Paciente: ...así es, doctor, finalmente Elena me abandonó otra vez...
Psicoanalista: ¿pero usted no hizo lo que yo le aconsejé? ¿no le dijo?
Paciente: sí, por supuesto que sí, le dije que hasta que no comprendiésemos que discutir no nos llevaba a nada, que comunicarse era comprender lo que el otro quiere decir y no lo que yo quiero escuchar, que hasta que eso no pasara, no iba a haber un entendimiento entre nosotros... así le dije.
Psicoanalista: ¿cómo un pelotudo? ¿y eso dónde me deja a mí? ¡pero qué violenta! y entonces qué pasó? ¿y ella más le dijo? ¿le dijo algo?
Paciente: no, nada, que hasta cuándo iba a repetir como un pelotudo lo que me decía usted... y agarró y se levantó y se fue dando un portazo justo después que la cartera se escurrió por la puerta como siguiéndola rauda a ella, como iracunda y ofendida también ella conmigo...
Psicoanalista: ¿qué le pasa, por qué habla así?
Paciente: no, es que estoy escribiendo un poema por la ruptura, “tu nuevo adiós” le puse...
Psicoanalista: ay, Signorelli, qué pretenderá arreglar con sus poemitas... en fin.. digamé ¿acaso no intentó detenerla, gritarle, que se yó, no sé, decirle algo?
Paciente: es que en realidad, doctor, descubrí una cosa que me llevó a provocar la pelea... no sólo ésta, sino las anteriores... le cuento: cuando se enoja, cuando me grita y sacude los brazos, ¡me enloquece! Y cuando me apunta con el dedo y lo sacude... ¡ay, cómo me pone! Y sobretodo, doctor, sobretodo, cuando se va pegando un portazo, doctor, ahí sí, eso me mata, ¡me mata!
Psicoanalista: ¿ y por qué lo mata, seré curioso?
Paciente: es que cuando pasa eso, doctor, ... cuando se va... ¡qué manera tiene de irse!
sábado, 12 de mayo de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario