domingo, 30 de diciembre de 2007

Del lenguaje ( IV )

Amigo:

Sabés que hay acciones del espíritu enraizadas en el silencio. Acciones que no están constituidas por razones, sino por pasiones. El deseo de una presencia, el dolor que suscita una ausencia. Es difícil hablar o escribir de estas acciones, pues ¿cómo puede el habla transmitir con justicia la forma y la vitalidad del silencio? ¿cómo escribir la ausencia? Lo inefable se encuentra más allá de las férreas fronteras de la palabra. Es que el lenguaje –sabemos- acarrea necesariamente impurezas y fragmentaciones, es una posibilidad y al mismo tiempo un límite: sintaxis. Sin embargo posee una fuerza cautivadora, no podemos salirnos de él, nos arrebata y nos habita irremediablemente. Somos criaturas gramaticales.

El silencio es un ademán, un gesto, que evita el habla, la escritura. No encierra, sino devela. La palabra rasga, hiere aquello que nace de las profundidades del espíritu. Por más esfuerzo que hagamos, caemos en la traducción, que es alejamiento: una galería de espejos deformantes.

Acaso hablar nos haga estar en el mundo de la razón. Callar es habitar el mundo de la transrazón. En realidad ignoramos el nombre de ese mundo, pues es probable que en ese mundo no exista nominación alguna.

Querer el lenguaje para transmitir aquello que no tiene ciframiento lingüístico, hace que las mismas palabras nos vuelvan la espalda, y se escabullan de nuestra sensibilidad. Cuando hablamos de nuestro profundo sentir, caemos frecuentemente en una jerga. Nos convertimos en chapuceros linguísticos que buscamos palabras como objetos en un almacén de antiguedades, hablamos como torpes nadadores de agua dulce, de un territorio compuesto por mares de sangre. Pretendemos ser expertos catadores de palabras destiladas, que se constituyan en fiel reflejo de nuestros pesares y sentires.

Pero los vientos del espíritu no reconocen enólogo alguno, estos vientos no pueden ser embotellados y añejados. Caemos en un entendimiento ilusorio, falsamente reconfortante, ya que el lenguaje es un artefacto que puede producir belleza, más no la diáfana transparencia, o la ominosa oscuridad de otros mundos no linguísticos. Podemos investigar, experimentar, jugar con el lenguaje, querer manifestar lo que nos pasa.
Voy a jugar:

Adonde te escondiste, amigo, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste, presuroso, habiéndome herido,
cuando cuenta me dí, tras de ti clamando salí
-antes sólo hube reído-
Pero ya no estabas, eras ido
A los dioses rugí, y a tu sombra maldecí
Mas esas palabras negras se fueron diluyendo, no hicieron nido
El dolor no cesa, pues la distancia troca dura.
Descúbreme tu presencia y mátame el melancólico pensamiento
pues la dolencia por añoranza no se cura
sino con la presencia y la figura.


Hablar es adoptar una singularidad, una distinción producto de abandonar el silencio de la existencia, rumbo al sonido de la creación. El vientito que sale de los labios, no es anhelo, sino convención: sonidos apalabrados. Ya no luz, ya no música, ya no mirada, sino palabra.

Lo de mí doliente, no encuentra consuelo en la palabra, más trata de balbucear a través de ella. Lo que no cesa no es la palabra, sino el amor, y el dolor por la distancia, por la ausencia. El gesto del silencio rehúsa de la razón. Mas no reniego de la palabra, pues por ella nos conocimos, aún sabiendo que entre ella y el silencio media un cisma.

Del lenguaje ( III )

SUJETO INCIERTO

Aparecer en los ojos de quien lee estos párrafos es un aparecer con pretensiones. Son las de buscar un lugar fuera del poder donde no se erijan jueces, elegidos, ni detentadores de algún “saber estético” instituido. Escribir desde fuera de toda prescripción y sanción institucional, aun sabiendo que lo oscuro está allí, agazapado esperando persuadir, seducir, "querer asir".
Pretensiones de renunciar a engendrar la falta en el lector (“yo no sé escribir”, “yo no puedo escribir”, “yo no tengo el don, el talento”) para llenar esta falta con la arrogancia del discurso-poder.
Pretensiones de no ejercer un puesto en el Poder Legislativo del lenguaje, de que sordos ruidos oír se dejen y que martillen la conciencia del que consume los imperativos discursos: "amarás", "odiarás", "ambicionarás".
Pretensiones de escapar al sometimiento de las reglas del discurso y de las formaciones ideológicas, de hacerle trampas a la lengua, de sacarle la lengua a la lengua.
Pretensiones de esconderse de todo establecimiento linguístico, de burlarse del signo, jugando a revolver las palabras: literatura.

Del lenguaje ( II )

SIGNADO

Ocultarme de las palabras
censoras
alteradas.
No mirarlas
tragadoras
desnombradas
telepáticas.
No desearlas
imperiales
atiborradas
sucias
desarticuladas.
No guardarlas
robadoras
directrices
marcadoras
torcidas
prepotentes.
No atesorarlas
vividoras
obsenas
ateridas
agregadas
abandonadas.
Que no alcancen
la trémula luz.

Del lenguaje

Los seres humanos, desde el inicio mismo de la cultura, significamos nuestra experiencia a través de formas simbólicas, entre otras cosas, para hacerla intercambiable. Esa significación se produce a través de un “tráfico” de signos. El semiólogo U. Eco afirma que el signo constituye un instrumento de separación de la mera percepción, de la experiencia inmediata, imponiendo la abstracción. Elaboramos signos antes de emitir sonidos, de pronunciar palabras. Allí donde se instaura una forma observable de intercambio de signos, existe una cultura, es decir, adviene el lenguaje.

Es que somos, existimos y nos relacionamos a partir del lenguaje: a través de él es posible tener la primera organización del mundo, por él somos capaces de diferenciar objetos, reconocer sentimientos, describir situaciones y ubicarnos en la sociedad. Somos en el lenguaje, nuestra realidad sólo puede ser expresada a través de él, aunque también somos de lenguaje, no existe pensamiento sin lenguaje, ni posibilidad de conocimiento.

Todo acontecimiento, en tanto no sea estrictamente reductible a mecanismos naturales, es histórico, lo que incluye al fenómeno del lenguaje humano, puesto que no es reductible a aquellos mecanismos y por tanto, lo definiremos como acontecimiento histórico que entra en relación con otros acontecimientos de este tipo.

El lenguaje sirve de vehículo al pensamiento, que articula conceptos (formas de la abstracción). Nombrar no es poner una etiqueta a las cosas, sino categorizar, organizar el mundo interno y externo, si es que cabe la diferencia. Son las palabras las que vehiculizan ese poder conceptualizador: crean los conceptos tanto como éstos requieren de las palabras. Seríamos incapaces de distinguir dos ideas de una manera clara y constante sin el recurso del lenguaje.

Pese a su frecuente uso (o debido a ello), el lenguaje es un término de carácter polisémico y ambiguo, y los límites de su definición, en muchos casos, son borrosos e imprecisos. Además, la multiplicidad y variedad de sus usos implica que el término lenguaje remita a un fenómeno que puede ser analizado desde muy diferentes perspectivas, en relación con muy diferentes tipos de situaciones y en referencia a dimensiones de análisis de variada naturaleza, numerosos aspectos teóricos, metodológicos, planos de abstracción y objetivos diversos.

lunes, 24 de diciembre de 2007

De la mirada ( II )

Mirar: fijar la vista en. (Sinon.: admirar, contemplar, examinar, observar, ojear.| reconocer, ver, vigilar) | Estar situado hacia | Tener un fin u objeto: no mira sino hacia su provecho | Pensar, reflexionar: mire lo que ha hecho. || Fig. mirarse en una persona, complacerse mucho en ello.

Diccionario Larousse ilustrado


Tormenta, calma que le forma séquito o la anuncia, arcos que en el cielo desgarran tanto como unen, tempestades, estallidos, naufragios, ausencia de líneas estables, de formas definidas, ninguna diferencia permanente, el sol en el horizonte, amanecer u ocaso, materia y color en torbellinos, avalanchas, incendios de procedencia desconocida, elementos en fusión, confusión de elementos, toda esa extensión de agua es una hendidura en al piedra y el muro es vapor, tiempo desencadenado, ¿es el fin o el nacimiento de un mundo? Todo principio de orden ha desaparecido y sin embargo no hay destrucción ciega y furiosa. Es más bien la armonía finalmente hallada, la luz sola, la promesa cumplida de una metamorfosis.
El hombre está ausente. No es que haya muerto, sino que se ha desvanecido. No contempla ni es contemplado, aunque siga considerando un espectáculo, obra suya, este mundo que se hace, se deshace y se recompone sin él. El hombre ya se ha convertido en vestigio, en ruina, casi disuelto en lo invisible, como un edificio que se esfuma en los ocres, como una embarcación abandonada, como un reflejo de bruma.
En este momento Turner es para mí toda la pintura, y la pintura toda la realidad.
La pintura me atrapa sin anuncio previo, con un vértigo repentino, por oleadas sucesivas que llegan cada vez más lejos. Elocuencia de lo puramente sensorial, belleza que para mí reside en que con un mismo movimiento y en un mismo espacio finito el pintor puede convocar y conjurar el caos. Al hacerlo visible, necesariamente lo ordena. Una vez que la pintura me ha dado este azoramiento y esta certidumbre, puedo dedicarme a mis ocupaciones con el espíritu más perturbado pero con un paso más seguro. Ahora sé, por haberme acercado a ella, por haber cedido por un instante a su hechizo, que en un lugar aparte existe un espacio diferente. Me basta comprobar que existe. Ahora puedo volver a lo ordinario de los días, de lo otros y de mí mismo: puedo volver a confiar en las palabras, como si hubiera recobrado, al menos por un tiempo, hasta la próxima luz nocturna, la certeza que provienen de aquel espacio, de que el lenguaje no es obra del lenguaje. A veces tengo la impresión de que lo cotidiano, repetido y discontinuo, es sólo un intervalo entre dos telas pintadas, entre dos sueños olvidados.

J.B. Pontalis
El amor a los comienzos


VEO VEO

No brilla maravillosa
cuando conjura el pincel,
a duras penas, la cosa.

Si del contorno que posa
volumen labra cincel,
no brilla maravillosa.

Unos la llaman tramposa,
para otros recobra fiel
(a duras penas), la cosa.

No brilla maravillosa
sobre el espejo que acosa
no vemos luz, sino piel
de duras penas, la cosa.

Jorge W. Noriega


La función del arte/ 1

Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.
Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:
—¡Ayudame a mirar!

Eduardo Galeano,
El libro de los abrazos


La oscuridad, la claridad

Según la luz hay, cosas que pueden aparecer
la oscuridad encierra secretos de tiempo atrás
la oscuridad, la claridad
mi tiempo es hoy, mi amor está
y en el vaivén
me hamaco y voy yendo de aquí a allá
es sombra hoy
lo que cierto día la luz será
la oscuridad, la claridad...
Hay sombra aquí
hay luz allá
La oscuridad, la claridad...

Jorge Cumbo
(canción)


Ver: percibir por medio de los ojos. (sinón.: divisar, entrever, percibir)/ Ser testigo de una cosa/ Descubrir, mirar, sorprender/ Conocer/ Prevenir, inferir: veo que va a estallar la guerra/ Encontrarse: se vieron en el paseo/ Hallarse: verse pobre y menospreciado.

Diccionario Larousse ilustrado

Ordinaria pretensión poética
perpendicular al mar

cuenta el observador

de aca se ve el agua
póngale
todos los adjetivos que quiera
gastelos
un poco mas
retuerzalos
invente
no esta mal
piensese en la arena
sobrevaluada
(no hay gente, solo dos o tres tipos)
esta nublado

cuenta el observado
de una necesidad
cadi terminal
de suspender por algunos instantes
un vacio mayor
del amor distante
del calor ausente

cuenta el mar
de un tipo a doscientos metros
mirándolo quieto
sin paz
como buscando
sin tiempo.

Bruno Albanese


El comportamiento aparente no informa sobre el sujeto ni sobre lo que su sensibilidad le hace experimentar. Lo que no es dicho, expresado, no puede ser conocido por ´el observador´, pero justamente lo que sucede en ´el observado´, indecible y no localizable por el observador, es lo más importante de su encuentro

Francoise Dolto

La travesía real del descubrimiento no consiste en buscar paisajes nuevos, sino en poseer nuevos ojos.

