse con su nieta fue su abuela paterna, quien nos incita a que tengamos salidas nocturnas para desarrollar su abuelazgo (esa misma persona que me incitaba en mi adolescencia a no tener salidas nocturnas para desarrollar su maternaje). Tanto la quiere a su nieta, que cada semana la visita y nos asiste cuando debemos ausentarnos por trabajo. La cosa es que entonces salgo a cenar en tono romántico con mi señora consorte. Eros nos convoca, y elegimos un restaurante subido de tono, con una puesta de rojos, medias luces, platos de sabores y nombres afrodisíacos, y un espectáculo erótico que trae las páginas más ardientes de las plumas de la literatura universal. La noche se cierra con miradas y palabras de amor: el desnudamiento esencial que cada cual exige del otro en la fiesta del amor consiste en esa fusión que sólo puede expresarse adecuadamente traumatizando la sintaxis: ¡yo te me entrego, besetemémonos, te me abrasardamos!
Jueves 18
Débora, a pesar de su licencia, está asumiendo ciertos trabajos de consultoría puntuales, que le permiten confirmar que sigue siendo una mujer moderna, de esas que trabajan afuera de su casa sintiendo culpa por abandonar y dejar a la intemperie a sus hijos. Tanto el mes pasado como éste, ha partido y seguirá partiendo contenta, sobre todo porque puede vestirse elegantemente para cada ocasión, probándose ropa repetidas veces hasta hallar el vestuario adecuado, mostrándoselo a Mora que la mira algo preocupada y consultándome a mí cada atuendo, cada vez. ¡A mí! que no tengo noción de objeto permanente con la ropa, que si no la veo en el ropero a primera vista, me olvido de su existencia, poniéndome lo que está más cerca de mi mano... En fin, resignado estoy a hacer de consultor vestuarista...
Sábado 20
Múltiple festejo cumpleañero: en una misma semana, Laurita, nuestra sobrina hija de los amigos Oscar y Sandra, y lo festeja hoy. El padre Chiche y la tía Lidia de Débora, también cumplen años. Como si fuera poco, otra tía de mi esposa, Susy, también celebra su onomástico. Semejante concordancia se resuelve en una gran fiesta familiar en la casa de Lidia, también hoy. La tía Sara, amiga de infancia de Débora, se queda en casa generosamente cuidando de su sobrina. Vamos de fiesta en fiesta, como en los tempranos y dorados ’70. Nos sentimos Marta Minujin y Federico Peralta Ramos.
Domingo 21
Salida familiar en horas del mediodía al cumpleaños cuarentoso de Gustavo, el esposo de Gaby, compinche de Débora en la secretaría de educación. La vemos a nuestra hija cómo reacciona frente al alboroto y la multitud: huye hacia dentro de sí, enmudece o parte hacia los brazos de Morfeo. Luego, ya por la tarde, cuando paseamos por la calle, ella emerge y sonríe y nos vocaliza, feliz de estar otra vez los tres solos. Es una personita que ya nos muestra sus gustos y preferencias, pero a la vez se divierte con nosotros, como diciéndonos “no, no, no estoy donde ustedes tratan de descubrirme sino aquí, desde donde los miro, sonriendo”.
Lunes 22
Llegó el día. Ya la habitación de Mora está lista, la pintura seca, la cuna con sus sabanitas, no podremos dilatar más el momento, Mora crece sin detenerse: ya puede dormir sola en su cuarto, es hora que deje nuestro dormitorio y el moisés, que nos prestara con emoción Nuri, otra amiga de infancia de Débora. Mora deja nuestra habitación... ¿Se sentirá sola, fané y descangayada? ¿Qué va a ser de ti lejos de casa, nena, qué va a ser de ti? La respuesta no se hace esperar: nuestra hija se despachó con diez horas seguidas de sueño, siendo visitada con suma inquietud cada dos horas por nosotros, que ya creíamos que podía estar enferma, o asustada, u ofendida. ¿Puede una neonata burlarse de tamaña manera de sus señores padres?
Miércoles 24
Visitamos por estar invitados a cenar, a Mario, un buen amigo que en marzo nos viniera a buscar a Retiro cuando vinimos a vivir con Mora, y que la ha visto crecer en sus visitas vespertinas a casa. La llevamos dormida, dormida estuvo toda la cena y la sobremesa, y dormida se fue y llegó a casa, para seguir durmiendo. No hay nada que hacer, tiene una paz esta nena...
Jueves 25
¡Viva la Mora! Ausente de conceptos patrios y nacionalismos, Morita crece en densidad en cuanto a su presencia en el mundo y sigue descubriendo que los objetos se ofrecen a su mirada bajo diversas formas: invisibles, traslúcidos, opacos, transparentes. La tipa parece decirnos “aún no tengo una concepción del mundo, pero tengo un estilo”. Resulta que la señorita, desde que está en su habitación, duerme ocho o nueve horas al hilo. Todavía no sabe que la plenitud de nuestro amor de padres por ella es la de un amor sin fin, la de un amor que rubrica el cese de nuestra errancia, permitiéndonos así juntar los fragmentos de nuestra existencia con los de su existencia fragmentaria, hecha de gotas de luz, de granos de voz, de gestos de encuentro...