Marcel Proust


Los ojos de los pobres


¡Ah!, queréis saber por qué hoy os aborrezco. Más fácil os será comprenderlo, sin duda, que a mí explicároslo; porque sois, creo yo, el mejor ejemplo de impermeabilidad femenina que pueda encontrarse.

Juntos pasamos un largo día, que me pareció corto. Nos habíamos hecho la promesa de que todos los pensamientos serían comunes para los dos, y nuestras almas ya no serían en adelante más que una; ensueño que nada tiene de original, después de todo, a no ser que, soñándolo todos los hombres, nunca lo realizó ninguno.

Al anochecer, un poco fatigada, quisisteis sentaros delante de un café nuevo que hacía esquina a un bulevar, nuevo, lleno todavía de cascotes y ostentando ya gloriosamente sus esplendores, sin concluir. Centelleaba el café. El gas mismo desplegaba todo el ardor de un estreno, e iluminaba con todas sus fuerzas los muros cegadores de blancura, los lienzos deslumbradores de los espejos, los oros de las medias cañas y de las cornisas, los pajes de mejillas infladas arrastrados por los perros en traílla, las damas risueñas con el halcón posado en el puño, las ninfas y las diosas que llevaban sobre la cabeza frutas, pasteles y caza; las Hebes y las Ganimedes ofreciendo a brazo tendido el anforilla de jarabe o el obelisco bicolor de los helados con copete: la historia entera de la mitología puesta al servicio de la gula.

Enfrente mismo de nosotros, en el arroyo, estaba plantado un pobre hombre de unos cuarenta años, de faz cansada y barba canosa; llevaba de la mano a un niño, y con el otro brazo sostenía a una criatura débil para andar todavía. Hacía de niñera, y sacaba a sus hijos a tomar el aire del anochecer. Todos harapientos. Las tres caras tenían extraordinaria seriedad, y los seis ojos contemplaban fijamente el café nuevo, con una admiración igual, que los años matizaban de modo diverso.

Los ojos del padre decían: «¡Qué hermoso! ¡Qué hermoso! ¡Parece como si todo el oro del mísero mundo se hubiera colocado en esas paredes!» Los ojos del niño: «¡Qué hermoso!, ¡qué hermoso!; ¡pero es una casa donde sólo puede entrar la gente que no es como nosotros!» Los ojos del más chico estaban fascinados de sobra para expresar cosa distinta de un gozo estúpido y profundo.

Los cancioneros suelen decir que el placer vuelve al alma buena y ablanda los corazones. Por lo que a mí toca, la canción dijo bien aquella tarde. No sólo me había enternecido aquella familia de ojos, sino que me avergonzaba un tanto de nuestros vasos y de nuestras botellas, mayores que nuestra sed. Volvía yo los ojos hacia los vuestros, querido amor mío, para leer en ellos mi pensamiento; me sumergía en vuestros ojos tan bellos y tan extrañamente dulces, en vuestros ojos verdes, habitados por el capricho e inspirados por la Luna, cuando me dijisteis: «¡Esa gente me está siendo insoportable con sus ojos tan abiertos como puertas cocheras! ¿Por qué no pedís al dueño del café que los haga alejarse?»

¡Tan difícil es entenderse, ángel querido, y tan incomunicable el pensamiento, aun entre seres que se aman!

Charles Baudelaire

De la mirada

LA MIRADA. ELEMENTOS PARA ANALIZAR
UNA ESCENA CONSTRUCTIVA

Oscar D. Amaya


Yo creo que uno mira los cuadros con la esperanza de descubrir
un secreto. No un secreto sobre el arte, sino sobre la vida. Y si lo
descubre, seguirá siendo un secreto, porque, después de todo, no se puede
traducir a palabras. Con las palabras lo único que se puede hacer
es trazar, a mano, un tosco mapa para llegar al secreto.
John Berger

Cuando en el alma despierta verdaderamente el sentimiento
de que el lenguaje no es un mero medio de intercambio para
el entendimiento mutuo, sino que es un verdadero mundo
que el espíritu debe poner entre él mismo y los objetos
mediante el trabajo interior de su fuerza, entonces el alma
está en el camino verdadero para, cada vez más, encontrar
y poner algo en él, es decir, en el lenguaje como mundo.
W. von Humboldt

Es preciso que nos acostumbremos a pensar que todo
lo visible está tallado en lo tangible, todo ser táctil está
prometido en cierto modo a la visibilidad, y que hay, no
sólo entre lo tocado y lo tocante, sino también entre lo
visible que está incrustado él, un encaje, un encabalgamiento
M. Merleau-Ponty


Querer comprender el significado de la mirada como una de las escenas de cruce entre lo que somos y lo que es fuera de nosotros, supone pensarla como un acto llevado a cabo por el sujeto, una organización del mundo, una forma de estructurar la realidad. “Todas las apariencias están continuamente intercambiándose: visualmente, todo es interdependiente. Mirar es someter el sentido de la vista a esta interdependencia”, afirma Berger. Una forma de aceptar el conjunto de lo real como visible, aceptable e incluso creíble, a sabiendas que no siempre se han dado como ciertos los mismos fenómenos.

Hoy parecería que no dudamos de lo que vemos en las pantallas de televisión o de lo que proponen las pantallas de las computadoras, sin embargo esto supuso en las prácticas culturales una adecuación respecto de las nuevas tecnologías que, obviamente, no siempre existieron. Del mismo modo que la aparición del libro implicó una forma de volver creíbles las narraciones que se leían, algo similar ocurrió cuando se desarrollaron las tecnologías de reproducción de los fenómenos visuales. Hoy, por ejemplo, la fotografía digital crece con un concepto de la práctica fotográfica que se inició con la primera gran oleada de difusión de la foto, pero que ahora se manifiesta de modo distinto. La cotidianidad que se fotografía actualmente no es la de nuestros familiares en su vida cotidiana, sino otra, desprovista de la solemnidad en la práctica del arte y de la consideración de lo que se muestra como algo único e irrepetible.

De todas maneras, el desarrollo tecnológico no modificará el hecho de que el mundo sigue y seguirá siendo un espacio por descubrir y toda ley que se formule respecto de su cognoscibilidad será necesaria y felizmente provisional. Porque como afirma Proust, la supuesta inmovilidad de las cosas que nos rodean, acaso sea una cualidad que nosotros les imponemos, con nuestra certidumbre de que ellas son esas cosas y nada más que esas cosas, con la inmovilidad que toma nuestro pensamiento frente a ellas.

Las tecnologías de la comunicación desde siempre han servido como mediaciones, como ortopedias refinadas. Toda tecnología construye nuevos mundos y maneras de vivir, desde la escritura a la imprenta, de la pintura a la fotografía o del cine a la videocámara. Si no estamos ya definitivamente en la posmodernidad no es sólo porque vivimos en un país pobre y desvastado, sino también porque, entre otras cosas, aún persistimos en ilusionarnos en lo que queda del sueño moderno, es decir, en el poder de la tecnología para mejorar la vida, para mejorar el destino, para mostrarnos un “futuro mejor”.

Estas tecnologías contribuyen a crear nuevas realidades que no sólo transmiten mensajes del mundo empírico, sino que diseñan nuevos mundos, o por lo menos nuevas versiones del mundo. El relato de un suceso no es el suceso en sí, y sí mucho más que su mera referencia. En la comunicación, el impacto de las nuevas tecnologías resultó no sólo cuantitativo, sino cualitativo, transformando en el escenario social, junto a otros fenómenos, prácticas, discursos y subjetividades.

Mirar y mostrar con arte, es decir, artificiosamente, transforma la mirada y al mismo tiempo la consideración de lo mirado. ¿Qué es un paquete de cigarrillos desechado y aplastado, el resto de un producto que aún muestra su marca comercial o un elemento del paisaje urbano de entidad semejante a un árbol o un río? ¿Lo que queda en un plato de comida es simplemente un resto de comida o algo que está más acá o más allá de la ingestión? ¿Una zapatilla o una alpargata desparejada y confundida en la tierra siguen siendo calzado, cuando ya no hay nada para calzar? Estas preguntas pueden interpretarse como artísticas, filosóficas y aun como políticas, pero vienen de mucho tiempo atrás. Se podrían formular de otro modo: ¿quiénes son Los Embajadores que pintó Holbein, qué sentido tiene su exposición y el disco que se reproduce en el inferior del cuadro?, ¿existen o existieron los mundos que mostró Miguel Ángel en la capilla Sixtina?, ¿quiénes están representados Las Meninas de Velásquez, quién es el protagonista de ese cuadro, es el pintor o el espectador que involuntariamente es incorporado a la escena? Alguien se preguntó al observarlo: ¿dónde está el cuadro?

Las imágenes en la cultura han sido desde siempre un aparato visual de constitución de la subjetividad colectiva y el imaginario socio-histórico. Suerte de “constructoras” de una memoria social, que intenta atrapar en la mirada un orden de pertenencia y reconocimiento prescripto para los sujetos de una cultura, proceso no exento de tensiones y conflictos entre el poder subversivo de la creación (la expresión de lo inexpresable a través de la mediación de lo sublime estético) y el poder político de control y dominio de los sujetos, que necesita también del arte para producir memoria y así legitimarse. Las imágenes que sostienen esta memoria, constituyen entonces un sistema de representaciones que establece lazos sociales con la subjetividad, tanto en la dimensión conciente como en la inconciente a este orden de pertenencia de carácter institucional e ideológico, porque fija continuidades que emplazan formas identitarias, o como afirma Nietzsche: “tenemos el arte para defendernos de la muerte”.

Pero es necesario precisar que el orden visible al que estamos acostumbrados no es totalizante, sino plural, lo que implica considerar órdenes coexistentes que se despliegan por doquier: “los cuentos de hadas, de fantasmas y de ogros eran un intento humano de reconciliarse con esta coexistencia. Los cazadores siempre lo tienen en cuenta, y por eso son capaces de leer signos que nosotros no vemos. Los niños lo perciben intuitivamente, porque les gusta esconderse detrás de las cosas, y desde allí descubren los intersticios existentes entre las diferentes gamas de lo visible”, afirma Berger (2004). Podríamos pensar además en médicos, detectives, artistas y otros oficios entrenados en “leer” lo visible, allí donde la mirada inadvertida nada encuentra para interpretar...

¿Dónde reside, entonces, la cuestión? En la singularidad de la mirada humana entre todo el universo de lo existente. Mirar no es únicamente convertir percepciones luminosas en imágenes mentales significativas. El mirar transforma y nos transforma. Lo que miramos nos configura y nos conduce a hacer. La mirada constituye la subjetividad por ser una escena continua, ya que prosigue incluso en el sueño. Cuando miramos, no sólo buscamos percibir; mirar es construir o por lo menos pretenderlo. El sujeto no es recolector o predador, sino constructor, y traza su ámbito y dimensión constructiva mediante la mirada. En la mirada, se encuentran las huellas del observador, hecho que produce una unión entre la experiencia del creador con la experiencia del que mira. El transcurrir y desarrollarse en la transformación del mundo, no es un suceder organizado por alguien, sin embargo, mirar ese suceder no puede no organizarse para la mirada que lo mira y que se ve implicada en él.

El otro y su mirada también nos constituye: cuando somos mirados nos convertimos en objeto para otro, su mirada nos sustrae de nuestra presencia exclusiva ante nosotros mismos: “la verdadera percepción de la alteridad del otro sólo se produce cuando yo soy objeto de su mirada”, afirma Gruner (2001). Se trata de un fenómeno de encuentro/desencuentro donde el otro se torna sujeto para nosotros. Es que cuando vemos a alguien, o incluso cuando miramos algo que nos resulta bello, la primera sensación que generalmente experimentamos es que representa un placer mirar a esa persona o a ese objeto o lugar. ¿Y si acaso el verdadero placer fuera otro, más estremecedor: el placer de ser mirado por esa persona, el placer de “estar presente” haciéndonos sentir junto a ese objeto, dentro de ese lugar? Somos concientes de nosotros mismos porque somos concientes de los otros: un sujeto es conciente de sí cuando reconoce en sí mismo a otro, y cuando además reconoce que es otro para sí mismo.

Lo otro que miramos en la escena de mirar, nunca zanja un cierto abismo de incomprensión, puesto que mirar y ser mirados produce en el intento de interpretar lo que sucede, sesgos de ignorancia, intentos por establecer un puente entre ese abismo, que puede en parte zanjarse por la existencia del lenguaje cuando se trata de un semejante, pero que fracasa cuando lo que miramos es el mundo, las formas de vida que están más allá de la reciprocidad lingüística.

No podemos pensar entonces en la posibilidad de una mirada despojada, exenta de interpretación: toda mirada asume, aún inadvertidamente, una práctica interpretativa y por ende un intento de transformación, ya que toda práctica de interpretación, en la medida en que problematiza la inmediatez de lo aparente, introduce una diferencia en el mundo, lo vuelve parcialmente opaco.

Estos fenómenos son los que se pretenden estudiar a lo largo del tiempo de la modernidad y del tiempo contemporáneo. Para ello, es importante seguir adentrándose en la historia acerca de los estilos artísticos de Occidente. Ello permitirá acceder a la forma en la que se fue representando la realidad a lo largo de los siglos. No siempre la mirada organizó la exposición de los objetos de la misma manera. Hasta un momento de la modernidad, la preocupación central fue la reproducción de los objetos que se veían. Luego comenzó a alterarse este intento porque hubieron fenómenos tecnológicos que realizaban esa reproducción de modo más eficaz.

Surgió entonces la presencia del pintor como sujeto que estaba interesado en transmitir su peculiar visión de una situación determinada: “yo no pinto las cosas, pinto sólo las diferencias entre las cosas”, nos dice Henri Matisse. El estilo se volvió más subjetivo y personal y, al mismo tiempo, se requirió que el espectador se comprometiera más en lo que veía para que pudiera compartir una experiencia determinada. Afirma Berger que toda imagen pintada anuncia algo: yo he visto esto. Entiende que la pintura constituye una afirmación de lo visible que nos rodea y que está continuamente apareciendo y desapareciendo. Posiblemente sin la desaparición no existiría el impulso de pintar, pues entonces lo visible poseería la permanencia que la pintura se empeña en encontrar, atrapar y fijar en el lienzo.

Estos fenómenos que se pueden rastrear en la historia del arte, se repiten con la multiplicación de las nuevas tecnologías en las diferentes formas de reproducción de la realidad. De modo que a su estudio e interpretación se dirige la bibliografía que figura en esta unidad como forma de acercamiento intelectual al fenómeno de la mirada. Pero también habremos de mirar, como forma de acercamiento sensible. Para ello será necesario observar pinturas, esculturas y formas arquitectónicas, entre las artes visuales clásicas, por ejemplo, en las que se pueda advertir la evolución de los estilos artísticos, buscando con ello desentrañar la correspondencia con otros fenómenos contemporáneos de la cultura que se entrelazan: la psicología y otras ciencias, la filosofía, pero también la política y la historia, que se hallan presentes de manera inexcusable.

Para este visionado existen un gran número de museos que cuentan con páginas web donde pueden verse obras de arte allí expuestas y realizar así un recorrido virtual por algunos de ellos. Son unos pocos, pueden visitarse muchos más. Algunas direcciones posibles son:
www.nationalgallery.org.uk ;
www.metmuseum.org ;
www.louvre.fr/espanol.htm ;
www.museoprado.mcu.es ;
http://www.firenzemusei.it/index1.html

Y a propósito de estas instituciones, una vez más Berger nos habla: “en los museos de pintura nos encontramos con lo visible de otras épocas y esto nos acompaña. Nos sentimos menos solos frente a aquello que nosotros mismos vemos aparecer y desaparecer todos los días. Hay tantas cosas que siguen siendo iguales: los dientes, las manos, el sol, las piernas de las mujeres, el pescado... en el reino de lo visible, todas las épocas coexisten fraternalmente, aunque estén separadas por siglos o milenios. Y cuando la imagen pintada no es una copia, sino el resultado de un diálogo, la cosa pintada habla, si nos paramos a escuchar”. Otro modo que se añade para comprender que mirar es una experiencia corporal, emocional e interpretativa, en la cual se conjugan vida y arte, donde el observador tiene la oportunidad de captar el advenimiento del espíritu del mirar: una escena con cadencias y silencios, que funda su propio tiempo y espacio.


La creación comienza en la visión. Ver ya es una operación creadora que exige un esfuerzo. Todo lo que vemos en la vida diaria sufre, en mayor o menor grado, la deformación que engendran las costumbres adquiridas... el esfuerzo para desembarazarse de ellas exige mucho valor, indispensable para el artista que debe ver las cosas como si las viera por primera vez: es necesario ver siempre como cuando éramos niños; la pérdida de esa posibilidad coarta la de expresarse de manera original, es decir, personal.

Henri Matisse

Bibliografía consultada

Berger, J. (2004) El tamaño de una bolsa. Buenos Aires, Alfaguara.
Berger, J. (1998) Mirar. Buenos Aires, eds. De la Flor
Gruner, E. (2001) El sitio de la mirada. Buenos Aires, Norma.
Marafioti, R. (2005) Problemática de la comunicación. Buenos Aires, UNLZ.
Matisse, H. (1993) Escritos y opiniones sobre el arte. Madrid, Debate.

De la pregunta ( II )

De la pregunta

ACERCA DEL PREGUNTAR Y DEL PREGUNTARSE COMO
PRACTICA DE PENSAMIENTO

Oscar D. Amaya



Toda obra es un viaje, un trayecto,
pero que sólo recorre tal o cual camino exterior
en virtud de los caminos interiores que la componen,
que constituyen su paisaje o su concierto

Gilles Deleuze


Lo nuevo no está en lo que se dice,
sino en el acontecimiento de su retorno

Michel Foucault

I.

Todo decir, todo discurso, sean cual sean los significantes que utilice (palabras, movimientos, trazos, melodías, etc.) debe enfrentarse al desafío de rehusarse a producir verdades acabadas, respuestas indiscutibles, saberes absolutos que desalojan las semillas del pensamiento: las dudas y las preguntas. La búsqueda de certezas es paradojal, ya que está atravesada por lo incierto, por lo inacabado. La pregunta se enfrenta a todo intento por castrar la curiosidad, y el asombro, indispensables para el proceso del pensar.

Lo que llamamos verdad “no nace ni se encuentra en la cabeza de un solo hombre, sino que se origina entre los hombres que la buscan conjuntamente, en el proceso de su comunicación dialógica” (Percia, 2002). La insistencia de la pregunta nos susurra que no hay una última palabra, toda pregunta llega a desalojar una creencia, ya sea porque la niega o la ignora, ya sea porque la cambia o la desarrolla.

Acaso el misterio del preguntarse no se resuelva con el de responderse. Ocurre que entre ambos actos, parece existir un intersticio. La aventura consiste en introducirse en ese hiato, en ese tiempo y espacio tan peculiar, entre una pregunta y una respuesta. Poder sostenerse allí, en ese silencio, para comenzar a experimentar una presencia, un acontecimiento que esté mas allá (o más acá) de las explicaciones.

Habitar este intersticio es experimentar aquello que no necesita sólo de razones, pues no necesariamente será comprendido únicamente a través del saber constituido, sino a través de la aventura del pensar, ya que no es mediante significados instituidos que accederemos a la experiencia de suspender el juicio, de demorar una respuesta. Quien pregunta ha producido cierta síntesis conceptual o sensitiva en su discurrir en torno a aquello que intenta comprender, la pregunta muestra el modo de pensar y sentir de quien pregunta.

Es que las respuestas a menudo encierran, por eso es importante ejercer la disciplina de dejar de reaccionar, de responder conceptualmente o con creencias, frente a la angustia que despierta un interrogante. La pregunta produce desasosiego, suspensión, interpela a la búsqueda y no requiere apaciguar prontamente la incertidumbre, sino transitarla.

Esta manera de afrontar la pregunta sin silenciarla con respuestas, nos permite sentir la ignorancia, soportar el no saber y aprender el significado instituyente que hay en ese sentir, que nos habla del misterio del desconocer, inherente a nuestra condición humana, manera que permite sentir el abandono que esto produce, abandono que no se resuelve con sustituciones, con respuestas cabales, tranquilizadoras.

Con estas dudas, con estos interrogantes, con estos haceres erráticos, con estas deformaciones estamos en el mundo. (...) Esta formulación nos remite nuevamente al interrogante sobre el ser, pero sobre un ser en constante mutación, no la pregunta por la esencia, ni por las trascendencia, sino la pregunta por ese ser en autoproducción constante, autoproducción inmanente a la producción de realidades que su práctica y su teoría producen. Práctica y teoría que son acción, no una práctica como “bajada” de unos conceptos teóricos, ni una teoría como “subida” al cielo de los conceptos de unas acciones prácticas.
(...)
Retomar la pregunta por nuestro hacer desde esta posición, nos impone abandonar el camino que nos lleva a la reducción en su faz técnica del complejo proceso de producción inmanente en cada práctica, fragmentando el proceso y al sujeto de este proceso.
(...)
Si en cambio transformamos la pregunta por la práctica, por nuestro hacer, pensándola como un proceso de producción, si en vez de preguntarnos ¿qué hacer?, nos interrogamos por ¿qué hacemos ser cuando hacemos?, estaríamos poniendo el acento sobre el ser, sobre el tipo de subjetividad que produce nuestro hacer, encontrándonos en mejores condiciones para recobrar la potencia para la creación, para la invención de lo nuevo, para la autoproducción.
(1)


II.

Necesitamos, queremos respuestas, deseamos conocimientos, experimentamos la necesidad de defendernos ante lo distinto, lo ignorado. La respuesta es una reacción que aparece a la manera de un mecanismo de defensa ante el temor. La práctica de pensamiento es el tiempo de investigar la acción y reacción, investigar el intervalo entre el pedir y el recibir, a fin de maximizar su presencia. Esta presencia es de una naturaleza diferente a la del dualismo pregunta-respuesta. Aquí no hay ninguna necesidad de demostrar algo, no hay obligaciones, ni búsqueda de semejanzas o diferencias.

Antes de convertir, de disolver la pregunta en una respuesta, parece necesario darle albergue un tiempo significativo “como una madre expande su seno para que la criatura crezca en ella. La respuesta prematura es un aborto de la indagación de la vida”. La interpelación que produce la pregunta viene a enjuiciar la aparente seguridad de la respuesta, como afirma Kovadloff: “en un mundo que cree disponer más respuestas que las que efectivamente tiene, preguntar se vuelve imperioso para poner al desnudo el hondo grado de simulación y de jactancia con que se vive”.

Es así que antes de responder cualquier interrogante, es esencial suspender el juicio y prolongar la recepción del mensaje otorgando una delicada atención al instinto de reacción o a la respuesta convencional, a fin de observar esta dinámica que funciona como obstáculo a la hora de comprender la riqueza de aquello que nace con la pregunta y se desarrolla cuando la respuesta es suspendida. El acontecimiento desprenderá un suceder, una danza en que la respuesta será un gesto que recomienza.

La infancia, esa temporada de la existencia que el adulto deja diluir sin remedio, constituye un espacio de la vida en que las preguntas son motores para la interpretación del mundo. Frente a lo inquietante de las preguntas de los niños, el adulto dice “qué ingenioso”. A la gravedad de sus interrogantes la diluye exclamando “qué divertido”. La belleza de la pregunta es transformada en la sentencia “qué insólito lo que dice”, y frente a la radicalidad de ellas reacciona tiernamente ensalzando la expresión de una inocencia, fruto de un “alma pura”.

La adultez cancela muchas veces la osadía que posee la infancia. Los niños “se atreven a quedar en la intemperie, a soportar los enigmas impuestos por una realidad que, rompiendo su cascarón de docilidad aparente, se planta ante ellos revulsiva, irreductible, misteriosa y desafiante”, afirma Kovadloff. La infancia emerge como un momento vital que asume la responsabilidad de preguntar.