Sábado 27
Salida de paseo a casa de amigos: Mario, Eleonora y Zoe. Ellos tienen a Quico, un perro portentoso con el que me identifico, puesto que poseo una dimensión mamífera, razón por la cual lo llamo “mi hermano lobezno”. Siempre que nos encontramos, jugamos a Titanes en el Ring, revolcándonos en el piso y ensayando nuevas tomas guerreras cada vez. Aún no se perfila un claro vencedor. Cuando me ve llegar con Mora, piensa “¿vos también con esa manía de tener hijos?
Domingo 28
Salida dominguera fuertemente social: el bat mitzvá de Alona, una prima de Débora. Le compramos a Mora para la ocasión un vestidito de fiesta con voladitos, que le queda de rechupete. La madre rebosa de gozo, ya no sólo se compra ropa para ella, se ha hecho de una cómplice sin igual para visitar y visitar casas de ropa. Llegamos. Otro ámbito de multitudes y música portentosa. Los Nakache vuelven a ver a mi hija, cada vez más grande, cada vez más bella. Mora pasa de brazos en brazos, a través de tíos, primos y abuelos, entre otros muchos. Otra vez Mora nos sorprende, y antes de huir hacia el país de los sueños, se dedica a observar con cuidado los juegos de luces del salón de fiesta y a escuchar ruidos, voces y melodías con cara de degustadora de ondas sonoras. Me voy antes del fin del evento para preservar a nuestra niñita, dejando a Débora danzando y embriagándose y para también recibir en casa la visita de Cecilia, la tía-abuela paterna, llegada especialmente de su tierra natal entrerriana para conocer a su sobrina-nieta. El encuentro es emocionante, porque a la presencia de Mora le sobrevuela una rememoración: la de mi tía cuidándome y jugando cuando era un bebé y un niño después. La vida se pliega a sí misma meciendo pasado y presente y nos regala vivir lo nuevo y lo ya vivido a la vez. Mora es recibida por su tía-abuela, y otra vez el tiempo es una escena fundida en otra escena.
Lunes 29
Vamos de visita con Mora al consultorio de Susana, la psicóloga con la que construimos un espacio de pre-adopción, donde nos ayudó a transitar la búsqueda y la espera. Con ella pudimos hablar, pensar y sentir todo lo que nos fue pasando a través del tiempo en que no sabíamos dónde estaba nuestra hija, para ir en su búsqueda. Las preguntas y los miedos, los enojos y las risas, la impotencia y la esperanza, mucho del andar hacia Morita estuvo asistido por ella. ¡Salud, Susana! ¡Brindemos por las alianzas fraternales que nos permiten ser valientes ante nuestros propios julepes! Porque valiente no es el que avanza porque no tiene miedo, sino aquel que avanza a pesar del temor y hasta empujado por él...
Ya en casa, efectuamos otra entrevista en pos de una señora que cuide a Morita. Llega Leticia. ¿Qué pasará esta vez? La impresión es muy buena, nos encontramos con una persona mamá de un varón de tres años, que se muestra atenta, contenta y dispuesta a asumir el desafío. Decidimos llamarla prontamente para ver la calidad de relación que podría establecer con nuestra hijita. Los tiempos, crueles, se agotan: a Débora le expira su licencia alrededor del 10 de junio.
Miércoles 31
Nos visita Claudia, una amiga de nuestra amiga Alejandra, que quiere conocernos para preguntarnos acerca del proceso de adopción que comenzamos, ya que ella quiere ser mamá adoptiva. Su pedido nos coloca en una posición novedosa y estremecedora: nosotros, que supimos visitar a Viviana, mamá adoptante de una bebé, Silvia y Walter, con dos hijos adoptivos y a Nancy y Eugenio, con uno, quienes con mucha generosidad nos contaron su experiencia, nos alentaron y nos aseguraron que llegaríamos a ese momento tan anhelado... (dos matrimonios que nos lo presentó nuestro amiguísimo Mario, que tanto hizo para que nos tornásemos en familia) ahora estamos en ese lugar, el de alentar y transmitir emociones a quien busca a su hijo. La vida nos volvió a cruzar con Nancy y Eugenio, por habernos hablado de Posadas, del juzgado de allí, del abogado misionero de confianza... por eso cuando Mora llegó vinieron a visitarnos con emoción. Nos damos cuenta que queremos a través de Claudia, retribuir esos gestos de contención y bondad que tuvieron todos ellos para con nosotros. ¿Cómo explicarle que las escenas de una boca para llenar, de un ano para limpiar, se constituyen en fundadoras, ahí, en ese acto biológico, de otra escena encarnada, encabalgada, la de la trémula emoción por ese delicado ser que amamos hasta el dolor?
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