No hay regreso. Cada llegada es una partida, un errar recomenzando sobre los territorios de la tierra, el mar, el aire, ¿quién garantiza el recomenzar y de nuevo la partida? Un gesto que recoge lo imprevisto, el resquebrajamiento mutuo y desilusionado del cuerpo que queriendo saber se traslada, para decirlo en un lugar donde el yo de nuevo recomienza. Saber infinito imposible, siempre por rehacer y que aporta, quizá, una exploración si no de lugares por otros ya transitados por lo menos este recorrido de innumerables partidas que no hubiera tenido lugar si no existiese el lugar del alto, de la ruptura de la unidad recompuesta para ser puesta a prueba. (2)


III

Al estatuto de la infancia lo continúa el espíritu poético. Un ejemplo de ello lo constituye Pablo Neruda, quien en sus dos últimos años de vida escribe ocho libros de poesía con los que pensaba festejar sus setenta años de vida, en julio de 1974. Uno de ellos, Libro de las preguntas, constituye un ejercicio pleno de curiosidad y asombro, ya mencionados como atributos de la práctica de pensamiento. Dividido en setenta y cuatro secciones, está íntegramente poblado de preguntas que abarcan los más variados fenómenos de la existencia humana y natural.

Una lectura atenta parece sugerir una fuerte continuidad entre el universo infantil y el poético: ¿por qué los árboles esconden el esplendor de sus raíces?; ¿hay algo más triste en el mundo que un tren inmóvil en la lluvia?; ¿las lágrimas que no se lloran esperan en pequeños lagos?; ¿cómo logró su libertas la bicicleta abandonada?; ¿puedo preguntar a mi libro si es verdad que yo lo escribí?; ¿por qué me muevo sin querer, por qué no puedo estar inmóvil?; ¿las hojas viven en invierno en secreto, con las raíces?; ¿quién era aquella que te amó en el sueño, cuando dormías?


¿De dónde viene ese afán de preguntar, esa gran dignidad que se concede a la pregunta?
Preguntar es buscar, y buscar es buscar radicalmente, ir al fondo, sondear,
trabajar el fondo y, en última instancia, arrancar. Ese arrancamiento que contiene la raíz
es la labor de la pregunta. (...) Freud dice, más o menos, que todas las preguntas
que hacen los niños a diestra y siniestra, les sirven de sustitutos de la que no hacen,
esto es, la pregunta del origen. Asimismo, nos interrogamos sobre todo, con el fin de
mantener en movimiento la pasión de la pregunta (...) Interrogar, entonces, consiste
en ponerse en la imposibilidad de preguntar por medio de preguntas parciales. (...)
La pregunta es el deseo del pensamiento. (...) es el llamado a saltar, que no se
deja retener en un resultado. (3)


IV

Se trata entonces de la pregunta por la pregunta, de preguntarse en qué consiste esta práctica de pensamiento, qué pregunta una pregunta cuando lo hace. Aquello que no es sabido y que bajo la forma de interrogante produce otro no saber: lo que no sabemos es adónde nos puede llevar esa fuerza movediza de curiosidad y asombro, ya que como afirma Blanchot, esta práctica nos pone en relación con lo que no tiene fin.

¿Llegaremos a comprender alguna vez lo que realmente queremos saber?



Bibliografía citada

(1) VEGA, D. y otros (2000) Travesías institucionales. Buenos Aires, Lugar Editorial.
(2) KRISTEVA, J. (1988) Historias de amor. México, S.XXI.
(3) BLANCHOT, M. (1974) El diálogo inconcluso. Caracas, Monte Avila eds.

Otra bibliografía consultada

KOVADLOFF, S. (1993) El silencio primordial. Buenos Aires, Emecé.
NERUDA, P. (1975) Libro de las preguntas. Buenos Aires, Torres Agüero ed.
PERCIA, M. (2002) Una subjetividad que se inventa. Buenos Aires, Lugar Editorial

lunes, 12 de noviembre de 2007

La Pasión según San Amor Doliente ( X )

(Pasión robadora de prosas ajenas, pues el amor, si pretende serlo, robador será)

introito:
nosotros las personas, al igual que las islas, tenemos tesoros escondidos, que como las personas, las islas fueron asoladas en su infancia por piratas. Como las personas, provocan pasiones indomables, igual que las personas son un mundo completo con plantas y pájaros singulares, que allí crecieron por condiciones precisas y que no pueden encontrarse en ninguna otra parte, isla o persona.

aria:
al igual que ninguna persona puede contar su propia muerte, los enamorados
no pueden contar el fin de su historia; nadie puede producir la fecha de su muerte.

coro:
la amada y el amado, ¿cómo se han enamorado? Perdidamente. ¿Cuándo? Demasiado tarde. ¿Por qué? Porque es imposible volverse atrás. ¿Cuándo? Demasiado pronto ¿Por qué? Porque como todo torrente, el amor es un vértigo que lleva lo que soy hacia lo que no soy.

aria:
cuando se produce el big-bang amoroso, los gestos y acciones de una persona son percibidos por la otra como una danza y se van depositando en ella. Las imágenes de la persona, sus palabras, los movimientos de su cuerpo, se van grabando en la otra como un doble. Todo lo que pasa en el camino que se hace entre dos personas, como un pájaro, anida en la otra. En la separación muchas veces ese doble del otro no se va. No muere con la muerte de la relación. El pájaro, por diversos motivos, no se vuela, permanece, con su plumaje extendido. Por eso hay gente que mata o se mata por amor: lo que intentan, en realidad, es matar a ese doble.

coro:
si cuando sucedía aquello había que pensar otra cosa, ahora que hay que pensar en lo que entonces sucedía, indica que no habrá que mirar ni pensar las cosas que suceden en este momento.

recitativo:
a la amada le pareció poco ser una sola persona, sentía alrededor la inmensidad de todo lo que no era ella, lo otro, mucho más que casi todo: todo menos ella, que era casi nada, minúscula y provisoria porción del universo, combinación momentánea de materia reciclable a quien llamaban por un nombre al que desde siempre respondía.

aria:
si yo me atrevo
a mirar y a decir
es por su sombra
unida tan suave
a mi nombre
allá lejos
en la lluvia
en mi memoria
por su rostro
que ardiendo en mi poema
dispersa hermosamente
un perfume
a amado rostro desaparecido

recitativo:
después de todo, pibe, tú eres la única muralla, si no te saltas nunca darás un solo paso.

coro:
no es en plena luz sino en el borde de la sombra,
donde el rayo al difragtarse, nos confía sus secretos.

aria:
Si para todo hay término y hay tasa
y última vez y nunca más y olvido
¿quién nos dirá de quién, en esta casa,
sin saberlo, nos hemos despedido?

recitativo:
el amante sabe que la naturaleza del amor es intangible, pero que una vez asida,
se la debe empuñar con mano firme. (no sabemos si sospecha esto último)

aria:
quien no se ama elige a alguien imposibilitado de amarlo:
su búsqueda de amor, siempre defraudada,
se vuelve un medio de expresar y reforzar el propio desamor.

coro:
sólo con la verdad sencilla y pura se encontrarán los corazones,
pero sucede que la pura y sencilla verdad rara vez es pura y nunca es sencilla.

aria:
la separación es un álgebra: la diferencia entre ella más él y ella menos él,
son dos veces menos él,
es caerse al espacio vacío, es un mundo que termina.

recitativo:
observen a la amante, altiva y lagrimosa;
parte, pero sólo para saber si puede quedarse.

aria:
me robó el corazón
me robó a mí
me quitó el mundo y después
ella misma se me hurtó
dejándome a merced
de mi sediento corazón.

coro:
el amado se piensa como un pequeño animalito enjaulado corriendo incesantemente, sin avanzar,dentro de un anillo de tres palabras:
esperanza, desesperanza, desesperación.

aria:
el amado finalmente se entregó al amor por él generado y aún inconfesado,
y siete veces fue parido:
una vez en un cuarto en llamas
una vez bajo una lluvia helada
una vez en un mar de trigo
una vez en un manicomio
una vez en un monasterio desierto
una vez entre miles de personas en florida y presidente perón
seis veces lloró y rió
pero aún ignora
que lo espera una septima parición.

recitativo:
dice el amado: del cielo cayó una rosa que en un jardín rebotó,
así espero que reboten los chicos cuando les digas que no.

coro:
quien ama erróneamente posee una inútil clarividencia, retroactiva y terrible, por la cual se ve en el amado no lo que es, ni lo que podría llegar a ser,
sino lo que podría haber sido.

aria:
hay personas en las que su alma está enredada fuera de ellas...
así va, de una persona a otra,
va y vuelve, como la respiración, queda atrapada en el alma de los otros.

coro:
los amados se acercan a saber que no se puede ver de lejos el fin del amor, Cupido es ciego, mas si se ve el fin, el fin llega.

aria:
el amor teje un doble del amado en el amante. El doble y el amado están unidos por una red de hilos invisibles por la que el segundo alimenta al primero. El amante, regido por las leyes del corazón que es como un pulpo, absorbe al doble como un bordado tridimensional tejido en sus propios nevios y de su propia sangre, una red inextricable que vive en él, venas y arterias. Cuando el amado se va, a veces no se lleva a su doble: la red que los unía se rompe, y el doble queda en el amante. Ahora, sin el alimento del amado, gracias a los espejismos de la memoria, es un gólem, un muerto vivo que habita dentro del abandonado y que para subsistir lo consume, devorándolo.

finale:
dice la amada:
a exhalarte en las mejillas un ardiente tristísimo suspiro
y a extinguirme en tu perfil y rescatar su última sombra;
por eso he vuelto,
tan cansada y tan sola, a deslizarte la última mirada de amor
que me cabe en las cuencas,
a vaciarte mis ojos en el pecho,
agitarte el esternón con lenguas de deseo,
que te pulse entre la carne y los huesos,
como una vena más,
que se incorpore a tu susto y a tu alivio
y te muerda las pupilas,
que se desespere, pendiente y postergado amor,
entre tu cara y la mía,
antes del estertor y del ocaso,
el desempolvado intento de amarte.

dice el amado:
dónde está la sombra, dónde tu mirada, tu rostro que es ahora una oscura mutancia, una belleza dolorosa, mirada de hembra, rasgando la penumbra con deseos poderosos. Me ves sin que te vea. Con esa fuerza de ojo escondido, escrutando desde la ceniza, desde la sombra que altera mi enigma. Cuando no te conocía era un descampado, desprevenido de no haberte visto ni oído, un augurio de herida y lágrima que ahora, con la luz hecha tabú en la compostura de mi frente, te adivino: has venido, he vivido.

Acerca de lo inefable ( IX )

ACERCA DE LO INEFABLE COMO HISTORIA DE AMOR,
HACEDOR DE LO QUE SUCEDE, QUE HACE HISTORIA

Aquel que va a la cita, no es el mismo que la ha concertado.
Andre Gide


Fuimos con máscaras, pero aparecimos en resplandeciente desnudez. En ese acto sexual, pleno de opacidad, algo quedó despojado, imprevisto: era el sexo que alumbraba al enamoramiento, pariendo una dialéctica que nunca habríamos de interrumpir. Eso que iba a suceder, advino. No sabíamos ni una cosa, ni la otra. Fuimos privados de esa revelación hasta que advino como acontecimiento. De la cima hacia la brusca caída, de la humedad y la erección a la mirada y la melodía que atestiguaron que algo estaba adviniendo. Nos encontramos en otro suelo, es decir, en otra identidad que nos estaba albergando. Fuimos a olvidarnos de algo de lo que éramos, a ser abandonados por aquello que nos apesadumbraba, ignorando que el fracaso de todo plan daría lugar a la creación de un nuevo mundo. ¡Qué tan otra cosa se mal-acomodó al terreno sexual que había sido planificado! Fue, sabemos, el amor: el lugar de una rendición, el lugar donde uno se rinde, descubierto, sorprendido, impelido hacia lo insospechado. Fue la cancelación de toda pretensión. Lo anhelado llegó, más otra fue su luz, otra su forma. Tuvimos que concebir otros ojos, para dar lugar a la mirada de lo nuevo, lo ignorado entonces como nuevo. Lo que queríamos encontrar, nos encontró, pero para descubrirnos, para develarnos. Quien crea, será engañado. Quien busque, será encontrado.

Ella y El ( VIII )

Ella y El anhelos tienen
cada cual duerme como puede
juntos ella y el querían
beberla, engullirla, tragarse a la vida.

De muy lejos venían
de atrás, cuando todo tenía medida.

El sí, ella no fue sorprendida

se parían en el encuentro
y en cada encuentro germinaba la despedida.

Las miradas se tornaron anhelos
y los anhelos querían más y más días.

Ella y El amores tienen
¿qué pensarán cuando la hora final suene?

Una y otra vez esperan que el día llegue
En el encuentro cada uno la pasión del otro posee
juntos ella y él querían
llegar al cielo y traer más y más días

pero en el encuentro germinaba la despedida
el sol se ocultaba pero ellos no lo veían
al dolor matar querían
pero ignoraban que no se podía.

El sí, ella no fue sorprendida
ella lloró en secreto, el no podía contar
las lágrimas que había

él le dolió, ella no quería hacerse la distraída
ella lo habitó, él le abría toda la vida que podía

fueron desafiados a la seguridad de no saber
una voz rotunda les dijo que no habrían de poder.

Ella y El anhelos tienen
la noche se abrió
para que ellos lleguen

ella habló, fue inusitada
el la escuchó y ya sintió que la besaba
la noche ya se cierra pero ellos aún no mueren
no saben qué es pero saben que lo poseen.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Del amor y otras creencias ( VII )

FATAL TANGO

Aguante pebeta
que esto se zarandea
más que sulky en la pedrera
(quién fue el taita que batió
que las cosas del bobo
salen más fácil que escupida)
un fatal tango es la herida que me deja tu amor.
(Pero aura la cosa ya me es sabida
que no es soplar y hacer boteya
la palabra es un puñal que hace meya
el aguante es ladrillo caliente en las manos
¡caracho que cuesta más que los cien metros llanos!)
Aguante pebeta
si me mira así
ya sabe lo que le espera
así que no se haga la sotreta
(pienso y pienso cómo se me metió la piba esa
¡cómo tengo el marote de las vueltas!
será por eso que es redonda la cabeza)
A la bravura sáquele pecho
mire a quien se lo digo
no crea que es de guapo
pero usté se queda conmigo.

Del amor y otras creencias ( VI )

LIBERTADORA DE MI

Quien te rodeó el alma tomando tu cintura fuí yo
desplegaste tu vivir en mi cierta existencia
y la conmoción desbarató lo que había lo que se escondía
todo sistema racional decimal toda estructura toda métrica
¿fué así el mutar, intempestivo, irrespetuoso, amoral?
¿fué canción secreta, melodía medieval, susurro corpóreo?
Desde mi corazón-celda, libertadora de mí
me llevaste con tu lengua
a extrañas tierras de paraíso sin nombre
a espacios vírgenes creados en mí ignorados en mí
por dueños de lo intangible
libertadora de mí
qué certeza qué saber qué génesis eyectaste
en mis ríos tibios de luz
me fundaste me naciste me trajiste me tronchaste
qué espacios qué latido diminuto corrigió mi arritmia espiritual
qué náufrago de mí avistaste
libertadora de mí
tu cintura, ese puente trémulo
una entrega sin posesión una mirada con paisaje
una vez más
la vez primera

sábado, 15 de septiembre de 2007

Del amor y otras creencias ( V )

ODA A LA DIOSA LUTECIA, A QUIEN SE LE MORIAN TRES UÑAS CADA DIEZ LUNAS

Aquí todo es lluvia y lo que no es viento, teme por su centro.

Tus ojos refugio en la noche, la noche es un mar,

el mar tu cuerpo, algo tan cierto.

Miro atrás, me miro regresar, como si no supiera

que de este amor no se regresa, Diosa Lutecia.

Emprendí un viaje cuando desaté tu cabellera, prisionera.

Pero entonces despierto, y comprendo que te he soñado:

es anhelo, es desconsuelo.

Eres tú la que más duele, de mis heridas

por debajo, por delante de la vida.

Tus uñas se deslizaron de tus manos, pájaros oscuros, enviados.

La punta de mi lengua tocaron,

fueron ellas las que me raptaron.

(Si una Diosa no te rapta, el amor no es un milagro)

¿Puede el destino ser hablado?

¿Es posible divisar el camino aunque se esté cegado?

Otras diez lunas dibujaron la noche,

pero la luz aún no ha llegado...

Diosa Lutecia, no osaré pronunciar tu nombre en vano:

espero a tus pájaros bajar rasantes,

llegados de tus dedos transhumantes.

Ausencia y presencia diseminada en todas las cosas,

eres piedra, lágrima y rosa.

Del amor y otras creencias ( IV )

AMOR ES

De mi corazón robadora
a un pobre gitano sucumbido
de alientos encontrados
a ignorancias bien nacidas
de manchas como testigos
a meses como deseados
de tu dolor amanecido
a mi pregunta arrebatada
somos dos destinos
venimos de la nada
como manos que se buscan
como voces atoradas
te doy lo que tengo
me das esta mirada
me buscas en las sombras
te busco en tu mañana.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Del amor ( III )

SON TAN ELLAS

Mujeres que me aman exhultantes
Y me apoderan, plenas, sinceras.
Mujeres que me conviven y me encuentran
y después se paran y me miran, algo atentas.
Mujeres que me observan y se buscan
en los espejos de la casa, algo inquietas...
Mujeres que luego se asustan, violentas
que me gritan deshonradas, maltrechas.
Mujeres que me arrojan y me olvidan
llorosas, virulentas...
Sólo un rato sin ellas.
Y luego, otras llegan y se acercan
ignorantes de pasadas afrentas
hechas a otras ellas.
Estas, que me recuerdan a aquellas
cuando eran mujeres hechas y derechas
repletas de caricias, risas y promesas
que ya estarán algo viejas y maltrechas,
quizás buscando otras querellas.
Pero éstas, ajenas a las primeras,
ajenas a las imágenes que de mí esas
se armaban en sus cabezas,
estas ellas, santas, insensatas, me miran
y sus rostros brillan sin pena.
¿Serán éstas hoy, como aquellas, que se fueron, obsoletas?
¿serán éstas, otras nuevas ellas,
que mañana suspiren desechas
y ya no se vean en sus rostros
las ansias que tenían como las otroras esas
y se busquen en los espejos y lloren sobre las mesas?
Estas y aquellas, las viejas y las nuevas, todas bellas
anheladas, sedientas, putrefactas y viajeras
inmaculeadas y siniestras, todas ellas
pasajeras que llegan, me miran y no se quedan,
sino que patitiesas comprueban que yo sólo era
imágenes y palabras de espuma rellena...
Y entonces, prestas o lentas, despojadas de buenas nuevas,
agarren y partan en busca de otros que les confirmen
que no ya será vana su nueva espera...
Mujeres, con las mismas manos que las toco y las abro
que con sus ojos hundidos entonces se van y luego a mí otras llegan,
mujeres, que mis caricias empiezan a ya no conmoverlas
y veo como un día se apartan, vociferan y se asquean
con estas mismas manos de caricias hechas,
mis dedos abro, a las mujeres suelto y las saludo
cuando de mí se van sin darse vuelta.
Mujeres, las miro y ya sé que son ellas:
las que llegan, me miran, me anhelan y luego no se quedan.

domingo, 26 de agosto de 2007

Del amor ( II )

ROMANCE DEL GITANO AL AMOR ENCADENADO

Bella es su nuca
bella su frente
y bello su perfil
aguantó lo que su boca pudo
pero tuvo que sucumbir.
Mil remansos eran sus labios
sus manos pétalos de alelí
le miró sus ojos sinceros
y tuvo que sucumbir.
Nocturnas aguas sus cabellos
su cintura, cadencia y fuego carmesí,
dejaba tenues estelas
con aroma de jazmín.
La rodeó sin aliento
y tuvo que sucumbir.
Zarza ardiente su corazón
su alma la tormenta por venir
hembra valiente y temerosa
hembra del comienzo al fin.
Por hombre, no pronunciaré
el sonido de su nombre,
pero si la han visto venir
comprenderán entonces
cuando un gitano
debe sucumbir.

Del amor ( I )

EL ABANDONADITO

No me brindaste lo que te pedí
no me miraste aquella vez
no nació de vos acompañarme
no me dijiste que me querías antes
no te importó que me hicieras llorar
te dije que no lo dijeras adelante de la gente
(y lo dijiste)
no te costaba nada haberme llamado
no me hacías partícipe
te hacías el tonto
querías ver televisión cada vez más seguido
tenías miedo que te pidiera que te animaras
iba a la peluquería y no te dabas cuenta
no me dijiste que me querías después
no sabía donde estabas
nunca arreglabas el botón del baño
me prometiste que ibas a llevarme al cielo
nunca toleraste a mi hermana
(ella te apreciaba)
te dije que te hicieras cargo
antes nunca me hubieses contestado así
gastabas toda el agua caliente
cortabas el diario y yo todavía no lo había leído
nunca estabas cuando te necesitaba
criticabas a las chicas de la facultad
siempre dejabas salpicado el inodoro
(nunca bajabas la tapa)
antes eras caballero
nunca me preguntaste por qué me levantaba a la madrugada
(te hacías el dormido)
tenías miedo que te pidiera que fueras un hombre
me cansé de decirte que me avisaras si se acababa el café
me fuiste dejando sola
tenía que poner pasacalles pidiendo que me hicieras el amor
no fuiste mi cómplice
no me escuchabas
así que ahora no me rompas
con tus mi amorcito en el contestador.

jueves, 23 de agosto de 2007

Del amor y otras creencias paganas

¿Qué estado es ése que nos resulta tan alevoso e inaccesible, que nos hace buscar llaves para abrir inciertas puertas iniciáticas? Estado bello, misterioso y perturbador, estado de un más allá de este mundo en este mundo, escena violentamente distinta e inalcanzable, que se retacea, se entrega, se niega y se insinúa, en fragmentos, en haces de luz. ¿Qué estado es éste, de fragmentos grandiosos, estúpidos, tiernos, siniestros, cómicos, sísmicos, pleno de malentendidos, ataduras, ridiculez, de materia inolvidable y de ironía?
El amor nos completa y al mismo tiempo no nos consuela, tanto lo anhelamos... Es lo desconocido, lo que no se deja ver, y sin embargo habita los cuerpos de los amantes, contorneándolos, confundiéndolos. Y si el amor se muestra es aquello que como la brevedad de un relámpago, de un rayo de luz, se revela por un instante ante las miradas de los amantes, perturbadas por los destellos y resplandores que desprende su presencia. El amor, una posición, unos labios, un secreto, una epifanía.
Tierra virgen, territorio de inseguridades y no de definiciones. Quien la explora no sabe qué comienza a explorar-se, el amor nos incita a hacer algo, a intentar vivir de otro modo, a entrar en suspenso. Empezar a pensar a ser salvajes, a ser ese otro extraño, extranjero en su tierra. Cuerpo en pena, cuerpo de andar dificultoso y exultante. No se puede mostrar el amor, podemos mostrarnos en el amor, pero es él quien nos muestra a los otros y a nosotros. Y sin embargo insistimos, queremos rodearlo, lo citamos, lo aguardamos agazapados, hasta no saber quién es el que asedia, quién el asediado.
Codiciosos están los amantes de poseer las herramientas para llevar a cabo la más prestigiosa y reconocida técnica de la felicidad... y del desconsuelo... y del dolor. Técnica frankesteniana, que se desboca y desobedece a su creador, el amor se nos subleva y nos domina, torsionando su rostro de dicha y esplendor en desasosiego y espera. Gozo y laceración, el amar desata creencias y certezas, preguntas y sospechas, alturas y desbarrancamientos. Todo eso y nada de eso es el amor, renuente a las definiciones encorsetadoras y dominantes. El amor cuando se lo quiere definir, no acude a la cita y nos deja plantados, hablando y pensando solos, hasta extenuarnos de nosotros mismos.
Amamos, hacemos del otro nuestro objeto amoroso y nos entregamos en ofrenda al mismo tiempo: un pedido para ser el objeto del otro, para instituirnos en el otro, en intenso anhelo de que nunca nos destituya y por nada nos sustituya, esa escena temida, esa herida narcisista que no cierra, que supura de sí misma.

El subrayado como género ( V )

La última mujer y el próximo combate
Manuel Cofiño

Primera lectura en 1980
(subrayado en construcción linguística)

sábado, 14 de julio de 2007

El subrayado como genero ( IV )

LO BELLO Y LO TRISTE
Yasunari Kawabata

Leído por vez primera en 1987

(...) ¿Qué eran los recuerdos? ¿Qué era ese pasado que él recordaba con tanta nitidez?
(...) ¿Acaso la nitidez de aquellos recuerdos no significaba que ella no se había separado de él?
(...) - No me importa que dure sólo cinco o diez días, pero necesito a a alguien que pueda hacerme olvidar completamente de mí misma.
- Eso es mucho pedir, aun en le matrimonio ¿no le parece?
- He recibido propuestas matrimoniales, pero ese tipo de devoción no cuenta. No quiero preocuparme por mí misma. Como ya le dije: odio las emociones moderadas.
- Parecería sentir que debe suicidarse a los pocos días de haberse enamorado de alguien...
- No temo al suicidio. Lo peor que puede ocurrir es que uno se harte de la vida. Me sentiría planamente feliz si usted me estrangulara... después de haberme usado como modelo.
(...) - por la en que las miras, juraría que ves una especie de belleza potente y añeja que irradia de ellas. Pero una piedra es una piedra...
(...) – supongo que en una mujer, hasta el odio es una forma del amor.
(...) si no hago ese cuadro ya, quizá no llegue a pintarlo nunca. Está a punto de convertirse en algo diferente... Está a punto de perder todo lo que puede haber en él de amor y de tristeza...
(...) – Quisiera saber a qué edad debe retirarse uno en la actividad literaria.
- El día de la muerte.
(...) Aquella mañana se descubrió a sí mismo lamentándose una vez más de la decadencia del idioma.
- Antes, los eruditos sabían chino y escribían una prosa correcta y armoniosa. La gente no habla así. Todos los días aparecen palabras nuevas, simpáticas comos esas ratitas. Y, como a esas ratitas, no les importa lo que roen. Las palabras cambian con tanta rapidez que uno experimenta vértigo. Por eso su vida es muy breve, y aunque sobrevivan se vuelven obsoletas... como las novelas que escribimos. Es raro que alguna dure cinco años.
- Y bien, quizá baste con que una palabra nueva viva un día –dijo Fumiko.
(...) Lo miró con los ojos muy abiertos. Oki no estaba muy seguro, pero tenía la impresión que aquellos ojos tenían una mirada triste, casi vecina a las lágrimas. Por lo menos no era la mirada de una mujer que es acariciada.
(...) – Usted no debería pensar en esas cosas. Una muchacha tan joven que piensa así está a merced de los fantasmas del pasado. Quizá sea por eso que su cuello es tan estilizado y tan semejante al de un espectro. Bellísimamente fantasmal, por supuesto.
- El cuello esbelto significa que nunca ha amado a un hombre... Eso es lo que dice la señorita Ueno. Pero me enfurecería enamorarme, si eso me hiciera engordar.
(...) – ¿Se siente desdichada?
- Por supuesto que sí. ¡No puedo saber si soy feliz o no!
(...) Un día, mientras escribía una carta, Otoko abrió el diccionario para consultar el ideograma “pensar”. Al repasar los restantes significados (“añorar”, “ser incapaz de olvidar”, “estar triste”) sintió que el corazón se le encogía. Tuvo miedo de tocar el diccionario...
(...) En una ocasión en que él estaba haciéndole el amor, Otoko, en su delirio, le rogó que se detuviera. Oki aflojó su abrazo y ella abrió los ojos. Sus pupilas estaban dilatadas y refulgían.
- Apenas te puedo ver, chiquito. Tu rostro está desdibujado, como si estuviera bajo el agua.
Hasta en esos momentos lo llamaba “chiquito”.
- ¿Sabes una cosa? Si tú murieras no podría seguir viviendo. ¡Simplemente no podría!
En los ojos de Otoko habían brillado lágrimas. No eran lágrimas de tristeza; eran lágrimas de entrega.
- En ese caso no quedaría nadie como tú para recordarme –había replicado Oki.
- No podría conformarme con recordar al hombre que he amado. Preferiría morir yo también. Y tú me lo permitirías ¿no?
(..) Verano a verano, la debilidad y la pérdida de peso de Otoko se iban haciendo más notables.
-¿A qué tónico se puede recurrir para evitar esto? –preguntó a su madre en una oportunidad-. En los periódicos aparecen avisos de muchas medicinas... ¿has probado alguna?
-Supongo que algo ayudarán –respondió la mujer con vaguedad y luego d una pausa prosiguió con tono diferente-: Otoko, la mejor medicina para una mujer es el matrimonio.
Otoko permaneció en silencio.
-¡El hombre es la medicina que da vida a la mujer! Todas las mujeres tienen que consumirla.
-¿Aún cuando se trate de un veneno?
-Aun así. Tú ya probaste el veneno y aún no lo admites ¿no? Pero yo sé que puedes encontrar un buen antídoto. A veces se necesita un veneno para contrarrestar otro veneno.
(...) El tiempo pasó. Pero el tiempo se divide en muchas corrientes. Como en un río, hay una corriente central rápida en algunos sectores y lenta, hasta inmóvil, en otros. El tiempo cósmico es igual para todos, pero el tiempo humano difiere con cada persona. El tiempo corre de la misma manera para todos los seres humanos; pero todo ser humano flota de distinta manera en el tiempo.
Al aproximarse a los cuarenta, Otoko se preguntaba si el hecho de que Oki siguiera dentro de ella significaba que esa corriente del tiempo se había estancado, en lugar de seguir su curso. ¿O acaso la imagen que ella conservaba de él había flotado con ella a través del tiempo como una flor que avanza aguas abajo? Ella ignoraba cómo había flotado su propia imagen en la corriente de Oki. No podía haberla olvidado: pero, sin duda, el tiempo había corrido de manera diferente para él. Las corrientes del tiempo nunca son iguales para dos personas, ni siquiera cuando son amantes...

sábado, 30 de junio de 2007

El subrayado como gènero ( III )

DAMAGE
(una vez en la vida)
Josephine Hart
Leído en 2003

Existe un paisaje interior, una geografía del alma; nos pasamos la vida intentando descubrir sus contornos. Los que tienen la fortuna de lograrlo, fluyen como el agua sobre las aristas de una piedra y están a salvo.
(…) He vivido con ellos como un complaciente extraño en un entorno de belleza insatisfecha. Como un eficiente simulador, limaba pausada y silenciosamente las asperezas de mi ser.
(…) ¿No podría ser, por el contrario, que una infancia feliz fuera el peor preparativo para la vida?
(…) el romántico de niega a ver cambios en la persona que ama, o en la ciudad de la que conserva recuerdos sentimentales. En el fondo “romántico” viene a significar lo mismo que “falso”. ¿No te parece?
(…) En aquella época tú no me conocías, partiendo de esta ignorancia, las vidas de otra gente no pueden ser más que relatos. Las imágenes que te di hacían las veces de ilustraciones. Si mañana yo desapareciera de tu vida, eso es todo lo que tendrías. Las imágenes de un relato, gestos congelados en un marco.
(…) Siempre he creído que cuando la gente pregunta es que está dispuesta a oír las respuestas. Antes de eso sólo hacen conjeturas o intuyen la verdad. Pero no saben con seguridad. Cuando quieren saber, preguntan. En cualquier caso es peligroso.
(…) Conmigo llegas a tu límite. No podrías ir más lejos. (…) Lo que existe entre nosotros existe sólo en una dimensión. Intentar atraparlo entre los márgenes de una vida común nos destruiría a ambos. Tú nunca me perderás. Mientras viva. Nunca me perderás.
(…) La mención a mi padre me hizo evocar de golpe los días de la infancia hacía tanto tiempo olvidados. Los días en los que yo era tanto el hijo de mi padre como el padre de mi hijo.
(…) Estábamos en nuestro dormitorio. En el fondo nunca pensaba en él como nuestro. Y menos aún como mío. Era el dormitorio en que Ingrid y yo pasábamos esos momentos concretos de nuestro matrimonio, la habitación que narra la auténtica historia de un hombre y una mujer en ese extraño arreglo. Pero la historia no tiene otros testigos que los propios participantes.
(…) Nuestras miradas se cruzaron. Nos las arreglamos para desviarlas antes de que uno de los dos pudiera leer la verdad. La intimidad elíptica es la promesa matrimonial de los buenos compañeros. Promesas que ellos honran detrás de las puertas cerradas de dormitorios donde, atrapados en las tortuosas sábanas del deseo muerto, hacen uso del placer que les corresponde por derecho. Se convencen a sí mismos de que no han sido timados en esta ruleta de pasión desapasionada. Es un legado que pasa de generación en generación. El vínculo del buen matrimonio.
(…) me hablaban de una vida de la que yo había partido para siempre.
(…) ¿quién sabe adónde te puede llevar una conversación?
(…) Ingrid, escúchame. Martín está muerto. Se ha ido para siempre. Para siempre. Su vida se ha acabado. Escúchame Ingrid. Escúchame. Yo hice realidad su muerte. Déjame acarrearla. La llevaré siempre conmigo, nunca me desentenderé de ella. Deja que caiga sobre mí, Ingrid. Empújala hacia mí, empuja su muerte hacia mí. Respira hondo, Ingrid, respira hondo. Sobrevivirás a esto. Empuja la muerte de Martín hacia mí. Vivirás. Pásamelo. Pásame su muerte.
(…) Me senté junto a la ventana y contemplé la noche. Había luna llena en un cielo son estrellas. Me dije que casi nunca había prestado atención a ese tipo de cosas. Tal vez por una especie de falla espiritual. Una vaciedad heredada. Una nada transmitida de generación en generación. Un desperfecto de la psique que sólo descubren aquellos que lo sufren.
(…) Supe que algo se había resquebrajado. Que se había abierto una brecha. Supe que a partir de ahora contemplaría el mundo real desde una perspectiva nueva y vivida. La parte de mi vida que se había separado automáticamente era aquella con la que tendría que operar. En los próximos días debería habitar por completo esa pare de mí. La otra parte tendría que permanecer anestesiada para ser vivida más adelante, y posiblemente para siempre.
(…) En el fondo siempre hay una sola persona.
(…) Aunque pueda presentarse con espantosa brusquedad, el horror devora a su presa con lentitud. A lo largo de horas y días y años, extiende sus plomizas tinieblas por las cuatro esquinas del ser que ha conquistado. Mientras la esperanza se agota como la sangre de una herida mortal, una pesada debilidad se apodera de nosotros. La víctima se desliza en el inframundo, donde deberá buscar nuevas sendas en lo que ahora sabe serán tinieblas perpetuas. El horror me reclamaba. Ingrid y Rally tendrían que soportar terribles tristezas y dolor. Pero yo debía apartarlas del horror. Sólo así podría tener una oportunidad.
(…) Mantener unido un cuerpo y preservar un rostro son los primeros pasos para sobrevivir. La pena atrapada en la celda de acero de un cuerpo sigue siendo pena atrapada. Debatiéndose desesperadamente con músculos y huesoso, e incapaz de liberarse, inflige sus heridas de forma retardada. Las heridas internas que uno se lleva a la tumba no las revela autopsia alguna. Despaciosamente, la pena reposa y duerme, pero nunca muere. Con el paso del tiempo, acaba por acostumbrarse a su prisión entre el prisionero y su carcelero se establece una relación de respeto. Esto lo sé ahora y sólo ahora. Ingrid me había entregado a Martín. Y la noche pasada yo había arropado su muerte apartándolo de ella. La atesoraría. Y ella quedaría libre de ira y rabia., y de la culpa de los inculpados. La batalla que Ingrid mantenía ahora era con la pena. Y aunque la pena acabaría por triunfar, como mínimo la dejaría vivir. Lo que no es desdeñable.
(…) Es necesario que me aparte de ti. Yo fui un regalo envenenado. El regalo de dolor que buscabas con tanta ansiedad, la mayor recompensa del placer. Aunque enlazados en un frenético minué, seamos quienes realmente seamos o pretendamos ser, volamos libres. Como alienígenas en la Tierra, encontrábamos en todos y cada uno de nuestros pasos el lenguaje perdido de nuestro planeta. Tú necesitabas sufrir. Y ansiabas mi sufrimiento. Pero aunque no puedas creerlo, tu ansia de mí ha sido completamente satisfecha. Recuerda que ahora te resta tu propio sufrimiento. Será “todo, siempre”. Incluso si me encuentras yo ya no estaré allí. No pretendas algo que ya tienes. Los días y las horas que nos fueron adjudicados, y que ahora han desaparecido para siempre, son asimismo “Todo. Siempre”.

lunes, 11 de junio de 2007

El subrayado como género ( II )

Música para olvidar una isla
Victoria Slavuski

Leído por vez primera en 1994

(...) Al avistar desde las montañas del centro del mar y los acantilados del otrolado de la isla (...) desaparecí –o reaparecí-(...) nos sentimos seres microscópicos atrapados en otra escala, como si la isla y el mundo en general fueran sitios hechos a la medida de titanes monumentales, enormes como templos (...) la sensación de ser un punto, en realidad mucho menos que un punto en la inmensidad; el enorme alivio o libertad de volver a ser nada.
(...) decidió creer que las islas son parecidas a las personas, se unió a los pocos pero infinitamente fieles que decidimos alguna vez creer lo mismo, los que sabemos de esas cosas que Eladio llama “cosas de islas”. Creyó como nosotros que es verdad que las islas, como las personas, tienen tesoros escondidos, que como las personas las islas fueron asoladas en su infancia por piratas, como las personas provocan pasiones indomables, igual que la personas son un mundo completo con plantas y pájaros singulares que allí crecieron por condiciones precisas y que no pueden encontrarse en ninguna otra parte, isla o persona.
(...) usted sabe que en los otros tenemos un doble, especialmente cuando hay amor. Los gestos y acciones de una persona son percibidos por la otra como una danza y se van depositando en ella. Las imágenes de la persona, sus palabras, los movimientos de su cuerpo, se van grabando en la otra como un doble. Todo lo que pasa en el camino que se hace entre dos personas, como un pájaro, anida a la otra. En la separación muchas veces ese doble del otro no se va. No muere con la muerte de la relación. El pájaro, por diversos motivos, no se vuela, permanece, con su plumaje extendido. Por eso hay gente que mata o se mata por amor: lo que intentan, en realidad, es matar a ese doble.
(...) Nada es más valioso para el enfermo de amor que hablar de su enfermedad, que es como hablar del amado. Hablar de él es estar con él, a decir verdad, la única manera de estar con él, puesto que él no está. Así se crea ese círculo vicioso en que hablar de un amor que no existe, le da existencia. Verdadero hipocondríaco de las emociones, toda su parquedad es puras ganas de hablar, hablar, hablar hasta desaparecer en palabras. Desaparecer, su otro objetivo: estar enamorado de algo que casi no existe revela una intención obstinada de no querer existir. Yo pensaba que había que huir como de la peste del papel de confidente de los que sufren por amor, por ellos y por uno mismo, pero esa vez, por propia voluntad, iba a ponerme largamente en el cepo.
(...) ¿A qué llama haberse enamorado? A que la imagen de él empieza a extenderse por su vida como un halo de velocidad vertiginosa, superponiendo jirones de brillo en todo (...) ¿Cómo se ha enamorado? Perdidamente. ¿Cuándo? Demasiado tarde, ¿Por qué? Porque es imposible volverse atrás ¿Cuándo? Demasiado pronto. ¿Por qué? Porque es imposible volverse atrás. ¿Por qué volverse atrás? Porque la actitud de él ha sido y es ambigua, de miradas tangenciales, de mi vida misteriosa y es mejor callar que preguntar.
(...) del vértigo del amor que no es nada más que un movimiento que lleva lo que soy hacia lo que no soy, en torrente, en correntada.
(...) El Amante, regido por las leyes del corazón, que es como un pulpo, absorbe al Doble como un bordado tridimensional tejido en sus propios nervios y de su propia sangre, una red inextricable que vive en él, venas y arterias. Cuando el amado se va, a veces no se lleva a su Doble: la red que los unía se rompe, y el Doble queda en el Amante. Ahora, sin el alimento del Amado, gracias a los espejismos de la memoria, es un gólem, un muerto vivo que habita dentro del abandonado y que para subsistir lo consume, devorándolo.
(...) Cuando se despidieron en el aeropuerto, él encendió un fósforo y le dijo que el amor era así: cuando se encendía, nos e podía detener la combustión sin usar agentes extraños, y una vez que se apagaba, no se podía continuar la combustión ni aun usando agentes extraños.
(...) el riesgo es elevado. Decir la verdad es pone leña al fuego, acelerar el proceso tal vez cercenando posibilidades. Es acercarse al punto de cocción definitivo en el que ya no se podrá agregar o quitar nada que pueda cambiar el sabor final.
(...) Lo que más me intriga en este mundo es entender el amor erróneo, demoníaco porque es una difracción de lo sagrado (...) entenderlo era entender una serie de errores, uno de los cuales es “la inútil clarividencia del amor”, una clarividencia retroactiva y terriblemente inútil, por la cual se ve en el amado lo que es, ni lo que podría llegar a ser, sino lo que podría haber sido.

viernes, 25 de mayo de 2007

el subrayado como género ( I )

Hermann Hesse - Demián
Leído por vez primera en 1976, cuando tuve 15 años.

Muy pocos saben hoy lo que es el hombre. Muchos lo sienten y, por sentirlo, mueren más aliviados, como yo moriré aliviado cuando termine de escribir esta historia.
No soy un hombre que sabe. He sido un hombre que busca y lo soy aún, pero no busco ya en las estrellas ni en los libros: comienzo a escuchar las enseñanzas que mi sangre murmura en mí. Mi historia no es agradable, no es suave y armoniosa como las historias inventadas: sabe a insensatez ya confusión, a locura y a sueño, como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse más a sí mismos.
(...)
Dos mundos fluían allí confundidos; el día y la noche venían de dos polos diferentes.
Uno de tales mundos se reducía a la casa paterna, y ni siquiera la abarcaba toda, sino que, en realidad, sólo comprendía a mis padres. Este mundo me era bien conocido en su mayor parte: se llamaba madre y padre, se llamaba amor y severidad, ejemplo y escuela. Sus atributos eran un suave resplandor, claridad y limpieza. Las palabras cariñosas, las manos lavadas, los vestidos limpios y las buenas costumbres tenían en él su centro. En él se cantaba el coral matutino y se festejaba la Nochebuena. En este mundo había líneas rectas y caminos rectos que conducían al porvenir; había el deber y la culpa, el remordimiento y la confesión, el perdón y los buenos propósitos, el amor y la veneración, la palabra de la Biblia y la sabiduría. En este mundo debía uno mantenerse para que la vida fuese clara y limpia, bella y ordenada.
El otro mundo comenzaba, sin embargo, en medio de nuestra propia casa y era completamente distinto, olía de otro modo, hablaba de otro modo, prometía y exigía otras cosas. En este segundo universo había criadas y aprendices, historias de aparecidos y rumores de escándalo; había una abigarrada marea de cosas monstruosas, atrayentes, terribles y enigmáticas, cosas como el matadero y la cárcel, hombres borrachos y mujeres escandalosas. (...) en derredor nuestro existían todas esas cosas bellas y espantables, salvajes y crueles (...) en todas partes brotaba y fluía este otro mundo impetuoso, en todas partes menos en nuestras habitaciones, en donde estaban mi madre y mi padre. Y esto era excelente. Era maravilloso que allí, en nuestra casa, hubiera paz, orden y reposo, deber y buena conciencia, perdón y amor, y era maravilloso que también existiera todo los demás, lo estruendoso y agudo, sombrío y violento, de lo cual podía uno huir en un instante, refugiándose de un salto al lado de la madre.
Lo más singular era que los dos mundos confinaban uno con otro, estrechamente yuxtapuestos.

jueves, 24 de mayo de 2007

El subrayado como género discursivo

El apasionado de Mijail Bajtín nos dejó una obra fecunda que aún hoy sorprende por lo vanguardista de sus análisis. Excesivamente conocido en los ámbitos universitarios por su concepto de Género Discursivo más que por otras de sus contribuciones, sin embargo voy a proceder a también hacer uso de él, violentándolo, por supuesto. Abrevaré entonces en la vulgata, pero haciendo la siguiente torsión: ocurre que se ha escrito tanto sobre los géneros discursivos como producciones estables y reconocibles propias de cada uno de los ámbitos de la cultura, se han producido tantas clasificaciones y subclasificaciones, que quiero ya no decir nada más acerca de la producción escrita, sino acerca de la producción lectora, planteando que el lector, en su búsqueda intensa, también lleva a cabo una actividad estable y reconocible de carácter personal que es el subrayado, el trazado que rescata del fluir incesante de la escritura, aquello que hace resonar su espíritu y que busca detener. Quien lee, co-funda un mundo ya ofrecido, pero lo habita con su modo de vivir, comienza una forma de existencia simbólica que lo hace residir de una manera sensible a través de aquel mundo que lee, creando otro paralelo.
Fragmentos, nuevas totalidades incompletas, los libros se tornan en obras amadas que mutan en formas sensitivas propias de cada lector. Marcas de amor. Rúbricas de lector. Un mundo fuera del tiempo, un mundo absoluto, como todo lo que amamos con pasión: sensibilidad sensitiva, sensibilidad inteligible. El lector al subrayar funda otro discurrir, con líneas discontinuas, discretas, descosidas de la matriz linguística del escritor.
El subrayado es un trabajo artesanal revelador del espíritu del leyente, del vidente de sí en el espíritu de la obra, vidente del espíritu de aquellas criaturas inexistentes, que se materializan en los ojos del lector, ojos que insuflan vida, presencia, a través de esas líneas emanadas, trazos de un camino que susurra un sendero sutil, continuo y abrupto a la vez. Un sendero de apropiación, un sendero en el que se dejan huellas, donde se hace reconocible la presencia de un testigo.
Quien subraya busca y se busca. El lector busca arrancarle voces a ese desconocido que se le presenta y que lo habita, lector que blande su mano marcando lo que sus ojos iluminan en el papel pero también en su interior, produciendo un texto espiritual. Una biografía a partir de una narración que no habla del lector, pero que éste la torsiona hacia sí, para hacerla comenzar a hablar. Marcas de apropiación, que enlazan otra voz, para que encabalgue otro relato, disperso, alternado, elíptico.
El subrayado como género discursivo es la autobiografía a través de otros rastros, un despertar en la ajenidad para tornarla familiar. El despertar del texto por el abrir de ojos, la actualización de una obra que produce otro obrar, la de la mano que sostiene con líneas aquello que produce un resonar palpitante, casi amenazante, descubridor del alma que transita la superficie textual.
“Lo que está callado en la página vigila tanto como lo que habla, o todavía más”, dice Cristófalo. El lector hace hablar al texto, para que el texto también hable de él. Diálogo textual, diálogo vital. Suspensión de al temporalidad cronológica, del espacio social. Inauguración del tiempo leído, fundación de un espacio interior, extensión invisible.
Vayan de aquí para arriba entonces, los subrayados que me supieron constituir en lector, en lento viviente de una vida propia lejana y próxima, cotidiana y desconocida, la que canta, la que se espanta.

domingo, 20 de mayo de 2007

Tiempo muerto ( XII )

Paciente: ¡licenciado! ¡licenciado!

Analista: sí, aquí estoy, detrás de usted, digamé...

Paciente: ¡licenciado, me caigo por los agujeros de las letras!

Analista: (...) se cae por los agujeros de las letras... ¿cómo sería eso?

Paciente: ¡me caigo, doctor, me caigo, ¿soy clara? Me caigo, hay espacios en todo lo que hablo, entonces me caigo, me dá vértigo y ahí voy, cayendo, me traslado hacia otros espacios donde siento cosas distintas, ahí como que me veo acá, pero desde allá, ahí me río muchísimo de lo que soy...!

Analista: le solicito que disminuya el volumen de su voz...

Paciente: ¡ahí los nombres tienen otros significados, me llaman de manera diferente, me manosean, me escarban, me meten los dedos, me miran lascivamente, me quieren tocar los senos, me arrebatan, me sacan los órganos, trafican con ellos, me venden a un desarmadero de personas...!

Analista: le insisto, Dora, nos pueden estar escuchando de los otros consultorios... seguramente nos están escuchando de los otros consultorios.

Paciente: ¡son agujeros que me chupan, licenciado, me arrancan la lengua, son inmensidades que me cercan, que me arrebatan las murmuraciones, me quitan la comida, es más, me la sacan de la boca, y me meten cosas desconocidas, cosas que ignoro qué son, me dicen “tranquila, tranquila que es alimento”, me sacan la voluntad, licenciado, y así todo el tiempo, me ponen, me sacan, me ponen, me sacan...!

Analista: cómo decirle Dora, su voz retumba en las paredes...

Paciente: ¡me acorralan, me vigilan, me llaman para que las nombre, letra por letra, para que las llame como ellas quieren, me dicen “ahora nos cambiamos el nombre, así que desde ahora llamános así”... no puedo más licenciado, las letras me constituyen, me constituyen, las letras me constituyen!

Analista: ¡pero cortála loca de mierda, te estoy diciendo que te callés, cómo hay que decírte las cosas, carajo, al final me sacás de quicio, dejame de joder, ché!

Paciente: ah, no licenciado, así usted no me ayuda, acá la alterada soy yo ¿está claro?

Tiempo muerto ( XI )

Paciente: sniff.. oh!... sigh... ¡búuuu!

Psicoanalista: ¿qué le pasa Sabatella, por qué llora ahora?

Paciente: ¡búuuu! Por... por lo mis...por lo mismo, doctor... ¡búuuu!

Psicoanalista: ¿qué es “por lo mismo”, Sabatella? Díga qué es “por lo mismo...”

Paciente: ¡búuuu! Por lo... por lo mismo es ella, doctor, es... ella.

Psicoanalista: Ella tiene nombre. Ella es una mujer que tiene nombre. Nombrelá, Sabatella, ¡nombrelá!

Paciente: ¡0h! sigh... no me pida eso, doctor. Es... ella, ya sabemos...

Psicoanalista: Sabatella, no empecemos otra vez, le estoy indicando que la nombre, le dije que terapéuticamente debe nombrarla. ¿A ver? Diga conmigo: Pa... Pa...

Paciente: ¡búuuu! Eh... ¡tricia! Pa... tricia...Patricia. Yastá, se lo dije doctor...

Psicoanalista: Bien, Sabatella, bien. Pero recuerde que no me lo está diciendo a mí. ¿A quién se lo está diciendo, Sabatella?

Paciente: ¿a ella, a Patricia?

Psicoanalista: ¿Cómo a ella? Bueno, mire Sabatella, dejeló así, mejor cuentemé por qué llora a Patricia, mejor...

Paciente: Sí, doctor, es que sufro por ella... siento un gran dolor, un límite de dolor... me estoy muriendo de tanto amor, tengo mis manos vacìas, mi corazón destrozado, estoy en una condición atrapante... sed, sed, eso es lo que siento, necesidad de beber de su boca, cómo sufro por ella, doctor, ¡cómo! No puedo parar de pensar en cuando estábamos juntos... yo era tan feliz viviendo en su casa, ella se iba a trabajar y yo limpiaba, ordenaba la casa, y la esperaba con la comida... ¡qué tiempos aquellos! Me sentía tan bien, la llamaba a la inmobiliaria, a veces estaba muy ocupada y no me podía atender, me decía que después me llamaba y yo me quedaba esperando, esperando... ¡búuuu! Oh! ... Una vez... una vez estaba con el plumero, y tocaron el timbre... ¿sabe quién era? El ex – novio, que le venía a regalar un osito... yo se lo recibí con cara de pocos amigos. Ay, doctor, como me duele, cómo me falta ella, doctor...

Psicoanalista: ¿se puede sufrir tanto por una mujer?

Paciente: Bueno, Borges decía que le dolía una mujer en todo el cuerpo...

Psicoanalista: ¡Pero Borges, Sabatella, estamos hablando de Borges!

jueves, 17 de mayo de 2007

Tiempo muerto ( X )

Paciente: ay, licenciado, usté no me va a creer lo que le voy a contar...

Psicoanalista: un profesional nunca debe perder su capacidad de asombro, Alicia...

Paciente: ah... bueno... resulta, ay, que Esteban me abandonó. ¡Me a-ban-do-nó!

Psicoanalista: ¡¡¡no!!! Bueno, bueno... ¡pero esto no estaba en mis cálculos! Aunque pensándolo bien...

Paciente: ay, licenciado, en los míos tampoco... yo creía que la nuestra era una relación promisoria... siempre me lo recalcaba... y yo ya había hecho tantos planes... justo le iba a dar la sorpresa de que había sacado un crédito personal para comprar cosas para nuestro futuro hogar...

Psicoanalista: mmm... eso, una relación promisoria... usted cuando me habló de Esteban me dijo que él le había avisado que la de ustedes era una relación promisoria, ¿no?

Paciente: ay, licenciado, yo creía lo mismo que usté, por eso me hice tantas ilusiones, le hice tantos regalos, le dejé que me haga todo lo que él me pedía...

Psicoanalista: ¿y entonces, si le avisó que era una relación promisoria, por qué lo abandonó?

Paciente: ay, licenciado, eso mismo yo le pregunté, ¿vió? Le dije “cuchi-cuchi vos me dijistes que lo nuestro era promisorio...” ¿y sabe licenciado lo que me dijo?

Psicoanalista: ...bueno, dígamelo...

Paciente: ay, licenciado, me dijo “pero no sorda de mierda, siempre lo que te decía era que la nuestra era una relación provisoria, pro.vi-so-ria".

Tiempo muerto ( IX )

Paciente: Lo que me pasa doctor, es que cada vez que vengo a verlo a usté caigo en lo mismo, quiero ocultarme de las palabras, porque siento que son censoras, que me alteran o que están alteradas, no sé... Quiero no verlas doctor, es como que veo las palabras que me salen de la boca, y veo venir a las otras, las que me llegan de los que me hablan... ¿vió?

Analista: hm...

Paciente: claro, eso, siento que me tragan, que son invasoras, como telepáticas, ya empiezo a sentir que me empiezan a rebotar en la cabeza hasta que hacen fuerza y salen, como que huyen de mi boca... pero me pasa que las espero, doctor, las espero... No sé... ¡las odio! Son imperiales, están atiborradas de cosas, ¿nó? sé que hablan pero que se callan un montón de cosas... ¡eso es terrible! ¡es inaudito, es inaudito! Qué sucias, son, qué desarticuladas, ¿nó, doctor, nó?


Analista: hm... hm...

Paciente: exacto, exacto... no hay que guardarlas, porque... porque... son robadoras de nuestro silencio, que tanto nos cuesta conseguir, nos dirigen, doctor, son directrices, son marcadoras, nos tuercen, nos desvían... ¡qué prepotentes! No quiero quererlas, doctor, son vividoras, me hacen que hable, se muestran a través mío, doctor, ¡me usan! Se me agregan, ¿vió? me hacen que abra la boca, lo único que quieren es ver la luz, y las que me vienen lo único que quieren es hundirse en la oscuridad, y no paran hasta que no llegan a mi cerebro, doctor, ¡¿qué hago yo, qué hago?!

Analista: hm... hm... hm... nada, no haga nada... ya lo dijo... eh... era... buéh, la cosa es que el lenguaje es una pesadilla de la que no podremos despertar. Nunca jamás.

Paciente: hm...

Analista: hm...

Paciente: ...

Analista: ...

sábado, 12 de mayo de 2007

Tiempo muerto ( VIII )

Paciente: ...así es, doctor, finalmente Elena me abandonó otra vez...

Psicoanalista: ¿pero usted no hizo lo que yo le aconsejé? ¿no le dijo?

Paciente: sí, por supuesto que sí, le dije que hasta que no comprendiésemos que discutir no nos llevaba a nada, que comunicarse era comprender lo que el otro quiere decir y no lo que yo quiero escuchar, que hasta que eso no pasara, no iba a haber un entendimiento entre nosotros... así le dije.

Psicoanalista: ¿cómo un pelotudo? ¿y eso dónde me deja a mí? ¡pero qué violenta! y entonces qué pasó? ¿y ella más le dijo? ¿le dijo algo?

Paciente: no, nada, que hasta cuándo iba a repetir como un pelotudo lo que me decía usted... y agarró y se levantó y se fue dando un portazo justo después que la cartera se escurrió por la puerta como siguiéndola rauda a ella, como iracunda y ofendida también ella conmigo...

Psicoanalista: ¿qué le pasa, por qué habla así?

Paciente: no, es que estoy escribiendo un poema por la ruptura, “tu nuevo adiós” le puse...

Psicoanalista: ay, Signorelli, qué pretenderá arreglar con sus poemitas... en fin.. digamé ¿acaso no intentó detenerla, gritarle, que se yó, no sé, decirle algo?

Paciente: es que en realidad, doctor, descubrí una cosa que me llevó a provocar la pelea... no sólo ésta, sino las anteriores... le cuento: cuando se enoja, cuando me grita y sacude los brazos, ¡me enloquece! Y cuando me apunta con el dedo y lo sacude... ¡ay, cómo me pone! Y sobretodo, doctor, sobretodo, cuando se va pegando un portazo, doctor, ahí sí, eso me mata, ¡me mata!

Psicoanalista: ¿ y por qué lo mata, seré curioso?

Paciente: es que cuando pasa eso, doctor, ... cuando se va... ¡qué manera tiene de irse!

Tiempo muerto ( VII )

Psicoanalista:

a ver, Zelaya, hábleme de sus fantasmas...

Paciente:

sí doctor, cómo no: el jinete sin cabeza, el hada patricia, las pruebas-sorpresa de séptimo grado, pinocho, killing, peter pan, la bruja cachavacha, el genio negro de la lámpara, el mago houdini, la hechicera, el cuco, los critters, la vecina del quinto que no usaba corpiño, el aprendiz de brujo, lita de lazzari, el hombre de la bolsa, la mujer maravilla, el hombre de plástico, la penitencia de que no puedo comer dulce de leche, la sirenita, el cíclope, el duende maligno, la boca de medusa, el grano de adentro de la nariz de mi tía Alcira, patora, el hombre que volvió de la muerte, la oración antes de comer, los gnomos de los jardines de Burzaco, el borracho de Pavón y Treinta y tres orientales, luisa delfino, los fomentos, el enmascarado, william boo, los gigantes, la jueza servini de cubría, las nebulizaciones, chucky, la gitana roba-niños que siempre me la cruzaba en Colombres, aquaman, cruela de vil, el acertijo, la señorita hilda, el ángel exterminador, chichita de erquiaga, la oscuridad, el chico mogólico de enfrente, hidra, el hombre lobo, mr. spock, isabelita, el jefe de preceptores, los mutantes del pantano, esperar la llegada del nuevo año en la iglesia, maría julia y gatúbela. Esos son todos lo fantasmas que me atormentan, doctor.

Psicoanalista:

¿esos son todos, Zelaya? ¡pero cómo! ¿y mi mam... digo, su mamá?

Tiempo muerto ( VI )

Paciente:

Estuve pensando mucho, doctor y finalmente creo que la tesis sería: o no hay nada o hay algo; si hay algo, entonces existe una distancia. Ahora bien: todo “algo” es una distancia vectorial, por decirlo así, y por lo tanto nos indica una dirección -del hacer, del percibir, del ingerir, del desear- , ¿no es cierto? En la medida en que posee esta vectorialidad esencial, algo existe de diferentes modos. Ese algo se da, por lo tanto, se hace presente, adquiere una presencia, ¿ mm ?. En la presencia total, ese algo se identifica como la presencia misma, quiero decir: existe enteramente en la presencia, es la presencia... es la presencia ¿me va siguiendo...? En la presencia total no hay algo, no hay Objeto. No hay distancia entre el Objeto y su ser en la presencia. La presencia total es aquello de lo cual nada puede decirse ni experimentarse, ¡nada! Asi que se torna Objeto cuando la presencia se hace parcial, es decir, cuando ya no es una sola cosa con la presencia, sino que existe precisamente como distanciada de ella, ¿verdad? Bueno, la presencia parcial es algo que se anuncia en la presencia, sin ser la presencia, sin ser en la presencia... ¡qué notable, doctor! Y creo, doctor, que el único modo de que un Objeto pueda permanecer en la presencia sin ser la presencia, la única experiencia posible de una presencia parcial... es la del signo. ¡Es la del signo, no hay otra, doctor! Un signo es un anuncio. El Objeto parcial es un anuncio del Objeto total. Por eso, doctor, mi mujer es un signo, porque con mi mujer tengo distancia, distancia cada vez mayor, y creo que está por anunciarme que me abandona... me trata como a un objeto, ¿me entiende cuál es mi realidad, doctor?

Psicoanalista:

Mi realidad es que no le entiendo tres carajos.